Avivamiento en Antioquía

Antioquía era la capital oriental del imperio. Y en esta metrópolis hubo una gran exhibición, pero no del arte y de la industria del hombre, sino de la poderosa gracia salvadora de Dios. Bosquejo Bíblico para predicar de Hechos 11:19-26




AVIVAMIENTO EN ANTIOQUÍA Hechos 11:19-26

Antioquía era la capital oriental del imperio. Y en esta metrópolis hubo una gran exhibición, pero no del arte y de la industria del hombre, sino de la poderosa gracia salvadora de Dios.

Una muestra tan sin precedentes que valió la pena que Bernabé hiciera todo el camino desde Jerusalén para verla.

Los que quieran viajar de vuelta por la línea de la historia a la pureza y al poder del cristianismo primitivo tienen que prestar atención a no perder su camino en aquel «valle de la sombra de muerte» llamado «las edades oscuras».

La pura luz del Evangelio resplandece con el mayor resplandor al amanecer de este nuevo día:

I. El avivamiento de Antioquía.

1 SU ORIGEN. «Por la tribulación que había habido con motivo de Esteban» empujó a aquellos anónimos discípulos «hasta Antioquía». En este caso, la ira del hombre sirvió a la alabanza del Señor (Sal. 76:10).

Pensaron mal contra la Iglesia, pero Dios lo volvió a bien (Gn. 1:20). Las cosas que les sucedieron redundaron más bien para el progreso del Evangelio (Fil. 1:12).

2 EL MEDIO DEL MISMO. Primero hubo la proclamación de «la Palabra» (v. 19), «anunciando el evangelio del Señor Jesús» (v. 20). Hubo, también, «la mano del Señor [que] estaba con ellos». La Palabra del Evangelio de Cristo es el arma en manos del Espíritu Santo (1 Ts. 1:5). Predicamos a Jesús, y la mano del Señor obra maravillas. Así somos colaboradores de Dios (1 Co. 3:9).

3 SUS RESULTADOS. «Gran número creyó y se convirtió al Señor ». La vuelta del corazón al Señor es la evidencia de haber creído. El gran fin de toda predicación debería ser volver a los hombres al Señor.

John Owen dijo, mucho tiempo ha, que «Los ministros raramente son honrados con el éxito a no ser que estén continuamente dedicados a la conversión de los pecadores». Este testimonio es cierto.

II. La visita de Bernabé. Observemos ahí:

1 LO QUE ÉL ERA. «Era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe» (v. 24). Él era un hombre bueno (Hch. 9:27), bautizado con el Espíritu Santo y lleno de fe en el Evangelio, que él predicaba, esperando resultados directos. Estos son los elementos que constituyen el don del evangelista.

2 LO QUE ÉL VIO. «Él vio la gracia de Dios» (v. 23). Un filósofo romano únicamente podía ver en este movimiento «una vil superstición », mientras que los ungidos ojos de Bernabé vieron «la gracia de Dios».

El carácter interior del hombre decide lo que verá. Los atenienses veían, con gran orgullo, a sus muchos dioses; pero Pablo vio «la ciudad entregada a la idolatría». Hay cosas que sólo pueden ser «discernidas espiritualmente», y la «gracia de Dios» es una de ellas. Cuando tú vas a una ciudad, ¿qué es lo que ves?

3 LO QUE SINTIÓ. «Se regocijó.» Su corazón se llenó de gozo al ver que prosperaba la obra de Dios, aunque no había participado en ella. El carácter de un hombre se revela de manera inequívoca por lo que le entristece o le alegra. Como el hombre piensa en su corazón, así es él.

4 QUÉ HIZO. «Exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor.» Permanecer en Él como el pámpano permanece en la vid (Jn. 15:4). Como un niño inerme permanecería junto a su madre; y como fieles seguidores y amigos, «con propósito de corazón». Sed firmes y constantes (1 Co. 15:58).

También buscó a Saulo para que le ayudase en la obra (vv. 25-26). Es un gran asunto poder llevar a otros a trabajar para Dios. Fue aquí y en este tiempo que los discípulos fueron primero llamados cristianos.

¡Qué título más dulce y sugestivo! Fueron llamados por el nombre de Cristo porque habían creído en Él, y se volvieron a Él, y estaban ahora, de todo corazón, viviendo para Él.

¡Oh que todos los que son llamados cristianos en nuestros días tuvieran estas marcas de las ovejas de Cristo! Es doloroso tener nombre de que se vive, y estar muerto.






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