La Obra de Dios

Bosquejo Bíblico para predicar de Exodo 19. Mientras Moisés estaba en el monte con Dios recibió la instrucción de recordar a los israelitas la gran liberación que Él había obrado para ellos, y de las obligaciones que ellos tenían para con Él.




LA OBRA DE DIOS
Éxodo 19:4-8
«En tu mano están la fuerza y el poder, llegando “el humeante pábilo” a salvar.
Inmensa tu misericordia revelas. Y con ello entendimiento nos das.
A tu tierra bendita, Señor, tráenos. De tu Iglesia santa compañía haznos, Y tu amor gozosos así anunciemos.»

«Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; estamos alegres» (Sal. 126:3). Mientras Moisés estaba en el monte con Dios recibió la instrucción de recordar a los israelitas la gran liberación que Él había obrado para ellos, y de las obligaciones que ellos tenían para con Él.

Nosotros necesitamos frecuentemente este recordatorio. Volvamos a examinar así lo que el Señor ha hecho, y pensemos en nuestros privilegios y responsabilidades.

I. El poder del enemigo está quebrantado.

«Vosotros visteis lo que hice a los egipcios» (Éx. 19:4). Fueron echados todos al fondo del mar. «No los veréis más.» El poder del mundo, de la carne y del diablo, quedan todos ellos vencidos para nosotros en Cristo Jesús. Él ha hecho de nosotros más que conquistadores: manteneos quedos y ved.

II. El camino de la liberación. El Señor dice: «Os tomé sobre alas de águilas» (Éx. 19:4). Así, escaparon mediante:

1 UN CAMINO ALTO. El camino del águila está fuera del alcance del hombre. El camino de la salvación está por encima y más allá de los pensamientos de los hombres. Es tan alto como el Cielo. No podemos hacer otra cosa que confiar.

2 UN CAMINO VELOZ. El vuelo del águila es veloz, como una flecha. Hay muchos inmediatamente y en el acto relacionados con la obra del Salvador en su vida aquí abajo.

3 UN CAMINO FÁCIL. «Os llevé» (v. 4). Salvados descansando en el Señor, como el cordero reposaba sobre el hombro del pastor (Lc. 15:5).

4 UN CAMINO DIVINO. Fue por el poder de Dios que fueron sacados de Egipto. La salvación es de Jehová. El paso de muerte a vida es tan difícil y peligroso que nadie sino Cristo puede llevarnos a través de ello. Esto lo hace levantándonos «por encima de todo», del temor del hombre o del poder del pecado.

III. El final de este camino.

«Os he traído a Mí»
(v. 4). Cuando el hijo pródigo volvió en sí, se dirigió acto seguido de vuelta a su padre.

Cristo se dio a Sí mismo por nosotros a fin de traernos a Dios. ¡Que gozosa revelación de Dios es ésta! Su corazón amante y lleno de gracia anhela tenernos para Sí mismo para bendecirnos con Él mismo. Él se ha dado a

Sí mismo por nosotros y a nosotros a fin de que Él pudiera tenernos.

IV. Las condiciones de una vida bienaventurada. «Ahora, pues, si dais oído a mi voz, y guardáis mi pacto» (v. 5). Después que hemos sido hechos cercanos a Dios hay condiciones por las que esta vida de comunión y allegamiento ha de ser mantenida y continuada. Aquí tenemos dos:

1 OBEDIENCIA. «Si dais oído a mi voz» (v. 5). Su voz la podemos oír de continuo a través de la Palabra. No es un mero sonido que obedecemos, sino que es una voz viviente, personal, que comunica los pensamientos y la mente de Dios en nuestros corazones por medio del poder del Espíritu Santo a través de la Palabra escrita.

2 FIDELIDAD. «Y guardáis mi pacto» (v. 5). Si el Señor ha querido hacer pactos con nosotros (Dt. 5:2), debería ser nuestro deleite especial guardarlos. Nuestros propios pactos puede que estén pobremente hechos y pobremente guardados, y puede que sean las orgullosas jactancias de nuestra autoconfianza. Sus pactos de gracia dan certidumbre de la plenitud de la bendición.

V. El propósito de esta gran salvación. Que a través de nuestra obediencia y nuestra fidelidad después de haber sido llevados a Él mismo, fuéramos

1 UN ESPECIAL TESORO. El Señor nos ha escogido para ser un pueblo especial para Él mismo (Dt. 7:6), un pueblo peculiar para la pureza y las buenas obras, para el carácter y las acciones (Tit.2:14). La porción del Señor es su pueblo. ¿Cuánto más valor pone el Señor sobre su tesoro comprado con sangre? Él ha vendido todo lo que poseía para comprarlo (Mt. 13:45, 46; 2 Co. 8:9).

2 UN REINO DE SACERDOTES. El pueblo de Dios no son solo de gran precio para Él, sino que como sacerdotes regios son útiles. Son mediadores para otros, y canales por medio de los cuales Él puede comunicar su voluntad a otros que están aún lejos de Dios.

Veis vuestro llamamiento, hermanos: rogar a los hombres, en nombre de Cristo a que se reconcilien con Dios, y a hacer intercesión por los transgresores. Reyes y sacerdotes para Dios (v. 6).

3 GENTE SANTA. Esto puede enseñarnos el testimonio que la Iglesia como un todo debería dar para Dios. «Y les llamarán Pueblo Santo, Redimidos de Jehová» (Is. 62:12). El Santuario de Dios, que sois vosotros, es sagrado (1 Co. 3:17).

VI. El voto de las vidas consagradas. «Todo lo que Jehová ha dicho, haremos» (v. 8). Que sea éste el lenguaje de nuestros confiados y trémulos corazones. Por su gracia así lo haremos (1 Co. 29:5).






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