Fe en Dios
Tengan fe en Dios –respondió Jesús– Marcos 11:22
Afírmese en la fidelidad de Dios. Abraham mantuvo firme su fe en Dios y ofreció a su hijo Isaac en sacrificio pensando que Dios era poderoso para levantarlo aun de entre los muertos. Moisés mantuvo su fe en Dios y fue el líder de millones de israelitas en el desierto.
Josué conocía bien a Israel y no ignoraba las fortalezas que poseían los cananeos y sus proezas, pero mantuvo su fe en la fidelidad de Dios y cruzó el río Jordán al frente de su pueblo. Los apóstoles mantuvieron la fe en Dios y no se dejaron intimidar ni por el odio de los judíos ni por la hostilidad de los paganos.
¿Y qué más digo? Porque tiempo me faltaría contando de quienes “por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de la debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros” (Hebreos 11:33-34).
Satanás también tiene su credo, y procura que nosotros lo aceptemos. Ese credo es: “Dude de la fidelidad de Dios.” “¿Con que así ha dicho Dios? ¿No ha malinterpretado usted sus mandamientos? Quizá Él no quiso decir eso.
Usted está adoptando un punto de vista extremista. Está interpretando sus palabras muy literalmente.” ¡Ay! ¡con cuánta constancia y con cuánto éxito utiliza el diablo estos argumentos para impedirnos tener una confianza y una consagración a Dios de todo corazón!
Todos los gigantes de la fe en Dios han sido hombres y mujeres débiles que hicieron grandes cosas para Dios porque creyeron que Él estaría con ellos. Mire los casos de David y Jonatán y su paje de armas; de Asa; de Josafat y de muchos otros. ¡Ah, sí. Si existe un Dios vivo, fiel y veraz, afirmemos nuestra confianza en su fidelidad.
Confiando en su fidelidad iremos a cualquier lugar no importa lo difícil de la situación. Confiando en su fidelidad enfrentaremos todas las dificultades y todos los peligros con calma, sobriedad, con confiada seguridad de victoria.
Contaremos con gracia suficiente para el trabajo, tendremos recursos financieros suficientes, lograremos los medios necesarios, y por último, el éxito. No le otorguemos al Señor sólo una confianza parcial. Confiemos en Él cada día y cada hora, y sirvámosle recordando sus benditas palabras: “¡Tengan fe en Dios!”