He tenido amigos en el pasado, pero no muchos. Eventualmente algo sucedió—nada siniestro, solo algo pasó—como mudarse, tener un bebé, cambiar de trabajos, construir una casa, regresar a la escuela, cambiar de iglesia; nada malo ni feo, simplemente algo que pasó y cuando me daba cuenta, otra amistad lentamente se desvanecía.
No me malinterpretes, existen media docena de individuos con quienes me gusta estar. Son personas con quienes en alguna ocasión he compartido cosas profundas… y lo haría de nuevo. Son personas que saben cómo divertirse, que me aceptan tal como soy—sin pretensiones, sin ninguna cara que mantener— simplemente relaciones significativas.
Pero ¿un amigo cercano? No. Ninguno.
Probablemente te preguntes por qué. Me he preguntado por qué durante mucho tiempo. Después de una búsqueda dolorosa en mi alma, creo que he descubierto las razones.
Estoy muy ocupado. Estoy fuera mucho tiempo. Viajo demasiado, hablo demasiado y trabajo demasiado. He hecho un excelente trabajo convenciendo a la gente que me rodea que estoy muy ocupado—demasiado ocupado haciendo el trabajo tan importante que estoy haciendo—como para tener tiempo para las amistades.
En otras palabras, he "bloqueado" a todos los que me rodean. Los he convencido para que crean en el mito de mis ocupaciones a tal grado que la posibilidad de que yo sea su amigo (o ellos los míos) jamás entra en mi mente.
Eso es lo que hacen las personas como yo. Nos encerramos detrás de las paredes de nuestras ocupaciones para que no tengamos que preocuparnos por nadie que quiera ser nuestro amigo. A la gente no le gusta imponerse.
No quieren robarme a mi esposa y a mi de los momentos escasos que tenemos para estar juntos, así que nos lo permiten alejandose de nosotros para que nos mantengamos aún más ocupados.