El Arca de Dios en Manos de los Filisteos

Mientras los jubilosos filisteos se llevaban el arca como trofeo, poco se pensaban ellos que estaban atrayendo sobre sí mismos el juicio de Dios.




EL ARCA DE DIOS EN MANOS DE LOS FILISTEOS. Bosquejos Bíblicos para Predicar 1 Samuel 5, 6

Mientras los jubilosos filisteos se llevaban el arca como trofeo, poco se pensaban ellos que estaban atrayendo sobre sí mismos el juicio de Dios. El arca, como la Biblia, puede ser letra muerta para algunos, pero en manos del Espíritu Santo es una espada de dos filos.

Es siempre una cosa solemne y crítica ser puesto en contacto con aquella presencia y poder de los que el arca era el símbolo visible, aquel poder que da muerte y vivifica, que abate y enaltece (2:6-8). Las experiencias de los filisteos, con el Arca del Pacto, son muy semejantes a las de los impíos que están ahora bajo el poder del Evangelio de Cristo.

I. Su religión quedó totalmente trastornada. «He aquí que Dagón había caído postrado en tierra delante del arca de Jehová; y la cabeza de Dagón y las dos palmas de sus manos estaban cortadas sobre el umbral» (vv. 3, 4). Pusieron el arca en el templo de su dios, pensando en guardar a ambos. Pero Dios y Dagón no pueden regir en la misma casa. «Nopodéis servir a Dios y a Mamón».


Cuando Cristo entra, todas las falsas teorías y opiniones de los hombres tienen que caer. El Dagón del yo puede permanecer erguido, y demandar todo el homenaje y adoración, hasta que entra el Arca de la Verdad de Dios en el templo del corazón, y entonces Dagón tiene que caer postrado sobre su rostro delante del Señor, y verse privado tanto de su cabeza como de sus manos.

Hasta que el yo no quede completamente quebrantado, será puesto en pie una y otra vez. Los hombres siguen pensando que tienen que hacer muchas y grandes cosas para merecer la salvación de Dios; pero cuando entran en presencia de Cristo, el Arca, sus exaltados pensamientos e imaginaciones tienen que caer delante de Él.

II. Fueron severamente heridos. «Y se hizo pesada la mano de Jehová… con gran quebrantamiento, y afligió a los hombres… y los que no morían, eran heridos de tumores» (vv. 6, 12). No solo quedó destruido el dios de ellos, sino que ellos mismos se vieron afligidos por dolorosos tumores. El Arca de su presencia no da consuelo ni aliento a los que son sus enemigos, nada sino las heridas y los golpes de la convicción y de la humillación.

«Cuando Él el Espíritu de Verdad venga, redargüirá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en Mí…» (Jn. 16:8, 9). El Evangelio será olor de muerte allí donde no sea olor de vida. El Arca del Señor es una terrible posesión para los inconversos.

III. Se sintieron totalmente perplejos. «¿Qué haremos del arca de Jehová?» (6:2). La habían enviado de ciudad en ciudad, tratando de librarse de ella pacíficamente, pero ello solo aumentó los sufrimientos y alarma de ellos. Aquí recordamos solemnemente como otros, muchos años después, intentaron librarse de Jesucristo, la verdadera Arca de Dios, hasta que Pilato, casi con las mismas palabras de los filisteos, dijo: «¿Qué, pues, haré de Jesús?».

Pablo estaba en el papel de estos turbados enemigos de Dios cuando coceaba contra las aguijadas de la Palabra de Verdad (Hch. 9:5). Hay una pregunta tremendamente importante que sigue apremiando con una urgencia turbadora a los impíos a los que ha llegado el Evangelio. ¿Cómo vas a librarte de las demandas de Dios y de su Cristo? ¿Te someterás, o rehusarás?

IV. La enviaron fuera. Hicieron un carro nuevo, pusieron sobre él el arca, y la enviaron fuera junto con una ofrenda por la culpa (vv. 7, 8). ¡Supongamos que lo leyéramos así: «Hicieron una cruz nueva, lo pusieron en ella, y como ofrenda por la culpa lo enviaron fuera»! Los filisteos no estaban dispuestos a que esta arca gobernara sobre ellos. Fuera con ella.

Cristo, como el arca, fue entregada por instigación de los principales sacerdotes (6:2). La presencia de la santa arca del pacto de Dios testificaba contra ellos, pero no hubo arrepentimiento por el pecado, ni ruego de clemencia, sino un creciente anhelo de volver a su anterior condición de carencia de arca. Sentían que no podían guardarla y continuar como eran. O bien debían enviar el arca fuera, o bien reconciliarse con Dios. ¿Cómo escaparemos si tenemos en poco una salvación tan grande?

V. Tuvieron una clara evidencia de su carácter divino. «Y observaréis; si sube por el camino de su tierra a Bet-semes, él nos ha hecho este mal tan grande; y si no, sabremos… que esto ocurrió por casualidad… Y las vacas se encaminaron por el camino de Bet-semes, y seguían por él derechamente, sin apartarse ni a derecha ni a izquierda» (vv. 9-12). Así, tuvieron otra prueba, en su forma de volver al hogar, de que el Señor Dios de Israel estaba con ella, y que había estado tratando con ellos por medio de ella.

Bien hubieran podido decir lo que dijo el centurión, cuando vio la forma en que el rechazado Salvador de los hombres había vuelto al hogar: «Verdaderamente éste era el Hijo (Arca) de Dios» (Mr. 15:39). El Evangelio de Dios sigue siendo como el «Arca del Pacto» entre los hombres. Se siguen obrando portentos por medio de él, falsos sistemas religiosos caen delante de él, y los enemigos del Señor son heridos de terror en su presencia. Mediante sus obras afirma su propia divinidad.

Pero muchos, aunque plenamente convencidos de que es de Dios, lo tratan como los filisteos trataron el arca: rehusan ceder ante sus demandas, y educadamente lo envían fuera con una ofrenda, y permanecen enemigos de Dios.





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