ZACARÍAS ES ENMUDECIDO POR SU INCREDULIDAD

Mientras estaba él ejerciendo su ministerio sacerdotal… se le apareció un ángel del Señor. Pueden venirnos visiones mientras llevamos a cabo nuestra obra ordinaria. Bosquejo Bíblico para predicar de Lucas 1:5-22




ZACARÍAS ES ENMUDECIDO POR SU INCREDULIDAD Bosquejo Bíblico para predicar de Lucas 1:5-22

«¡Oh Padre Dios, a Ti yo vengo!
Antes en gracia tenme mudo
Que no, al a Ti allegarme,
Piense en los mortales que me oyen.
Oh, que te reverencie más y más,
Y en cada acción te adore a ti.»


Nada impide más que la mano de Dios obre que la incredulidad. Nada contrista más al Espíritu. Pero aunque Zacarías se vio enmudecido, no huyó de la presencia del santo Enmudecedor.

No dejó la obra del Señor aunque cayó sobre él esta triste aflicción. Zacarías nos enseña a no concentrarnos tanto en las pruebas, por repentinas y severas que sean, como para descuidar nuestra obra para Cristo. Después de reflexionar acerca de este incidente deseamos señalar lo siguiente:

I. Pueden venirnos visiones mientras llevamos a cabo nuestra obra ordinaria. «Mientras estaba él ejerciendo su ministerio sacerdotal… se le apareció un ángel del Señor» (vv. 8, 11).

Moisés estaba guardando el rebaño de Jetro cuando le llegó el llamamiento desde la zarza que ardía (Éx. 3:1). Gedeón estaba batiendo trigo (Jue. 6:11). Eliseo estaba arando cuando cayó sobre él el manto profético (1 R. 19:19). David estaba en los apriscos (Sal. 78:70). Mateo en el banco de los tributos públicos. Tu Dios es suficiente para ti: espera en Él y mira arriba.

II. Nuestras oraciones pueden ser contestadas de la manera más inesperada (v. 13).
Cuando el ángel le dijo: «No temas… porque tu petición ha sido escuchada», ello fue para él una noticia abrumadora, aunque habían estado orando muchos años que les fuera concedido un hijo. Eran ambos ya «de edad avanzada» (v. 7), lo que sugiere que él había continuado con esta oración mucho después que las expectativas se hubieran cerrado.


Si el Señor pone en el corazón seguir orando por alguna cosa concreta, ¿no es esto mismo una evidencia de que así quiere Él bendecirnos? Cree, y verás la gloria de Dios. «Cosecharemos, si no desfallecemos» (Gá. 6:9).

III. El Señor puede hacer mucho más de lo que pedimos.
Él no solo iba a tener un hijo, sino que aquel hijo sería «grande a los ojos del Señor, … lleno del Espíritu Santo» (vv. 14, 15). Un hijo digno del Dios que lo dio.

El buen anciano y su humilde e irreprochable esposa quedaban ahora abundantemente recompensados por sus muchos años de orar y esperar. Dios no es infiel. Espera en el Señor. Aunque la visión se tarde, espérala. Tú que anhelas un avivamiento, no dejes que falle tu fe (Sal. 126:6).

IV. Las promesas de Dios son prueba para nuestra fe. «Zacarías le dijo al ángel: ¿Cómo podré estar seguro de esto?» (v. 18). Fue una gran porción la que recibió aquel día de parte del Señor (léanse cuidadosamente los vv. 14-17).

Era como si las fuentes del gran abismo de la gracia infinita de Dios se hubieran roto y derramado sus inenarrables riquezas a sus pies. ¿No es la misma grandeza de su gracia lo que hace vacilar nuestra débil fe? Si quieres encontrar la medida de tu fe, prueba solamente alguna de sus grandes y preciosas promesas. «En mi nombre echarán fuera demonios» (Mr. 16:17). Prueba con ésta.

V. La incredulidad aherroja la lengua del testimonio. «Ahora vas a permanecer en silencio y sin poder hablar… por cuanto no has dado crédito a mis palabras» (v. 20). ¡Cuán deshonrosa es la incredulidad delante de Dios! ¿Cuántas lenguas entre los hijos de Dios se encuentran bajo la condenación de la mudez debido a su incredulidad?

Cuántos de nosotros estamos mundos con respecto a la venida del Señor, a la plenitud del Espíritu, a la consagración de la vida, a la oración contestada, y a las más profundas experiencias de las cosas de Dios, todo ello debido a la incredulidad? «Por cuanto no has dado crédito a mis palabras». La incredulidad lo enmudeció.

VI. El verdadero contacto con el Señor hace que los hombres se maravillen. «Se maravillaban de que él se detuviera en el templo» (v. 21, RV). En cuanto a Zacarías, él no encontró largo el tiempo» (v. 21). ¿Y a quién le sucede así cuando está en verdadera comunión con Dios? Cualquiera se saldrá de la vieja rutina y hará cosas sin precedentes cuando su ministerio se convierta en una viviente y solemne realidad delante de Dios.

Zacarías, durante las horas de servicio público, se olvidó del todo aquel día del reloj. Tardó mucho en salir, pero el pueblo, al verlo, quedó convencido de que él había visto una visión (v. 22).

Los servicios breves no son siempre los mejores. Cuando el alma de un predicador está llena de la visión de Dios, tanto el tiempo como los hombres parecen quedar en la sombra. Hay más bendición por medio de un día con Dios que con veinte años sin Él. Tened fe en Dios.





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