Dios y las manzanas. En la vida, las pequeñas historias suelen esconder grandes enseñanzas.
A veces, un simple gesto o una situación cotidiana puede revelar verdades profundas sobre la naturaleza humana, la fe y las interpretaciones que hacemos de las normas.
La siguiente historia, aparentemente sencilla, nos invita a reflexionar sobre cómo percibimos las reglas y cómo justificamos nuestras acciones.
Dios y las manzanas
Encima de la mesa de un merendero infantil, una monja había dejado una fuente grande, con manzanas de color rojo brillante, carnudas y jugosas.
Al lado de la fuente, puso la siguiente nota: “Toma solamente una. Recuerda que Dios está mirando”. En el otro extremo de la mesa, había otra fuente, llena de galletas de chocolate recién sacadas del horno.
Al lado de la fuente, había un papelito escrito por un niño pequeño, que en letra cursiva decía: “Toma todas las que quieras. Dios está mirando las manzanas”.
Moraleja:
Esta ingeniosa anécdota nos recuerda que, con frecuencia, interpretamos las reglas a nuestra conveniencia, creyendo que ciertas acciones pasan desapercibidas.
Sin embargo, la verdadera integridad no depende de quién nos observe, sino de la honestidad con nosotros mismos. La mirada de Dios —o nuestra conciencia— siempre está presente, incluso cuando intentamos distraerla con excusas.