Los Dones de Cristo a los Suyos

Aquí, cada petición es una revelación, cada declaración, un desvelamiento. De estas mismas palabras de Cristo observaremos ante todo algunas de las bendiciones




Los Dones de Cristo a los Suyos. Bosquejos Bíblicos Para Predicar Juan 17

Al llegar a este capítulo, sentimos como si estuviéramos pasando por el velo hasta el lugar santísimo. Esta oración de nuestro Sumo Sacerdote, justo antes que se ofreciera a Sí mismo sobre el altar de la Cruz como el sacrificio por el pecado del mundo, es en sí misma una gran revelación de cosas santas.

Aquí, cada petición es una revelación, cada declaración, un desvelamiento. De estas mismas palabras de Cristo observaremos ante todo algunas de las bendiciones que Él ha conferido sobre los suyos. Observemos:

I. La vida de Dios. «Le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le has dado» (v. 2). Esta vida eterna consiste en conocer a Dios y a Jesucristo a quién Él ha enviado (v.

3). Conocerle es ser hecho partícipe de su naturaleza, ser adoptado en su familia como «hijos e hijas del Señor Dios Todopoderoso». Cuando Cristo condescendió a tomar sobre Sí la semejanza de carne de pecado, Dios le dio autoridad sobre toda carne, para que Él diera esta vida a todos los que creen.


II. El Nombre de Dios. «He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste» (v. 6). La vida y obra de Jesucristo fue el Señor proclamando el Nombre de JEHOVÁ, el Señor Dios, misericordioso y lleno de gracia, de longanimidad, y abundante en bondad y verdad.

Al manifestar el nombre de Dios, estaba manifestado su naturaleza. Él podía decir verdaderamente: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre». Pero solo aquellos que le han sido dados «del mundo» podían recibir esta revelación llena de gracia. «El mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría.»

III. Las palabras de Dios. «Les he dado las palabras que me diste» (v. 8). Este pensamiento es frecuentemente expresado en este Evangelio (caps. 12:49; 14:10). Los que han sido hechos vivos para Dios tienen que alimentarse de las palabras del Dios vivo. «No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.» Cristo mismo es la verdad, porque las palabras que Él habló eran las

1 mismas palabras y doctrinas que recibió del Padre Eterno. «Yo y mi Padre uno somos.» Uno en naturaleza y en propósito, Uno en voluntad,en acción y en verdad. «Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.» Así como Él vivió en toda dependencia de aquellas palabras que le habían sido dadas a Él, así nosotros. «Cree, y verás.»

IV. El servicio de Dios. «He sido glorificado en ellos» (v. 10). Como el Padre fue glorificado en el Hijo (v. 4), así el Hijo debe ser glorificado en los suyos. Las palabras de Dios nos han sido dadas como lo fueron a Jesucristo su Hijo, con un propósito muy determinado y lleno de gracia, para que Dios pueda ser glorificado en un servicio fiel y fructífero (v. 4). El privilegio de trabajar para Él es un hermoso don.

¡Ay, que tantos descuiden despertar este don que está en ellos! ¿Cómo será Cristo glorificado en nosotros, excepto mediante la total y cordial entrega a su voluntad y obra, como Él se entregó a la voluntad y a la obra que el Padre le dio que hiciera? ¿No era esto lo que significaba el apóstol al decir: «Ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte»? (Fil. 1:20).

V. La gloria de Dios. «Y yo les he dado la gloria que me diste» (v. 22). ¿Qué gloria era esta que Cristo recibió de Dios el Padre, y pasó a sus discípulos? No consistía esta gloria en la naturaleza y Nombre de Dios, sus palabras y obra, que fueron dadas al Hijo, y que en gracia Él ha impartido a sus seguidores? Como Él es, así somos nosotros.

Hay, además, la gloria que ha de ser revelada cuando estaremos con Él donde Él está (v. 24). Así como Dios le dio la gloria de la Filiación y la condición de heredero, así nos ha dado esta gloria a los que creemos (Jn. 1:12). El propósito de este multiforme don es «que todos sean uno», como Cristo y el Padre son Uno (v. 22). ¿Cuál sería el resultado, si esta gloria fuera verdaderamente observada por el mundo?

VI. El amor de Dios. «Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con el que me has amado esté en ellos» (v. 26). Cristo ha dado a conocer y proseguirá dando a conocer el Nombre (carácter) de Dios, para que su naturaleza que es amor pueda ser continuamente alimentada en nosotros. Esto lo hace mediante el don del Espíritu Santo, que derrama este amor en nuestros corazones (Ro. 5:5).

Es desde luego un pensamiento escudriñador de nuestros corazones que nuestro Señor terminara su gran y reveladora oración sacerdotal con este testimonio, que el propósito para el que Él había fielmente declarado el Nombre de Dios era que el amor que Dios tenía por su Hijo pudiera estar en nosotros.

¿Ha sido vana para nosotros esta gracia del Señor? ¿Nos estamos regocijando en la profundidad, plenitud y eternidad de este amor? ¿Está siendo este amor revelado a otros por medio de nosotros, como por medio de Cristo nos ha sido revelado a nosotros?





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