Getsemaní

La agonizante oración y las grandes gotas de sangre nos hablan de un corazón tierno y sensible, aplastado y herido en el mortero del amor por el peso del aborrecido pecado: no el suyo. Pero esta oración, con fuerte clamor y lágrimas, fue oído.




Getsemaní Sermones Biblicos para Predicar de Lucas

Lucas 22:39-54

«Así, como eras tú la semilla y no la flor,
No teniendo hermosura ni apariencia en ti,
Compartiendo tu pensar con tu compañero el dolor,
TU menospreciado fuiste, rechazado en tu hora
De soledad y del triunfante poder de Dios
»
MACDONALD

Hay una gran profundidad conmovedora en estas palabras: «Se fue, como solía, al monte de los Olivos». Éste era el lugar de oración de Cristo, y ésta fue su última y para siempre memorable visita. Los intereses de la salvación de un mundo en muerte, y el eterno honor de su Santo Nombre son ahora echados en un crisol.

El resultado de la terrible obra de esta noche afectarán al cielo, a la tierra y al infierno, y se extenderán hasta las más lejanas eras de la eternidad. En un huerto cayó el primer Adán por el pecado; en un huerto triunfó el segundo Adán por medio de padecimientos. Getsemaní fue para Cristo un lugar de

I. Solemne soledad. «Se apartó de ellos a una distancia como de un tiro de piedra» (v. 41). Lo suficientemente lejos como para estar más allá de su ayuda. Él pisó el lagar del sufrimiento expiatorio a solas. En el gran día de la expiación el Sumo Sacerdote debía hacer el trabajo solo (Lv. 16:29-30). «Todo lo pagó Jesús». «Nada en mi mano traigo


II. Resignación en oración (v. 42). Esta terrible copa era suficiente para aplastar a cualquier mortal ordinario hasta anonadarlo. Cristo conocía lo terrible de su contenido, porque conocía bien la santidad de Dios y lo horrendo del pecado. La única manera en que esta copa podía pasar de nosotros era gracias al «no se haga mi voluntad, sino la tuya», de Jesucristo.

III. Socorro celestial. «Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle» (v. 43). Este ángel tuvo un elevado honor al serle encomendada una obra tan necesaria y gloriosa. Indudablemente se le recordaría por ello después de la Ascensión. ¿No debemos sentirnos agradecidos a Dios por enviar a este fortalecedor del Redentor en su camino de hacer la expiación por nuestros pecados?

IV. Terrible sufrimiento. La agonizante oración y las «grandes gotas de sangre» nos hablan de un corazón tierno y sensible, aplastado y herido en el mortero del amor por el peso del aborrecido pecado: no el suyo (2 Co. 5:21). Pero esta oración, con fuerte clamor y lágrimas, fue oído (He. 5:7). Si el pecado imputado a Él le llevó tal agonía de alma, «¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?».

V. Cruel traición (vv. 47, 48). El beso de Judas fue para el «Varón de Dolores» como el mordisco de una serpiente. Ésta fue la primera salutación que recibió Cristo del hombre después de aceptar en su favor la copa de maldición. «La inhumanidad del hombre para con el hombre» no es nada en comparación con su inhumanidad para con Dios. Tan solo le damos a Jesús el beso de Judas cuando le damos los labios de la profesión y le negamos el corazón de amor.

VI. Milagro misericordioso (vv. 50-51). Incluso los sufrimientos sin paralelo de Cristo no le estorbaron sus simpatías por la desgracia de un enemigo. «Tocándole la oreja» invirtió el efecto de la espada de Pedro. «¡Qué abnegado amor el suyo!» El poder que sanó aquel oído pudo haber enviado a aquella entera banda de burladores a la perdición.

VII. Poder satánico. «Ésta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas» (vv. 52-53). Todos los que se oponen a Jesucristo están actuando como agentes del diablo. El triunfo de los malvados es breve (Job 20:5). Andad en la luz (Jn. 3:19-21).





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