El Salmo 150, alabar a Dios con instrumentos de música, es una exaltación final que nos invita a celebrar Su grandeza con júbilo y adoración.
Hemos llegado a la última cumbre de esta cordillera de los Salmos. Se eleva a gran altura en el claro azul del cielo, y sus laderas están bañadas por la luz del sol del mundo eterno de la adoración. Es un éxtasis. El poeta profeta está lleno de inspiración y de entusiasmo. No discute, no explica, no enseña, sino que prorrumpe en «¡Alabad a Dios! ¡Alabad a Dios!» C. H. S.
Salmo en conjunto: El Salmo anterior termina con un coro de alabanza a Dios, en el cual el poeta llama no solo a todo el pueblo, sino también a todos los instrumentos de música sagrada, así como a todos los elementos y todas las estrellas, para que, en armonía, se unan al mismo. Es un final sublime de esta obra de sesenta años, la cual ha sido cantada a lo largo del tiempo por el pastor, luego por el héroe, más tarde por el rey y, finalmente, por el anciano.
Por otro lado, en este Salmo final, vemos el mismo entusiasmo casi inarticulado del poeta lírico; de hecho, las palabras se agolpan en sus labios con tal celeridad que flotan hacia arriba, a Dios, su fuente, de la misma manera que el humo del gran incendio del alma avivado por la borrasca. En este punto, vemos no solo a David, sino, más aún, al corazón humano mismo con todas las notas que le ha dado Dios: aflicción, gozo, lágrimas y adoración. Así, esta poesía santificada alcanza su expresión más elevada, convirtiéndose en un vaso de perfume derramado en los peldaños del Templo y esparciendo su fragancia desde el corazón de David hasta el corazón de toda la humanidad.
William Plumer
Todo el Salmo: El primer Salmo y el último tienen los dos el mismo número de versículos, y los dos son cortos y memorables; pero el objetivo de los mismos es muy distinto; el primer Salmo es una instrucción elaborada respecto a nuestro deber, nos prepara para los consuelos de nuestra devoción; éste es todo éxtasis y arrobamiento, y quizá fue escrito con el propósito de ser una conclusión de estos cantos sagrados, para mostrar cuál es el designio de todos ellos, a saber, el de ayudamos a la alabanza a Dios. Matthew Henry
Versículo 2. Alabadle conforme a la inmensidad de su grandeza.
No hay nada que sea pequeño en lo que se refiere a Dios, y no hay nada grande aparte de El. Si tuviéramos siempre cuidado en hacer nuestra alabanza apta y apropiada para nuestro gran Señor, ¡cuánto mejor cantaríamos! ¡Con cuánta más reverencia deberíamos adorar! Sus proezas excelentes requieren una alabanza excelente. C. H. S.
Versículo 4. Alabadle con instrumentos de cuerda y con flautas.
Muchos hombres, muchas mentes, y éstas tan diferentes como las cuerdas de las flautas; pero sólo hay un Dios, y a este Dios hemos de adorar todos. Las flautas eran instrumentos de viento de varios tipos, y los piadosos pastores los usaban para engrandecer a su Dios. C. H. S.
Versículo 3, 4, 5. Como dice sobre estos versículos san Agustín: «No se omite aquí ninguna clase de facultad. Todas se ponen a contribución para alabar a Dios.» El aliento es empleado para soplar la trompeta; los dedos son usados en los instrumentos de cuerdas como el salterio y el arpa; toda la mano para golpear el tamboril; los pies para moverse en la danza; hay instrumentos de cuerda; hay el órgano (ugab, syrinx) compuesto de tubos como flautas variados, y combinados, y los címbalos, que resuenan el uno contra el otro. C. Wordsword
La pluralidad y la variedad de estos instrumentos eran apropiadas para representar las diversas condiciones del hombre espiritual, y la grandeza del gozo que se encuentra en Dios, y para enseñar qué estímulo ha de haber de los afectos y potencias de nuestra alma, y del uno al otro, para la adoración a Dios; qué armonía debe haber entre los que adoran a Dios, qué melodía debe entonar cada uno al cantar a Dios con gracia en su corazón, y para mostrar la excelencia de la alabanza a Dios, que ningún instrumento, o medio de expresión cualquiera, puede proclamar de modo suficiente. David Dickson
Patrick tiene una nota interesante sobre los muchos instrumentos de música del Salmo ciento cuarenta y nueve, que podemos citar aquí: «Los antiguos habitantes de Etruria usaban la trompeta; los arcadios, el silbato; los de Sicilia, el pandero; los de Grecia, el arpa; los tracios, la corneta; los lacedemonios, la flauta; los egipcios, el tambor; los árabes, el címbalo (Clem., Paedag. ii:4).» ¿No podemos decir que en esta enumeración de instrumentos musicales del Salmo hay una referencia a la variedad que existe entre los hombres en el modo de expresar el gozo y estimular el sentimiento? Andrew A. Bonar
Versículo 6. Todo lo que respira, alabe a JAH.
«Que todo lo que respira le alabe»; esto es, todo ser vivo. El les dio aliento; que este aliento se transforme en alabanza a El. Su nombre está compuesto en el hebreo, más bien, de, exhalaciones que de letras, para mostrar que todo aliento viene de El; por tanto, úsese para El. Unámonos, todas las criaturas vivientes, en el Salmo eterno. Pequeñas o grandes, no escatimemos nuestra alabanza. ¡Qué día será cuando todas las cosas, en todos los, lugares, se unirán para glorificar al único Dios vivo y verdadero! Este será el triunfo final de la iglesia de Dios. C. H. S.
No hay nada en el Salterio más majestuoso o más hermoso que este breve pero significativo final, en el cual predomina la solemnidad en el tono, sin perturbar en nada el entusiasmo y alegría que la conclusión del Salterio tiene por designio producir, como si fuera una alusión simbólica al triunfo que espera a la iglesia y a todos sus miembros cuando, después de muchas tribulaciones, entren en su descanso. Joseph Addison Alexander
¡Aleluya! ¡Alabad al Señor! Una vez más, «Aleluya!». Así termina el Salmo con una nota de alabanza; y así termina el Libro de los Salmos con unas palabras de extática adoración. Lector, ¿no quieres hacer una pausa y adorar al Señor tu Dios? ¡Aleluya! C. H. S.