Llamamos “Tiempos de prueba” son aquellos momentos en los que nuestra fe y carácter son refinados
Los “Tiempos de prueba” nos recuerdan que las dificultades no tienen por qué dividirnos, sino que pueden unirnos más como cuerpo de Cristo. En Hechos 4:32-37, la iglesia primitiva nos da un ejemplo poderoso de cómo enfrentar las adversidades con un corazón generoso y un espíritu de unidad.
Hechos 4:32-37; 5:1-16
El poder de una Iglesia será según la medida en que dicha Iglesia sea llena del Espíritu Santo. Cuando una Iglesia es «de un corazón y un alma», ello constituye evidencia de que no hay controversia entre ellos; y luego cada uno «no se cuida de lo suyo propio» (4:32-37).
La prueba de que amamos a Dios es que «amamos también a nuestro hermano». La historia de Ananías y Safira es un faro inextinguible de advertencia para todos los que quieran vivir piadosamente; es como una terrible mano con cinco terribles dedos. Aquí tenemos:
El engaño humano.
Ananías y Safira tenían hermosos nombres, pero unas naturalezas torcidas y deformes. Como
los otros discípulos, vendieron sus posesiones, pero, a diferencia de los otros, «se quedaron con parte del precio».
Se pusieron piel de cordero, pero seguían siendo cabras en sus corazones. Anduvieron un largo camino en la vida cristiana al poner una parte a los pies de los apóstoles, pero fueron por el camino errado al pretender que lo estaban dando todo. Como Acán, esperaban enriquecerse engañando al Señor.
El corazón tiene que ser «engañoso sobre todas las cosas», por cuanto estaría dispuesto a engañar al mismo Dios del cielo.
La influencia satánica.
«¿Por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo?» (v. 3).
Este «mentiroso desde el principio» trata aún de engañar llenando el corazón con pensamientos opuestos al Espíritu de Dios. Cuidaos de sus «dardos encendidos», aquellos ardientes deseos de dar más honra al yo que a Dios.
Con respecto al servicio de Cristo, por lo general los primeros pensamientos son los mejores. El primer pensamiento de ellos fue darlo todo, y el segundo fue retener parte del precio. Todo lo que nos estorbe de buscar primero el reino de Dios y su justicia es cosa del mundo, de la carne, o del diablo.
Una inesperada detección.
Tiene que haber sido un terrible despertar para Ananías cuando puso su dinero a los pies de los apóstoles, esperando su bendición, el oír en lugar de ella estas palabras escrutadoras: «Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo?» Los pecados del corazón no pueden ser ocultados a Dios, como tampoco la sangre de un asesinado Abel.
Los hombres llenos del Espíritu Santo, como Pedro, son prontos en detectar el espíritu de mentira del diablo en un falso profesante. Probad los espíritus, si son de Dios (1 Jn. 4:1). Recordad la mujer de Lot, y también al hombre sin vestido de bodas (Mt. 22:12).
El juicio divino.
«Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró» (v. 25). Hubo muy poco tiempo entre el resplandor de la convicción y el golpe de la retribución. Puede que no tuviera tiempo de decir: «Dios, sé propicio a mí, pecador».
El que endurece su cerviz será cortado de repente. El que encubre sus pecados no prosperará. Puede que llegue lejos en su encubrimiento, pero vendrá el momento, y esto de repente, que la intensa luz procedente del Trono de Dios resplandecerá sobre él, trayéndole una condenación y muerte irremisibles. Que los falsos profesantes queden advertidos, porque ningún disfraz humano ocultará jamás una mentira del corazón a Aquel que es la Verdad.
La fatal frustración.
Es extremadamente doloroso pensar en su mujer acudiendo tras «un lapso como de tres horas… no sabiendo lo que había acontecido», esperando quizá ver a su marido exaltado a un puesto de honor, y siendo portadora de la misma mentira en sus labios y en su corazón, y encontrándose con la misma repentina y abrumadora retribución. Dios no hace acepción de personas. El mismo pecado se encuentra con la misma condenación.
Safira puede haber sido una mujer hermosa, como lo indica su nombre, pero la belleza exterior no es escondite para el engaño interior.
Esta conmocionadora vindicación de la santidad de Dios tuvo un efecto muy saludable al imponer un sano temor en los corazones de muchos (v. 13), y al exaltar el poder de Dios en la vida y en el testimonio de los apóstoles.
Ningún cristiano está exento de los “Tiempos de prueba”
Aunque las pruebas pueden ser difíciles, también son una oportunidad para demostrar el poder transformador del Evangelio. Aprendamos cómo, incluso en los momentos más desafiantes, podemos reflejar el amor y la gracia de Dios.