El Pan y la Copa

En la noche de tu terrible prueba, Cuando se avecinaba Getsemaní, Del traidor el beso, del amigo la negación, La cruz de vergüenza y la lanza que te traspasó. Tu diste estos símbolos santos De tu sacrificio y amor.




El Pan y la Copa. Bosquejos Bíblicos para Predicar Marcos 14:22-25

«En la noche de tu terrible prueba, Cuando se avecinaba Getsemaní, Del traidor el beso, del amigo la negación, La cruz de vergüenza y la lanza que te traspasó. Tu diste estos símbolos santos De tu sacrificio y amor; Pusiste la mesa para la más humilde Anticipación de la gloria celestial».

Los actos de Jesús son tan significativos como sus palabras, especialmente aquellos actos en el aposento alto, mientras entregaba los símbolos de su propio cuerpo y Sangre el día antes de su crucifixión. Como uno que va a morir, convoca ahora a sus amigos mientras expresa su última voluntad y testamento.

I. El pan como símbolo de su cuerpo. «Jesús tomó un pan, habiendo bendecido, lo partió, se lo dio, y dijo: Tomad; esto es mi cuerpo.» El símbolo es hermoso, haciendo referencia a los sufrimientos de Cristo en su cuerpo por la vida y salvación del hombre. «El pan que Yo daré es mi carne, la cual Yo daré por la vida del mundo. Si no coméis la sangre del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» (Jn. 6:53).

1 LO TOMÓ. Fue su propio acto voluntario. Tomó sobre Sí la semejanza de la carne de pecado. Él era Dios manifestado en carne. Al asumir un cuerpo visible estaba tomando sobre Sí aquello que iba a ser «vida para el mundo». Esto lo hizo en su encarnación, un acto de humillación pero de glorificación para Dios.

2 LO BENDIJO. Esto es, al tomarlo, lo consagró y santificó. Su cuerpo vino a ser santo, idóneo para ser ofrecido en sacrificio a Dios. Fue bendecido por el Santo Espíritu que moraba en Él en una vida de intachable servicio a Dios. Bendito con infinita bendición.

3 LO PARTIÓ. Al dar el pan partido a sus discípulos creyentes les indicó así que el otorgamiento de la virtud salvadora de su cuerpo partido está en sus propias manos. «Yo les doy vida eterna [a mis ovejas]». No hay ningún otro Nombre debajo del cielo. Éste es mi cuerpo que es dado por vosotros. Aquí se enseña claramente la sustitución.


II. La copa como símbolo de su sangre. La vida está en la Sangre. Al derramar su Sangre Él derramó su alma hasta la muerte.

1 ÉL TOMO LA COPA. La copa de dolor y sufrimiento puesta en su mano por su amante y justo Padre. No podemos decir todo el significado de sus palabras cuando dijo: «Padre mío, si es posible pase de Mí esta copa; sin embargo, no se haga como Yo quiero, sino como Tú»; no podemos alcanzar honduras tan insondables. Esta copa significó para Cristo infinitamente más de lo que puede significar para nosotros; Él gustó la muerte por todos.

2 DIO GRACIAS POR ELLA. ¡Selá! Pausemos y meditemos. Él dio gracias por la copa que era el mismo símbolo por Él dado de su agonía y terrible muerte. ¡Oh, las profundidades de su gracia! Gracias al Padre por el privilegio de sufrir y morir en lugar del pecador. ¡Qué amor! En esto consiste el amor. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios.

3 Y LES DIO. Pablo nos dice que fue después de haber cenado que les dijo: «Haced esto» (1 Co. 11:25). Después de su muerte expiatoria viene el don de la vida. El dar la copa sugiere también su deseo de que entremos en «la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a Él en su muerte» (Fil. 3:10). «¿Podéis beber la copa que Yo bebo?»

4 Y BEBIERON DE ELLA TODOS. «La copa que Yo bebo, beberéis » (Mr. 10:39). Y lo hicieron, al venir a ser mártires por su causa. Si alguno me sigue, que tome su cruz. El que pierda su vida por mi causa, y por la del evangelio, la salvará. Beber de esta copa es llevar en el cuerpo la muerte del Señor Jesús, para que también se manifieste en el cuerpo la vida de Jesús (2 Co. 4:10). Estoy crucificado con Cristo, pero vivo. Los participantes de los padecimientos de Cristo serán dichosos cuando sea revelada su gloria (1 P. 4:13).

Al observar la Cena del Señor no somos llamados a recordarlo como Maestro, ni como Ejemplo, sino como nuestro SACRIFICIO, para anunciar su muerte hasta que Él venga. Éste es mi cuerpo dado POR VOSOTROS, tomad, comed. Vosotros, los culpables hijos de los hombres, aceptad esta gran obra de la expiación, y repartidla entre vosotros (Lc. 22:17).





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