En teoría lo tenemos claro, pero ¡cuánto nos cuesta aplicarlo a la vida de nuestras iglesias y ministerios! Algunos ministros parecen sentirse estrellas de Hollywood; ni hablar de algunos músicos cristianos, sobre todo en los lugares donde alcanzan mucha popularidad.
Debemos reemplazar esta tendencia al exitismo por el estilo de Cristo. Desde el primer acto de su vida hasta el último se caracterizan por la humildad y el servicio. Nacer en un establo de Belén fue todo un antecedente para marcarnos su camino.
Su vida y ministerio estuvieron caracterizados por la entrega sacrificada y, por si nos quedaba alguna duda, murió en una cruz sacrificándose por nosotros.
Lo más claro que dijo Jesús respecto al privilegio fue cuando la mamá de Jacobo y Juan se acercó a él para pedirle que sus hijos se sentasen a su izquierda y su derecha cuando viniese en su reino. Jesús llamó a los discípulos al fueguito y les dijo:
El que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los demás; así como Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos. Mateo 20:26-28
El apóstol Pablo entendió lo que Dios pide, y por eso daba este testimonio:
Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejantes a él en su muerte. Filipenses 3:10
¿Participar en sus sufrimientos? ¿De qué está hablando Pablo? De sacrificio. En nuestra cultura del placer y la gratificación instantánea hemos tratado de borrar esta enseñanza bíblica.