¿Amor o enamoramiento?
La capacidad de sentir y expresar amor es una cualidad que está íntimamente ligada a la naturaleza humana. Es imposible concebir nuestra existencia sin ese intercambio de afecto, cariño y preocupación entre las personas, y hacia nuestras actividades diarias.
Es evidente que el amor se presenta en muchas formas, potenciando siempre la aparición de nuestras mejores acciones e intenciones, como es el caso del amor que se desprende entre una madre y un hijo, entre una pareja de novios, entre un artista y su obra, entre Dios y el hombre, etc. Como vemos, en el sentido amplio de la palabra, «amor» implica una entrega, un acto desinteresado que fortalece vínculos y creencias, que es fuente de alegría y bienestar.
En palabras del filósofo alemán Leibniz: «Amar es encontrar en la felicidad de otro, tu propia felicidad…» Limitándonos al tipo de amor que se manifiesta en el marco de una relación de pareja, es posible diferenciar una primera etapa o fase, comúnmente denominada como enamoramiento. A partir de esta etapa, y tras un proceso de evolución, se puede llegar a un estado mucho más trascendente, estable y maduro.
Transición del enamoramiento al amor maduro Los vínculos de pareja, en primera instancia, surgen a raíz de una atracción mutua. Cada persona en la pareja percibe de la otra características, ya sean físicas o de personalidad, que llaman su atención y que mantienen su interés en ella.
Generalmente, cuando esta atracción es muy fuerte, se experimenta lo que se conoce como enamoramiento, caracterizado por un cambio drástico en las sensaciones y percepciones, convirtiendo la experiencia compartida en algo sumamente gratificante. Amor es tener un conocimiento profundo de quién es la otra persona, y al conocerla, la acepto, y conociéndola, entonces la amo.
En el enamoramiento, la imagen o concepto que tenemos de la persona querida generalmente se encuentra un tanto sesgada, ya que se visualizan los atributos respectivos de forma exacerbada, mientras que se minimizan los defectos, construyéndose así una concepción ideal del otro.
Además, la vivencia es muy emocional, impulsiva e intensa. Debido a esto, sin importar la edad en que se dé, debemos considerar al enamoramiento como un tipo de amor inmaduro, ya que ocurre en una etapa incipiente del conocimiento y exploración de la pareja, y cuando todavía no se cuentan con los elementos objetivos necesarios para realizar una valoración correcta.
Está de más afirmar que esta hermosa experiencia es transitoria, es decir, que poco a poco la relación se redimensiona hasta alcanzar un estado de interacción mucho más íntimo y estable.
En algunos casos, la entrada a esta nueva fase puede interpretarse como amenazante para la relación, ya que aquellos que desean seguir aferrados a una fantasía y a la sensación de euforia, posiblemente se vean desilusionados por la natural evolución, y prefieran buscar un nuevo amor antes de continuar el proceso de maduración. Sin embargo, esto en realidad no tiene por qué ser así.
La pareja que logra alcanzar la maduración de su amor gozará de un inapreciable y hermoso recurso que traerá satisfactorias consecuencias a su vida. En el amor maduro se alcanza un profundo conocimiento de la persona querida, existe una auténtica preocupación por el bienestar del otro bajo un marco de reciprocidad; hay confianza, seguridad y estabilidad, y se logra percibir a la persona amada en su dimensión humana más real.
Se logra, además, una coincidencia integral de las diferentes dimensiones individuales, o sea, se comparten nociones espirituales, y las acciones y pensamientos se dan en consonancia con sus sentimientos, etc. Esto solo puede ser alcanzado tras un proceso que implica tiempo, mucha comunicación, comprensión, respeto, interés, cariño y esfuerzo.