El Propósito y el Resultado de la Venida de Cristo

Hay huestes del pecado y de maldad que deben ser atacadas, y la Palabra de Dios es el arma que El pone en nuestras manos. Hay un llamamiento a voluntarios, ¿Quién se pondrá del lado del Señor?




El Propósito y el Resultado de la Venida de Cristo bosquejos bíblicos para predicar

«Gloria a Dios en lo más alto; y sobre la tierra paz» (Lc. 2:14).
«No he venido para traer paz, sino espada» (Mt. 10:34).

¡Qué contradicción más acusada parece darse entre estas dos declaraciones! La primera concuerda con todas nuestras ideas acerca del propósito de su venida, y armoniza de manera admirable con muchas otras Escrituras, mientras que la segunda es exactamente lo opuesto.

Algunos podrían sentirse inclinados a pensar: «¿Cuál es la correcta? ¿Cuán debo aceptar?» ¿Que cuál tenemos que aceptar? Pues las dos, porque las dos son ciertas, aunque parezcan tan totalmente diferentes. Esta postura puede parecer ilógica, pero la vida demuestra ciertas muchas proposiciones que la lógica demostraría rápidamente como falsas.

La primera nos habla de su propósito al venir; la segunda, del resultado real de su venida. Esta fraseología es peculiar de la Biblia, en la que en ocasiones se afirma de alguien que hace algo que en realidad solo permite.

Esto no significa que los propósitos de nuestro Señor hayan quedado finalmente torcidos, que Él viniese a dar paz pero que por desgracia sus propósitos no vayan a ser llevados a cabo. Lo que Él ha emprendido lo cumplirá sin duda alguna más tarde o más temprano.


Ahora bien, ¿no hay otra perspectiva acerca de esta cuestión, que a fin de establecer la paz, o en el establecimiento de la paz, se precise de la espada del Espíritu? Hay dos imágenes de nuestro Señor Jesús en la Biblia. La más conocida es aquella en la que el Señor lleva la Rama de Olivo. Vino a hacer la paz mediante la Sangre de su Cruz, y a predicar la paz.

Pero hay otra imagen, y no tan bien conocida, la del Señor con una espada desnuda en su mano. Josué vio al Señor «delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano» (Jos. 5:13). Cristo como Varón de Guerra.

En Apocalipsis 1:16, Juan vio al Señor cuando «de su boca salía una espada aguda de dos filos», enseñando el inmenso poder de su Palabra. El Salvador con quien tenemos que ver es tierno y compasivo. Pero puede matar mediante una palabra.

I. Antes que Cristo pueda establecer su Paz en mi corazón, tiene que desenvainar su Espada: en otras palabras, antes que pueda conocerle como Príncipe de Paz, debo conocerle como Rompedor de la Paz.

El alma inconversa está, por naturaleza, envuelta en una profunda paz, la paz del sueño y de la muerte espiritual. Una paz que es heraldo de la terrible tempestad del Juicio.

Un sueño del que no hay despertar, si somos dejados a nosotros mismos. Él viene a perturbar esta falsa y terrible paz.

Los exploradores del Ártico hablan de los silencios de la región ártica, que acallan el alma. Reina suprema una extraña paz. No hay vida, nada más que una gélida desolación.

Todo está envuelto en el frío abrazo del invierno. Antes que la hermosa y refrescante paz de la Primavera pueda visitar esta región, ha de haber una gran perturbación.

El sol resplandece con sus cálidos y alegres rayos, se derrite el gran campo de hielo, y el resultado es terribles desgarros y crujidos, rompimientos y estallidos como de dinamita.

Igual sucede cuando el Sol de Justicia resplandece sobre las almas envueltas en el frío abrazo de la muerte espiritual: hay perturbación, un rompimiento del silencio de la muerte espiritual.

Para cambiar la metáfora, la Espada del Espíritu que es la Palabra de Dios comienza a dar cortes y mandobles. Pero después de la convicción viene la conversión, tras el arrepentimiento viene la paz por medio de la Sangre de su Cruz.

II. El establecimiento de su Paz en el alma individual significa a menudo el desnudamiento de la espada de la persecución en el hogar, en el taller, o en otros lugares. Cada cristiano puede garantizar la realidad de esto.

Ahí tenemos un hogar mundano, envuelto en paz carnal. Un miembro de la familia se convierte. En el acto se hunde la paz familiar, y comienza la persecución.

El hecho de la presencia de Cristo en aquella vida viene a ser una perturbación, haciendo incómodos a todos. A veces nos preguntamos por qué se ha corrido un velo sobre la vida de nuestro Señor en Nazaret.

Quizá es una misericordia que fuese así. ¿Estaba nuestro Señor hablando aquí por experiencia personal? ¿Hubo allí luchas y contiendas por causa de la presencia de aquel HOMBRE PURO? Hay varios hechos significativos en el Nuevo Testamento.

Sus parientes lo consideraban loco (Mr. 3:21). Hasta su madre y hermanos compartieron este punto de vista. Y en Juan 7:5 se nos informa que sus hermanos no creían en Él. Pero, gracias a Dios, Él da paz a los perseguidos.

III. También es cierto que cada alma salvada es enviada con una espada para hacer la guerra a las huestes del pecado.
Cristo no solo pone paz en mi corazón, sino también una espada en mi mano. La nota guerrera resuena en todas las Epístolas del N.T.

Hay huestes del pecado y de maldad que deben ser atacadas, y la Palabra de Dios es el arma que pone en nuestras manos. Hay un llamamiento a voluntarios, ¿Quién se pondrá del lado del Señor?

IV. Paz de Dios, una paz interior. Esta paz desafía a toda descripción. Sobrepasa a todo pensamiento.

Es aquella serena calma que reposa solo en Dios, y que está dispuesto a comunicarnos. Hay tres pasos para su goce.

1 Viene a ser mía cuando me hago consciente de mi posición en Cristo, cuando descubro que tengo paz con Dios sobre la base de la sangre derramada de Cristo.

2 Profundiza y aumenta según yo crezco en la gracia. Es el fruto del Espíritu (Gá. 5:22), nos viene por la ayuda del Espíritu Santo (Ro. 14:17) y es el resultado de un conocimiento más profundo de Dios (2 P. 1:2) y de una mayor espiritualidad (Ro. 8:6).

3 Sigue al cultivo del hábito de la oración, como se ve claramente en Filipenses 4:7.





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