La historia de Adán y Eva en el Huerto de Edén, narrada en Génesis 2 y 3, marca el comienzo de la humanidad según la Biblia. Dios creó a Adán del polvo y a Eva de una costilla de Adán, colocándolos en el Edén, un paraíso lleno de abundancia y armonía. Se les dio dominio sobre la creación y una sola advertencia: no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal.
Este relato destaca la libertad y responsabilidad otorgadas por Dios al ser humano. Sin embargo, la desobediencia de Adán y Eva, al ceder a la tentación de la serpiente, trajo consecuencias profundas: el pecado y la separación entre Dios y el hombre. A pesar de su error, Dios mostró misericordia al cubrir su desnudez y prometer redención futura (Génesis 3:15).
El episodio del Edén no solo explica el origen del pecado, sino también la constante lucha entre obedecer a Dios o seguir nuestros propios deseos. Además, refleja la naturaleza amorosa de Dios, quien, incluso después de la caída, ofrece esperanza y restauración. Es un llamado a reconocer nuestras debilidades y a buscar la reconciliación con nuestro Creador.