“Reconocieron que habían estado con Jesús. Este fue el testimonio silencioso pero poderoso que dejaron los primeros discípulos, no solo por sus palabras, sino por sus acciones y carácter.
“Reconocieron que habían estado con Jesús. Esta fue la observación que hicieron los líderes religiosos al ver la valentía y la sabiduría de Pedro y Juan, quienes, a pesar de ser hombres sin formación académica, hablaban con una autoridad y un poder que solo podía provenir de una fuente divina (Hechos 4:13).
Un cristiano debiera tener un asombroso parecido con Jesucristo. Sin dudas, has leído libros sobre la vida de Cristo que se han escrito hermosa y elocuentemente, pero la mejor vida de Cristo es su biografía viva, escrita en las palabras y las acciones de su pueblo.
Si fuéramos lo que decimos ser y lo que en realidad deberíamos ser, seríamos imágenes perfectas de Cristo. Tendríamos un parecido tan asombroso a él que el mundo no tendría que escudriñarnos durante mucho tiempo para luego decir: «Bien, se parece en algo a él».
¡No! Apenas nos vean, exclamarán: «¡Han “estado con Jesús”! Él los ha enseñado y son como él. Son la personificación del santo hombre de Nazaret que transmite su propia vida en la de ellos y en sus acciones cotidianas».
Como cristiano, debes ser valiente y atrevido como Cristo, sin que jamás te sientas avergonzado de tu fe porque tu profesión de fe en él jamás te deshonrará. Debes imitar a Cristo y manifestar un espíritu amoroso, teniendo pensamientos, expresiones y acciones agradables para que la gente diga de ti que has «estado con Jesús».
También imita a Cristo en su santidad. Piensa en el celo que él tiene por su Maestro y luego imita a tu Maestro haciendo siempre el bien, sin desperdiciar jamás el tiempo, porque el tiempo es demasiado precioso para desperdiciarlo.
lo mismo. ¿Fue ferviente en su devoción al Padre? Entonces sé ferviente en tus oraciones. ¿Se sometía a la voluntad de su Padre? Sométete entonces a él. ¿Fue paciente? Aprende a soportar.
Pero para reflejar la mayor característica de Cristo, anímate a perdonar a tus enemigos como él lo hizo. Permite que estas gloriosas palabras de tu Maestro resuenen para siempre en tus oídos: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34, RVR 1995).
Perdona como tú esperas ser perdonado (ver Mateo 6:14) y «amontonarás brasas» (Proverbios 25:22, LBLA) en la cabeza de tu enemigo al manifestarle amabilidad.
Recuerda: pagar bien por mal es divino (ver Romanos 12:17). Así que, sé divino.
En todo sentido, vive la vida para que todos digan de ti que has «estado con Jesús».