La característica
actual del servicio misionero requiere el concurso de
distintos tipos de personas con diferentes dones, capacidades
y preparación. Lejano está el tiempo en
que la palabra “misionero” evocaba un tipo
de persona específico realizando un determinado
tipo de tarea.
Sin embargo, y a pesar de las transformaciones
sucedidas, ciertos estereotipos permanecen entre nosotros.
Paralelamente hay una amplia variedad de enfoques acerca
de cómo surge un misionero. Están quienes
se refieren al ”don de misionero”, otros a
un “llamado específico”.
Para algunos es una “vocación”,
para otros es cuestión de “seguir la dirección
divina”. Para unos “un acto de obediencia”,
para otros de “sentido común santificado”.
Más allá de muchos puntos de vista, en algo
debemos coincidir y es en que hay que saber como identificar
al misionero latente que tenemos cerca de nosotros.
Ser y hacer
En esto, como en otras cosas, debemos “escuchar
la voz del campo” para saber cómo debe ser
y qué debe hacer un misionero. Michael Griffiths
cita a un líder cristiano de la Polinesia quien
enumeró las aptitudes que esperaba encontrar en
un misionero: capacidad para mezclarse con la gente, saber
mezclar cemento, atravesar ríos, ayudar en un parto,
sentarse con las piernas cruzadas, secar pantanos, ingerir
comida extraña y soportar amablemente las equivocaciones...
Además sugirió que la persona alérgica
a las hormigas, el calor, la humedad, las picaduras, los
picantes, las madres solteras, la pobreza y el polvo harían
bien en pensar dos veces antes de salir de su país.
¿Estamos listos?
Antes de esbozar un “perfil del misionero transcultural”,
corresponde hacer una observación: Para identificar
a los nuevos misioneros es imprescindible que el liderazgo
de la congregación tome una participación
activa. En otras palabras, se requiere una decisión
intencional. En cada iglesia hay personas listas para
avanzar hacia el servicio misionero. La pregunta obligada
es: “¿Hay líderes igualmente listos
para identificar a esas personas, acompañarlos
y enviarlas?. De otra manera ninguna orientación
servirá de mucha ayuda si después no hacemos
lo que hay que hacer. Con esto en mente ¿qué
debemos buscar?. Pensemos en algunos indicios.
Pista 1: Fundamentos firmes
Aunque parece obvio, la persona que considera la tarea
misionera debe haber dado evidencia de una auténtica
conversión. Juntamente con ello tendrá que
ser evidente que ha desarrollado una sólida relación
con su iglesia local ya que allí es el lugar donde
se dan los primeros pasos en el discipulado, servicio
cristiano y la capacitación.
Pista 2: Madurez de carácter
La obra misionera no es para las personas perfectas pero
sí para los maduros y comprometidos. Se espera
que esa persona tenga “los grandes temas resueltos”,
o por lo menos haya mostrado dedicación para enfrentarlos.
Por ejemplo: ¿Cómo se siente ese soltero/a
acerca de su soledad?. ¿Cómo está
ese marido/esposa por el hecho de no poder tener hijos?.
¿Hay temas del pasado que no fueron tratados adecuadamente?.
¿Necesita restauración, reconciliación?.
Una de las principales características
de la madurez es la capacidad de mantener los compromisos
asumidos. Otra es la capacidad de tomar decisiones y hacerse
responsable por las mismas sin echar las culpas a otros
de las consecuencias. La misión necesita gente
firme pero flexible, de convicción pero amable.
Pista 3: Seguridad de llamamiento
Jesús llamó a sus discípulos para
que estuviesen con él y para mandarlos a predicar.
Juntamente con la conversión viene el llamado de
Dios para que le conozcamos, tengamos comunión
con él, seamos parte de su cuerpo y partícipes
en la extensión de su reino. Ahora bien, además
de este llamado general, Dios pide que algunas personas
vayan a encarnarse y proclamarlo en otros contextos culturales.
El misionero necesita tener seguridad de haber sido apartado
para este servicio. Esa seguridad o convicción
proviene del Espíritu Santo. ¡El apóstol
Pablo la tenían! (Hch. 9.15; Gál.1.15; 1
Tim.1.11,12; 1Cor.9.16.
Pista 4: Preparación
activa
En otras palabras, si alguien dice que tiene una carga
o llamado para la obra misionera es de esperar que esté
dado pasos en pos de esa meta como: Lectura de libros
misioneros, participación en eventos, experiencias
misioneras locales, intercesión y ofrenda misionera
regular, servicio en el ministerio misionero de la iglesia,
etc. Hay muchas personas que tienen un ideal romántico
e inerte de la obra misionera, pasan los años y
no hacen nada práctico con su inquietud.
Pista 5: Actitudes correctas
El día del misionero “sabelotodo, puedelotodo
y tienelotodo” ha pasado. La misión desde
los países de la periferia nunca se emprendió
con abundancia de recursos, muy al contrario. A pesar
de esto no estamos libres del mismo peligro que hemos
sabido señalar en otros.
Es menester contar con misioneros
que tengan actitudes correctas, sobre todo verdadera humildad.
Sólo así podrán salir como aprendices
más que maestros, como siervos más que conquistadores,
como acompañantes más que protagonistas.
La misión transcultural es cada vez menos pionera
(aunque hay varios aspectos que la requieren de manera
urgente como es el caso de la traducción de la
Biblia). Por esta razón el misionero se debe relacionarse
con la iglesia nacional.
Como tal el misionero debe reconocerlos,
amarlos y respetarlos. La identificación es imprescindible
como expresión de auténtico amor y por consiguiente
no está exenta de riesgos los que deben asumirse
con gran sabiduría, consejo maduro, sensibilidad
cultural, dirección del Espíritu y orientación
de la Palabra.
Pista 6: Vínculos
sanos
La vida misionera es una vida de relación. El misionero
vinculará otros colegas (generalmente de varias
nacionalidades y trasfondos), cristianos nacionales, autoridades
gubernamentales y con otros a quines va a servir. No se
nace sabiendo como tener buenas relaciones. Hay que aprenderlo
y aprenderlo bien. La dificultad para tener vínculos
sanos hará que la persona esté discapacitada
para el servicio y le ocasionará más de
un quebranto. No es de admirarse que los conflictos interpersonales
ocuparon el cuarto lugar como causal de deserción
misionera tanto en los países misioneros tradicionales
como de las nuevas naciones de envío. (Ver “Demasiado
valioso para que se pierda”, Guillermo D. Taylor,
WEF/COMIBAM).
Pista 7: Disposición
para capacitarse
Dios usa todo tipo de instrumentos pero ¡cuánto
mejor los emplea si están limpios, afilados y cuidados!.
Debemos buscar personas comprometidas para crecer y desarrollarse
en todas las áreas de su vida. Esto incluye la
formación bíblico-teológica y misionológica,
pero no se agota en esos temas. Cuánta más
amplia esa preparación tanto mejor. David Harley
dice que esas personas: “Deben mostrar la evidencia
de la obra de Dios en sus vidas.
Deben ser confiables y disciplinados
para trabajar, aunque a la vez se les debe aconsejar que
no sean perfeccionistas ni adictos al trabajo... Una ventaja
adicional es que la persona tenga sentido del humor y
especialmente la capacidad de reírse de sí
mismo”. Es sumamente recomendable que la iglesia
tenga un programa de preparación misionera bien
desarrollado para encausar a las personas con inquietudes.
En un paso siguiente la capacitación requerirá
la participación de instituciones formales como
entidades teológicas y centros de capacitación
misionera.
Pista 8: Sensibilidad cultural
Servir en misiones es estar en un contexto cultural diferente,
en ocasiones totalmente opuesto y aún antagónico.
La persona debe tener un sentido crítico de su
propia cultural y a la vez de contar con herramientas
para conocer la cultura anfitriona. Algunos pequeños
indicios son: Capacidad para escuchar con atención
y mirar las cosas desde el punto de vista del otro, disposición
al estudio de otros idiomas, interés por otras
culturas, deseo de ayudar a personas extranjeras, gusto
por las expresiones artísticas étnicas,
placer por comidas exóticas, conocimiento actualizado
de la situación mundial, etc.
Comenzar la búsqueda
Adaptando a Max Warren se puede decir que el rol del misionero
en la actualidad es ser: explorador (en cuanto a curiosidad
y búsqueda para conocer la cultura), aprendiz (en
todas las dimensiones), amante (por medio de acciones
y palabras), nexo (porque es presencia visible a la comunidad
cristiana que lo recibe de la realidad universal de la
iglesia), perturbador (en cuanto a la naturaleza de liberación
e impacto del ministerio) y señal (pues es movido
por el sentido de urgencia del fin).
Habría mucho más
que debería mencionar pero lo expuesto sirve como
pistas para ayudarnos en la responsabilidad pastoral de
identificar a las personas que Dios ya tiene seleccionadas
para ser sus siervos en otras latitudes. ¡Busquémoslos,
están muy cerca, nuestro!
Comentarios: mandato@sion.com
http://www.mm-comibam.org
http://www.comibam.org
http://misionesmundiales.cristianred.com