LA PARÁBOLA DE BALAAM, o los Privilegios del Pueblo de Dios

Balaam parece un tipo de aquellos que tienen una gran cantidad de conocimiento espiritual, pero que son más un obstáculo que una ayuda en la obra del Señor.




LA PARÁBOLA DE BALAAM, O LOS PRIVILEGIOS DEL PUEBLO DEL SEÑOR Números 23:18-24 - Bosquejo Bíblico para Predicas

Es algo que deja perplejo tratar de comprender el carácter de Balaam; su naturaleza moral parece una madeja enredada. Le recuerda a uno el carácter de la obra de Bunyan, el señor Nada-y-guarda-la-ropa.

Parece un tipo de aquellos que tienen una gran cantidad de conocimiento espiritual, pero que son más un obstáculo que una ayuda en la obra del Señor. Profesantes con la cabeza grande pero el corazón frío, que hablan mucho de religión, pero que se mantienen en la compañía de los impíos (31:8).

Dios puede emplear la boca de un Balaam lo mismo que puede usar la boca de su asna. Aquel que puede hacer hablar a un asna puede hacer que un falso profeta discierna cosas maravillosas, y decirnos mucho que es verdadero y precioso, aunque ellos mismos sean totalmente ajenos a la experiencia de ello mismo.

Esta segunda parábola de Balaam comienza con una clara vindicación de la fidelidad de Dios. «Dios no es hombre para que mienta.» Luego contempla al pueblo de Dios como:

I. Un pueblo perdonado. «No ha notado iniquidad en Jacob» (v. 21). Bienaventurados son aquellos cuyos pecados son perdonados (Ro. 4:7, 8). Vuestros pecados son perdonados por causa de su Nombre (1 Jn. 2:12). Dios es el que justifica (Ro. 8:33).

II. Un pueblo liberado. «Dios los ha sacado de Egipto» (v. 22). Fuera de la casa de esclavitud, fuera del dominio del Faraón. Nos ha salvado de la ira venidera (1 Ts. 1:10); de la potestad de las tinieblas (Col. 1:13); del pecado (Ro. 6; 18); de este presente mundo malo (Gá. 1:4).

III. Un pueblo gozoso. «Jehová su Dios está con él, y es aclamado como rey» (v. 21). Bien podemos gozarnos en nuestro Rey. Todo el poder en los cielos y en la tierra lo tiene Él en sus manos, y Él ha dicho, «Yo estoy con vosotros todos los días». Regocijaos en su presencia, en su luz y amor, en su poder y fidelidad.

Será bien con la causa de Cristo cuando los impíos oigan el clamor del Rey de la Gloria en medio de su pueblo. Cuando el Evangelio sea predicado en el poder del Espíritu Santo se oirá el inconfundible clamor del invisible pero siempre presente Rey de los Santos.

IV. Un pueblo protegido. «Porque contra Jacob no hay agüero» (v.23). El carácter del pueblo de Dios está a prueba contra todos los conjuradores murmuradores.

El manantial de la vida y de los goces del cristiano no pueden ser envenenados por el enemigo. Viven en la presencia de Aquel que no parará mientes a los envidiosos murmuradores. María y Aarón pueden hablar contra Moisés, pero será para propio daño de ellos. Su bondad es grande para los que le temen (Sal. 31:19).

V. Un pueblo testificador. «Será dicho de Jacob y de Israel: ¡Lo que ha hecho Dios!» (v. 23). La vida separada de ellos era un testimonio para Dios. Las riquezas de su gracia se ven en su bondad para con nosotros. Al volver nuestra cautividad, Él ha llenado nuestra boca con risa y nuestra lengua con cánticos. ¡Lo que ha hecho Dios! Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; estamos alegres (Sal. 126:1-3).

VI. Un pueblo valeroso. «He aquí un pueblo que se levanta como leona» (v. 24). Esta valerosa reina de las fieras, que desconoce el temor, es el emblema escogido del valor cristiano. Hay muchos que se agazapan como un león, pero bien pocos que se levantan por la verdad que es en Jesús, saltando sobre aquellos males que están hurtando a la Iglesia de su vida y poder. Hombres como el señor Gran-corazón de Bunyan son sumamente necesarios en el frente (Pr. 30:29, 30).

VII. Un pueblo victorioso. «No se echará hasta que devore la presa » (v. 24). He aquí, el león de la tribu de Judá ha vencido, y los cachorros del león compartirán el despojo (Gn. 49:9).

Somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó. Ésta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe. Que tu alma no yazca para reposar hasta que comas el gozo de la victoria sobre todos tus pecados y sobre todas tus circunstancias. Todos los suyos serán «más que vencedores» (Ro. 8:37).






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