Sin embargo los hombres raramente hablan claro en respuesta a lo que las mujeres no entienden de ellos. Por ello hemos preguntado a los hombres: ¿Qué creen ustedes que las mujeres verdaderamente no entienden respecto a los hombres? Veamos un resumen de las respuestas recibidas:
“Nosotros creemos que las mujeres no entienden por completo que los hombres son diferentes a ellas. Ellas aparentan darse cuenta que son diferentes a nosotros, pero no entienden cuán diferente somos a ellas y que es bueno que seamos diferentes. La diferencia no es algo negativo. No nos olvidemos de que Dios nos creó diferentes para un propósito. Y es bueno. No queremos ser como las mujeres.”
“Nosotros somos competidores. Nuestras luchas son causadas por nuestra búsqueda conjunta de un equilibrio. Nos esforzamos en encontrar un equilibrio entre combatir enemigos, proveer, cazar, triunfar, etc. Y ser sensibles, atentos, accesibles, cariñosos, etc. Estos dos conceptos parecen ser opuestos. El mundo nos pide ser duros, fuertes, y tenerlo todo bajo control. Sin embargo, nosotros queremos ser sensibles, disponibles y dispuestos a dar”.
“También luchamos para tener un equilibrio entre el trabajo y la familia. La vida familiar toma su tiempo. El trabajo toma su tiempo. Ambos exigen mucha energía, sacrificio y empeño. Ambos requieren asuntos personales. Nosotros los hombres estamos sometidos a exigencias máximas. Necesitamos reponer nuestras energías -nuestras energías físicas, mentales y espirituales. Sin embargo, seguimos luchando porque queremos dar el 110% en cada área de nuestras vidas.”
“Las mujeres generalmente no disfrutan de los mismos pasatiempos e intereses que nosotros, pero queremos que sepan que necesitamos estos desahogos. Nos ayudan a olvidarnos del trabajo. Necesitamos olvidarnos de él de vez en cuando. Cuando jugamos con las mujeres de nuestras vidas, con frecuencia sólo queremos jugar, no hablar”.
“Anhelamos ser apreciados por lo que somos especialmente en nuestro hogar. Queremos sentir en nuestro hogar un amor incondicional, no solamente amor por lo que hacemos. Nosotros luchamos con esto todo el día en nuestro trabajo. Cuando regresamos a casa no siempre queremos escuchar cuán duro trabajaron nuestras esposas. Necesitamos escuchar algunos tiernos cumplidos, ¡no sólo quejas!”
“¿Entienden las mujeres realmente cómo nos sentimos respecto a la responsabilidad de hacer que las cuentas cierren? Su forma de proceder indica que no. Nos sentimos encargados de proveer para la familia, ya sea que nuestras esposas trabajen o no. Muchos de nosotros tememos disgustar a la familia y fracasar en nuestros roles de protector, proveedor, padre, guía de la familia y cabeza espiritual.”
“Es realmente duro ser un hombre, especialmente el hombre que Dios espera que yo sea. Existe para mí una gran cantidad de presión interna si verdaderamente quiero ser un hombre de Dios, un guía para mi familia, un esposo bueno, tierno, amante y comprensivo. Un padre dulce, sabio, accesible y compasivo; un trabajador diligente y modelo; un amigo confiable, atento y responsable. Estas son sólo algunas de las responsabilidades de un hombre piadoso que se suma al hecho de estar comprometido verdadera y totalmente a amar, servir y obedecer a Dios.”
Siguen muchas respuestas e inquietudes generadas en la consulta, pero, llegamos ahora al tema del cual siempre estamos hablando: de emociones, sentimientos, o como ustedes lo quieran llamar. Aquí existe una confusión, tanto para los hombres como para las mujeres. Somos seres emotivos. No somos tan insensibles como tradicionalmente nos han catalogado, pero tenemos dificultad en movernos de la parte lógica o lineal de la mente emocional –esto es si somos hombres con conformación cerebral izquierda- Tampoco somos todos de conformación cerebral izquierda. En nuestras vidas necesitamos relacionarnos emocionalmente con las mujeres. Ellas tienden a catalogarnos como solitarios. Esto no es verdad, a veces estamos solos, pero no somos solitarios. Hay dos razones del por qué los hombres guardan sus profundas emociones dentro de sí mismos: una es que quieren evitarles pena y resguardarlas del dolor; la otra es que tememos que se nos diga qué debemos hacer o ser interrogados respecto a lo que hemos compartido.