Abraham en Egipto

En el mundo espiritual de nuestra experiencia cristiana, así como en el mundo natural, los cambios pueden venir muy repentinamente

ABRAHAM EN EGIPTO
Génesis 12:10-20; 13:1-4

¿Quién hubiera pensado que un hombre con la fe de Abraham se volvería a un lado a la primera tentación? En nuestro mejor y más fuerte momento estamos en peligro de tropezar, si no estamos guardados por el poder de Dios por fe.

Sostengamos lo que Dios manda, y Dios sostendrá nuestros derechos. Todos nuestros derechos están en Él.

I. La prueba. «Hubo hambre en la tierra.» Es siempre una gran prueba experimentar la sequía y la falta de pastura en la tierra de promisión. Pero si la fe ha de triunfar y crecer, tiene que ser probada. «La prueba de vuestra fe es preciosa» (1 P. 1:7).

Las llanuras bien regadas agradan a la vista. La fe debe asir las cosas invisibles. Muchas veces es en el lugar de bendición donde se sienten los más agudos tormentos de la sed. Las pruebas hacen dulce la promesa; no hay disciplina del alma sin ellas.

II. El fracaso. «Descendió a Egipto» (Gn. 12:10).

¿Por qué? ¿Había Dios fallado? ¡Oh, no! Pero parece haber sucedido a Abraham como frecuentemente resulta en nuestra propia experiencia. Habla estado confiando más a la tierra que al Dios de la promesa; mirando más a la bendición que al Bendecidor.
Esto no lo permitirá Dios. Nuestra fe no debe descansar sobre los dones de Dios, sino sobre Él mismo. Nótese a qué condujo este paso descendente.

1 CONDUJO AL TEMOR (Gn. 12:12). Ahora temía que iban a tomar su vida. Su coraje para Dios se ha ido. Nadie es tan débil y fuera de lugar como los cristianos que son apartados de la vida de fe.

2 CONDUJO AL EGOÍSMO (Gn. 12:11, 12). Está más preocupado por su propia seguridad que por el honor y la castidad de su esposa. Cuando un hombre se aleja de Dios es seguro que su interés se concentrará en sí mismo.

3 CONDUJO A LA HIPOCRESÍA (Gn. 12:13). Fingió ser lo que no era, solo hermano de Sarai. Esto era una falsedad deliberada. Éste es el próximo paso del que cae de su fe, simulando no ser lo que realmente es.

4 CONDUJO A ABIERTA REPRENSIÓN. Faraón le dijo: «¿Qué es esto que has hecho?» (Gn. 12:18). Es triste cuando un hijo de Dios tiene que ser amonestado y corregido por el hombre del mundo.

5 CONDUJO A MALES SOBRE OTROS. «Jehová hirió a Faraón y a su casa con grandes plagas, por causa de Sarai mujer de Abram» (Gn. 12:17).

La plaga del divino juicio tendrá sin duda que caer sobre muchos debido a la infidelidad de muchos del pueblo creyente de Dios. ¡Que nuestra luz brille para que sean guiados a glorificar a nuestro Padre que está en los cielos!

III. La restauración. «Subió Abram de Egipto, y volvió hasta el lugar del altar que había hecho allí antes» (Gn. 13:14). Se ha dicho que «el hombre de Dios sirve para muy poco como mundano».

Abraham no edificó ningún altar en Egipto.

No hay comunión con Dios mientras caminamos por la vista y no por fe. El único remedio para la apostasía es venir de nuevo al lugar del altar, la cruz de Cristo. Este es el lugar de sacrificio, perdón, comunión y consagración.

No había felicidad ni restauración para el hijo pródigo hasta que regresó al lugar del cual se había extraviado (Lc. 15). «Me dejasteis a Mí», dice el Señor. «Convertíos, y sanaré vuestras rebeliones».

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