Adonías o el Rebelde Vencido

Adonías tenía un hermoso nombre, Mi Señor es Jehová, pero tenía el corazón repleto de una soberbia que mataba toda gracia. La tormentosa vida de David estaba llegando a su fin. Bosquejo bíblico para predicar de 1 Reyes 1:5-9




ADONÍAS, O EL REBELDE VENCIDO
1 Reyes 1:5-9, 41-53

«Al borde de una eterna miseria El hombre dudando está. Mas entretanto con plumas de orgullo, Ufano, los brazos cruzados en autoadmiración y sereno, De autoconfianza revestido»
WILLIAMS

Adonías tenía un hermoso nombre, «Mi Señor es Jehová», pero tenía el corazón repleto de una soberbia que mataba toda gracia. La tormentosa vida de David estaba llegando a su fin.

El atractivo Absalón había sido repentinamente cortado en medio de su vanagloriosa carrera. Ahora el apuesto Adonías aspira al trono de su padre. Como muchos otros hijos hermosos, evidentemente había sido medio echado a perder por la indulgencia de su padre (v. 6; Pr. 29:15).

I. Veámosle ensalzado. «Adonías… se ensalzó, diciendo: ¡Yo seré rey!» (v. 5).


«El que se ensalza será humillado» (cf. Lc. 18:14). La mentira de Satanás: «Seréis como Dios» (Gn. 3:5), es siempre un cebo tentador para el corazón soberbio. Se preparó carros y jinetes, y preparó el gran banquete de soborno, pero «no convidó... a Salomón su hermano».

Pero aquel al que no se le permitió tomar parte en todos sus planes y propósitos fue el escogido por Dios para prevalecer. Es siempre el camino del pecador ensalzarse a sí mismo, con exclusión de Aquel a quien Dios ha enviado para bendecir (Hch. 3:26). «Antes de la caída es la soberbia».

II. Veámosle ignorado. David dijo: «Salomón reinará después de mí» (v. 30).


«Y tocaron trompeta, y dijo todo el pueblo: ¡Viva el rey Salomón!» (v. 39). Mientras Adonías se ensalzaba a sí mismo, Salomón, el menospreciado y rechazado, estaba siendo ensalzado y ungido por sacerdote y profeta (v. 45). Hay otro Rey, un Jesús, cuyo es el derecho de reinar, y a quien Dios ha exaltado como Señor sobre todas las cosas, bendito para siempre.

Todos los que se exalten a sí mismos contra Él descubrirán que sus reivindicaciones y pretensiones serán tan totalmente descontadas por Dios como lo fueron las de Adonías por David. Los que, en la soberbia de su autoconfianza, se exaltan contra el Cristo de Dios, se despertarán de cierto al final para descubrirse rebeldes y mentirosos, engañados y derrotados.

Que los que quieran ser independientes recuerden que hay Otro que es totalmente independiente de la independencia de ellos.

III. Veámosle despertado.


Para Adonías tiene que haber sido un choque terrible cuando Jonatán irrumpió apresuradamente con las nuevas de que «Ciertamente nuestro señor el rey David ha hecho rey a Salomón; … más aún, Salomón se ha sentado en el trono del reino» (vv. 42-46).

Jonatán fue un mensajero fiel: dijo toda la verdad, sin esconder nada. Y si su mensaje hirió al joven pretendiente en lo más hondo de su ser, demostrándole que era un rebelde autoengañado, no tenía la culpa de ello.

El Evangelio que fue olor de vida para los seguidores de Salomón fue olor de muerte para Adonías y sus partidarios (v. 49). La moraleja es clara. Jesús está sentado en el Trono de su Padre. Todos los que se exaltan contra Él son rebeldes. El mensaje es: «El que no cree ya ha sido condenado». Saúl, de camino a Damasco, tuvo un despertar tan brusco como el de Adonías (Hch. 9:3-5).

IV. Veámosle salvado. Aquí podemos observar-


1 LA CAUSA CONSTREÑIDORA. Adonías temió de la presencia de Salomón (cf. v. 50).

¿Cómo no iba a temer? El que ha sido llevado a verse como ajeno a los buenos propósitos de Dios tiene desde luego razones para temer. No hay ningún ser viviente bajo el cielo que no busque la seguridad cuando siente temor.

Los que se burlan del pensamiento de ser salvos por medio del temor generalmente no tienen objeciones a abrir el paraguas por temor de mojarse cuando comienza a llover. Cuando hay un verdadero sentido de peligro, habrá temor. «Noé, movido de reverente temor, preparó un arca» (He. 11:7).

2 EL LUGAR DE REFUGIO. «Se asió de los cuernos del altar» (v. 50).

Ni el altar ni sus cuernos le habrían atraído mucho antes que el temor a la muerte se hubiera apoderado de él. Se precisa de un sentimiento de pecado y de culpa para hacer que el lugar de la expiación sea deseable y precioso.

«La predicación de la Cruz es necedad para los que perecen, pero para el alma convicta de pecado es el “poder salvador de Dios”.» Al asirse de los cuernos del altar se ataba a sí mismo, por así decirlo, como sacrificio a Dios (Sal. 118:27).
«Ningún otro refugio tengo, Mi impotente alma a Ti se aferra.»

3 LA VIDA CAMBIADA. «Y él vino, y se inclinó ante el rey Salomón» (v. 53).

En el versículo 5 lo vemos «ensalzándose», pero ahora «se inclinó». El rebelde se transforma repentinamente en un siervo. Salomón, el rey de paz, lo envía con paz. Ha encontrado la paz con el rey por medio del altar del sacrificio.

La vida que estaba perdida debido al pecado ha sido ahora salvada por la gracia, para que llegara a ser el siervo de justicia (Lc. 1:74, 75).






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