Solamente el Señor puede Purificar el Corazón

David oró Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.

«¿Quién podrá decir: Yo he limpiado mi corazón?» (Pr. 20:9).
Esto implica claramente que

I. El corazón necesita purificación.

«Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos» (1 Jn. 1:8).

El corazón es engañoso más que todas las cosas. No hay quien haga lo bueno, ni siquiera uno. «Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios» (Ro. 8:8). La mente carnal es enemistad contra Dios.

II. Nadie puede purificar su propio corazón.

«¿Quién hará limpio lo inmundo? Nadie» (Job 14:4).

La reforma exterior es solo la purificación del sepulcro, la ornamentación de un osario, el aseo de un muerto. «No te asombres de que te dije: Os. es necesario nacer de nuevo». Lo que es engendrado de la carne es carne.

III. Solamente el Señor puede purificar el corazón.
«Ninguna cosa será imposible para Dios».
«Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí» (Sal. 51:10).
«Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda iniquidad» (1 Jn. 1:8, 9).

El corazón puede quedar purificado como una fuente, como el manantial en Jericó, aplicando la sal de la Palabra de Dios por medio de la vasija nueva del Espíritu (2 R. 2:20, 21).

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