Éxito del Creyente

Uno de los profundos dichos de Mazzini fue: «La acción es la Palabra de Dios; el pensamiento es solo su sombra». Las acciones hablarán siempre más alto que las palabras




Éxito del Creyente. Bosquejos Bíbicos para Predicar Nehemías 6:10-16

Uno de los profundos dichos de Mazzini fue: «La acción es la Palabra de Dios; el pensamiento es solo su sombra». Las acciones hablarán siempre más alto que las palabras. El corredor no es coronado si no corre legítimamente.

Las pruebas y las tentaciones de Nehemías fueron para él lo que es el fuego del afinador para la plata, o la rueda del lapidario para el diamante. El lustre de su carácter quedó purificado y abrillantado a través de la prueba del sufrimiento. La prueba de vuestra fe es más preciosa que el oro. Pero la guerra de Nehemías no está aún terminada. Aquí tenemos:


I. Otra tentación a pecar. Este último intento para enredar a este hombre de Dios parece haber sido el más sutil de todos. Semaías, que tenía reputación de profeta, tentó a Nehemías a acudir con él a una cámara secreta del templo para ocultarse, diciendo que sus enemigos iban a venir de noche para matarle (v. 10).

Cuando el lazo es puesto por los Ahitopeles, es de lo más peligroso. Se trata de la acción de un lobo vestido de cordero. El veneno del error es más difícil de detectar cuando es administrado por un profeso maestro religioso, que está secretamente en liga con los enemigos de Dios. La última añagaza del diablo es presentarse como ángel de luz.

II. Otra firme resistencia. Nehemías dijo: «¿Un hombre como yo ha de huir?… No entraré» (v. 11). Hasta donde podemos saberlo, puede que lo que Semaías dijo fuera todo cierto, pero él sintió en su corazón que sería una acción deshonrosa de Dios buscar su seguridad personal a expensas de la obra que Dios le había encomendado.

«¿Un hombre como yo ha de huir?» Yo, que estoy en las manos de Dios, haciendo su voluntad, y que estoy tan a salvo sobre el muro del servicio que dentro de las puertas cerradas de la comodidad y del ocio? «No entraré ».

El mismo Dios es mi refugio y fortaleza, no su casa terrenal. Si el me falla, su templo no me puede ofrecer seguridad alguna. Es bueno recordar quiénes somos y a quién servimos, en la hora de la tentación y del peligro.

¿Por qué debieran los hijos y siervos de Dios ser llevados aquí y allá por todo viento de doctrina? Frecuentemente se sacrifica la influencia personal por la causa de Jesucristo en el altar del temor cobarde. «Osa ser un Daniel». No se nos ha proveido de ninguna pieza de armadura para la espalda.

III. Otra derrota del enemigo. «Y entendí que Dios no lo había enviado, sino que hablaba aquella profecía contra mí porque Tobías y Sanbalat lo habían sobornado… y… los otros profetas que procuraban infundirme miedo» (v. 14).

No se hace recriminación alguna, ni intento alguno de venganza; sabe que su juicio estaba en manos de Dios, por lo que entrega a sus enemigos a Él para que Él considere su causa. «Acuérdate, Dios mío, de ellos».

Nuestro mismo Señor tuvo sus calumniadores, y el discípulo no es mayor que su Señor. Cuando Pablo se refirió a Alejandro el calderero, que le hizo mucho mal, dijo: «El Señor le retribuirá conforme a sus hechos» (2 Ti. 4:14).

En circunstancias como ésta, Cristo nos ha dejado su ejemplo: «Quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino que encomendaba la causa al que juzga justamente» (1 P. 2:23). A los que están afuera, Dios juzgará (1 Co. 5:13).

V. Otro triunfo para la fe. «Fue terminado, pues, el muro (…) y [todos nuestros enemigos] se sintieron humillados, y conocieron que por nuestro Dios había sido hecha esta obra» (vv. 15, 16).

A semejanza del Señor Jesucristo, Nehemías podía decir: He llevado a término la obra que me diste a realizar» (Jn. 17:4). Cuando hay una firme fe en Dios, se dará fuerza y victoria para cada tarea dada por Dios, aunque el camino pueda ir «por mucha aflicción y vituperio».

Aquello que llena la boca de los hijos de Dios de risa y su boca de cántico (Sal. 126:2, 3), lleva a sus enemigos a sentirse humillados. Es para ellos un desalentador descubrimiento percibir que «por nuestro Dios había sido hecha esta obra», y que en sus celos y ceguera habían estado luchando contra Él.

Este turbador descubrimiento lo hará tarde o temprano cada uno de los que rechazan a Cristo. Sí, el ojo de los altivos será «abatido », y sus rostros quedarán intensamente teñidos de rubor avergonzado cuando se den cuenta de lo que Dios ha hecho por sus fieles seguidores. Ésta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe.





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