EL GRAN PRECIO DE LA SABIDURÍA

Cristo es la sabiduría de Dios, y para los que creen Él es precioso. Aquellos que se han revestido de Cristo tienen un adorno tal que todas las glorias materiales de la tierra no se pueden comparar con él.




EL GRAN PRECIO DE LA SABIDURÍA Bosquejos Biblicos para predicar de Proverbios 3:13

Proverbios 3:13-20

Cristo es la sabiduría de Dios, y para los que creen Él es precioso. Aquellos que se han revestido de Cristo tienen un adorno tal que todas las glorias materiales de la tierra no se pueden comparar con él. «Más preciosa es que las piedras preciosas». En base de estos versículos podemos aprender algo de su

I. Grandeza. «Jehová fundó la tierra con sabiduría» (v. 19). «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios… Todas las cosas por medio de Él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho» (Jn. 1:1-4).

«¡Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría». Dios creó por medio de Jesucristo (Ef. 3:9). Dios redimió por medio de Jesucristo.

II. Riquezas. «Largura de días hay en su mano derecha; en su izquierda, riquezas y honra» (v. 16). Los tesoros de la verdadera Sabiduría son los tesoros que pertenecen a Jesucristo. «Largura de días», «Riquezas», «Honra». La vida eterna, las riquezas inescrutables, y la Diestra de Dios.

En Él está la vida, y los tesoros de la Sabiduría y del conocimiento, y toda la plenitud de Dios; está coronado de gloria y honra. Con larga vida satisface Él a aquellos a los que Él les ha mostrado su Salvación (Sal. 91:16).


III. Influencia. La Sabiduría tiene una poderosa influencia.

1. Sobre el CORAZÓN. «Dichoso el hombre que halla la sabiduría» (v. 13). El yugo de la Sabiduría es cómodo, y su carga es ligera. Hallar la Sabiduría de Dios es hallar reposo para el alma, luz para los ojos y gozo para el corazón.

Hallar la sabiduría es hallar la voluntad santa, gloriosa, y totalmente vencedora y la misericordia de Dios. Un hombre no puede hacer tal hallazgo sin ser renovados en la totalidad del hombre interior.

2. Sobre la VIDA. «Su ganancia es mejor que la ganancia de la plata» (v. 14). Aquellos que hallan la Sabiduría hallan un nuevo objeto en la vida, y una nueva esfera de acción. Es más provechoso comerciar con Cristo y trabajar por Él que las mejores inversiones que se puedan hacer sobre la tierra. «Sus rentas [son] mayores que las del oro fino.»

III. Deseabilidad. «Todo lo que puedes desear, no se puede comparar a ella» (v. 15). No te es posible desear nada
mejor que esto. Pablo sabía esto cuando dijo: «Cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo».

Uno puede desear grandes y múltiples cosas, pero el afecto del corazón nunca puede ser puesto en un objeto más digno y necesario que la Sabiduría de Dios revelada en su Hijo Amado. Los caminos de la Sabiduría «son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz» (v. 17).

Por la fe Moisés deseó la mejor parte, cuando estimó el vituperio de Cristo mayores riquezas que los tesoros de Egipto. Cristo es el don de Dios: codiciad este mejor de todos los dones.

Los que le tienen a Él, aunque pobres, pueden hacer ricos a muchos, como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo. «Lo principal es la sabiduría: adquiere sabiduría, y con todo lo que obtengas adquiere inteligencia. Estímala, y ella te ensalzará» (4:7-8, BAS).

IV. Accesibilidad. «Ella es árbol de vida para los que de ella echan mano» (v. 18). ¿Cómo puedo yo, tan débil e insensato, llegar a alcanzar la Sabiduría? No es para eruditos, sino para pecadores. Echa mano de la vida eterna.

No es solamente vida para los que echan mano de ella, sino árbol de vida, una fuente de agua subiendo; no solo una corriente de bendición, sino una fuente dentro: ¡Accesible! Sí. Todo el que quiera, puede venir.

Al que a mí viene, de ningún modo echo fuera. Inclina tu oído a la sabiduría, y aplica tu corazón; porque con el corazón el hombre cree para justicia (ver 2:1-6). Ahora, pues, «retén el consejo, no lo dejes; guárdalo, porque eso es tu vida» (4:13). «Oh hombres, a vosotros clamo; dirijo mi voz a los hijos de los hombres» (8:4).





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