Procesos que Cambian la Vida

Los procesos que cambian la vida no siempre son fáciles, pero en ellos Dios nos moldea para parecernos más a Cristo.

Procesos que cambian la vida requieren paciencia y fe, porque la obra de Dios en nosotros es progresiva. Aunque a veces no entendamos lo que sucede, podemos confiar en que Él está trabajando para nuestro bien. No somos los mismos de ayer, ni seremos los mismos mañana, porque Dios sigue obrando en nuestro corazón y en nuestro caminar con Él.

Voy a leer un pasaje de mis favoritos en el Nuevo Testamento, 2 Corintios 3:18: “Pero todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Espíritu del Señor”.

Quiero hablarles esta tarde acerca del tema: Procesos que cambian la vida.

La vida como un proceso:

Así como la vida natural es una cadena de procesos que vivimos para pasar desde la niñez hasta una vida adulta, en donde somos independientes y productivos, la vida espiritual también es un proceso o una cadena de procesos por los que pasamos.

Es a través de esos procesos, de esos tratos de Dios con nosotros y de nuestra respuesta a esos tratos, que maduramos y comenzamos a reflejar, como dice el pasaje, más y más la gloria de Dios en nuestras vidas, es decir, la imagen de Jesús en nosotros.

Sin embargo, al leer este pasaje, muchas veces me he quedado pensando: ¿Qué querrá decir exactamente eso de que vamos “de gloria en gloria”? ¿Qué significa ese progreso espiritual? La respuesta es que vamos de un lugar en donde conocemos a Dios y lo experimentamos hasta cierto nivel, a un lugar de mayor madurez, de mayor fruto, de mayor sanidad y de mayor poder en el Espíritu Santo en nuestras vidas.

Pero esos lugares de crecimiento no se dan sin pasar por transiciones, sin pasar por procesos que a veces son difíciles.

Transiciones en los procesos que cambian la vida

Algunos de nosotros hoy estamos en un momento muy bueno: hemos pasado ya de una gloria pasada a algo mejor. Pero otros estamos apenas saliendo de un capítulo y no sabemos cómo se verá el próximo. Nos quedamos en medio de transiciones, dejando lo familiar para ir a lo desconocido.

Algunas de esas transiciones son fáciles, como dejar atrás un capítulo de la vida que no nos gustaba, una situación o relación dañina. Pero otras veces, estamos solos después de estar en familia, y no sabemos cómo se ve el futuro. Cuando ese “en medio” se alarga, nos preguntamos si Dios está en control, si vamos a llegar a alguna parte, si este proceso va a terminar.

La Escritura nos dice que sí, que el fin es llegar a la madurez y a ver la gloria de Dios reflejada en nuestras vidas. Pero la esperanza la encontramos en cómo llegar a ese punto nuevo. El pasaje que leímos habla de una transición poderosa: la transición de la ley de Moisés a la gracia de Cristo.

Cuando Moisés bajó del Sinaí con las tablas de la ley, su rostro brillaba con la gloria de Dios, pero ese brillo se desvanecía con el tiempo. Moisés se ponía un velo para que la gente no notara que el brillo se apagaba. Ese velo simbolizaba el pacto antiguo, que no podía llevarnos a un lugar de mayor gloria. Pero Cristo vino y quitó el velo, rompiéndolo en dos cuando murió en la cruz. Ahora, por el Espíritu Santo, somos transformados de gloria en gloria, reflejando la imagen de Jesús.

Tres claves para la transformación espiritual: En este pasaje, veo tres claves de transformación espiritual que quiero compartir:

Descubrir nuestro rostro (honestidad):

El apóstol dice que nosotros, “a cara descubierta”, es decir, sin velos, estamos siendo transformados. Esto implica honestidad para reconocer que no estamos donde quisiéramos estar o donde Dios quiere que estemos. Necesitamos examinarnos a nosotros mismos y preguntarle a Dios: “Señor, examíname, conóceme, examina mis pensamientos”. Este es un llamado a la humildad y al arrepentimiento, a quitar los velos que nos impiden ver nuestra necesidad de cambio.

El poder de la contemplación (adoración):

El pasaje habla de “contemplar como en un espejo la gloria del Señor”. Hay un poder transformador en la adoración, en la oración y en la meditación de las Escrituras. Cuando nos detenemos a contemplar a Dios, a través de Su Palabra y en Su presencia, somos transformados. La contemplación no es solo entretenimiento; es un encuentro profundo con Dios que nos cambia desde adentro.

La sinergia de una familia (comunidad):

El pasaje dice “todos nosotros”. Esto nos recuerda que la transformación no es solo individual, sino que también ocurre en comunidad. En la iglesia, en la familia espiritual, encontramos apoyo, ánimo y corrección. Juntos, somos transformados de gloria en gloria, reflejando la imagen de Cristo.

Conclusión:
Estamos en un proceso de transformación, y aunque a veces los procesos son difíciles, la promesa de Dios es que Él nos llevará de gloria en gloria. Necesitamos honestidad para reconocer nuestras áreas de crecimiento, dedicación para contemplar a Dios en adoración y comunidad para apoyarnos unos a otros en este camino. Así, reflejaremos cada vez más la gloria de Dios en nuestras vidas, hasta que un día lo veamos cara a cara.

Danilo Montero
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