El Profeta Daniel, un Hombre de Fe

Debido a un sueño, el espíritu del rey se turba sobremanera y exigió a sus sabios que se la dieran a conocer, para ellos era imposible, pero era una oportunidad para que el Dios de Daniel manifestara su sabiduría y poder




DANIEL, UN HOMBRE DE FE
Daniel 2:16-28

Los placeres de los impíos se estropean fácilmente. Debido a un sueño, el espíritu del rey se turba sobremanera.

La visión se había desvanecido de su mente, y exigió a sus sabios que se la dieran a conocer (v. 5). Una cosa que para ellos era imposible (v. 10), pero una nueva oportunidad para que el Dios de Daniel manifestara su sabiduría y poder.

I. La fe, ejercitada. Parece como si los verdugos estaban ya listos para cumplir el loco decreto del rey (v. 5) cuando Daniel «entró y pidió al rey que le diese un plazo para declarar la interpretación al rey» (v. 16).

¿Cómo sabía que iba a triunfar en ello? Él creía que su Dios lo sabía todo, y que entrando en estrecho contacto con Él, le sería dada la sabiduría de Dios. Al que cree, todas las cosas son posibles. Pablo podía decir: «Tened buen ánimo, porque yo confío en Dios» (Hch. 27:25).

II. Respuesta a la oración. «Entonces le fue revelado a Daniel el misterio en visión de noche» (v. 19). Daniel invitó a sus amigos a una noche de oración.

Ellos pusieron la cuestión delante del Dios del Cielo, y entonces les fue revelada la cuestión. La oración no trae a Dios abajo a nuestros pensamientos y acciones, sino que trae nuestros pensamientos y acciones arriba a Él. El contacto con Dios significa ser hecho a semejanza de Dios.

III. Acción de Gracias. Daniel dijo: «Bendito sea el nombre de Dios de siglos en siglos. Él hace alternar los tiempos… da la sabiduría… revela lo profundo y lo oculto» (vv. 20-23). Si oráramos más, alabaríamos más. Los secretos del Señor están con aquellos que le temen. Allégate a Él, y Él se allegará a ti.

IV. Un testimonio dado. «Hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios. y a mí me ha sido revelado este misterio, no porque en mí haya más sabiduría que en todos los vivientes…» (vv. 28-30). ¡Qué consolación! La puerta a este favor queda abierta para todos. El Espíritu Santo ha sido dado para conducir en la verdad. Él lo escudriña todo, hasta las cosas profundas de Dios.






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