Oh, dicha que me buscas a través del dolor,
No puedo cerrarte mi corazón;
Yo sigo el arcoiris bajo la tormenta
Y sé que la promesa no es falsa,
Que la mañana ya no tendrá lágrimas.
- George Matheson
Recuerden que su interlocutor es una persona muy enferma. Su existencia está amenazada y en realidad es probable que le quede poco tiempo de vida. Su cuerpo está siendo destruido tal vez por el cáncer, la presión sanguínea elevada, un padecimiento cardiaco, alguna falla renal o cualquier otra enfermedad grave. La persona se siente sola y se pregunta: ¿quién ha sufrido semejante dolor?
La persona se ve presa de diversos sentimientos sucesivos, aunque no necesariamente en forma cronológica, entre los cuales están la negación (“esto no puede estarme sucediendo a mí”), ira (“¿por qué yo, Señor?”), depresión (“toda esperanza está perdida”), intento de chantaje (“Señor, sácame de esta situación y haré todo lo que quieras”) y aceptación (“sea hecha la voluntad de Dios”).
Estos sentimientos no se experimentan en un momento dado para luego quedar en el olvido, sino que vuelven una y otra vez. No son sentimientos anormales sino característicos, hasta cierto punto, de todos aquellos que se enfrentan al “valle de las sombras”.
¿Qué podemos decirle a una persona en esta situación? ¿Cómo le respondería? Cualquier enfermedad grave resulta tan singular para quien la padece, que a veces es difícil que quien no está en su situación entienda lo que esto representa verdaderamente.
Estrategia de asesoramiento
1. Escuchen sobre todas las cosas! Escuchen con simpatía hacia los sentimientos que la persona comparta con ustedes. Aliéntenla a hablar. Tal vez crean conveniente indagar un poco sobre sus sentimientos, algunos de los cuales brotan a la superficie en tanto que otros están profundamente ocultos.
2. No se formen un juicio sobre los sentimientos que se comparten, incluso a pesar de que hayan sido expresados con ira, autocompasión o amargura. Simplemente dejen que la persona sepa que lo está escuchando con simpatía. No adopten la actitud arrogante de pretender que entiende -la profundidad de sus sentimientos. ¡Esto es absolutamente imposible! Sin embargo, deben hacerle sentir que su interés es genuino.
Traten de expresar esto en palabras y comuníquenlo también por el tono de la voz, su ternura y sensibilidad, así como por su sentimiento de identificación con la persona. “Acordaos de los mal-
tratados, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo” (Hebreos 13:3).
No es el momento adecuado para que hablen de su propia experiencia con el dolor; concéntrense en la angustia de su interlocutor.
3. No se muestren excesivamente empalagosos, ni siquiera a un nivel espiritual. Eviten los lugares comunes y las frases huecas. No le digan a la persona “que no se deje amilanar” o que se convierta en un paradigma en medio de la adversidad.
No ofrezcan esperanzas vanas sobre la curación de la persona ni declaren que toda enfermedad proviene del diablo y que si tuviera la fe suficiente podría sanar. No pueden saber si Dios tiene en sus planes sanarlo o no. Estas cuestiones pertenecen sólo a la soberana voluntad de Dios. La única certeza que tenemos es que Dios sana espiritualmente a los que depositan su fe en Cristo Jesús.
4. No desvíen la conversación si la persona hace referencia a la muerte. Esto podría dar como resultado una preparación inevitable. Cualquier referencia a la muerte puede preparar la ocasión para que ustedes, como consejeros, le pregunten si tiene asuntos pendientes que debe resolver. Este es el propósito de nuestro trabajo: ayudar a las personas a prepararse para la eternidad.
Tal vez pueden preguntarle: “Si muriera esta noche y se encontrara ante las puertas del cielo enfrentándose a la pregunta ‘¿en qué me estoy basando para esperar ser admitido al reino de los cielos?’, ¿qué contestaría?”
Si la persona responde afirmativamente, compartan con ella los conceptos de “Seguridad”. También sería conveniente que le presentara otras porciones de la Escrituras, por ejemplo, el Salmo 23, Juan 14:1-6. 1 Tesalonicenses 4:13-18.
5. La entrega a Cristo debe preparar el camino para preguntarle si tiene algunos otros asuntos pendientes, por ejemplo, sus relaciones humanas (familia, amigos), cuestiones económicas (quizá un testamento), el manejo de los detalles concernientes al proceso de la muerte, la muerte misma, las disposiciones para el servicio fúnebre, lo que se hará con el cuerpo, etc. Aconséjele a su interlocutor que resuelva todas estas cuestiones, tal vez con la ayuda del asesoramiento pastoral o profesional pertinente.
6. Sugiéranle que indague si en su comunidad existe alguna institución para pacientes desahuciados. Estas instituciones se especializan en proveer ayuda a pacientes con enfermedades fatales. Estas agencias se especializan en proporcionarle toda la colaboración adicional en lo tocante a ayuda profesional en los cuidados de la salud, a aquellos que padecen una enfermedad que se clasifica como fatal y a sus familias. Hay varias agencias de esta índole que puede consultar para conocer las clases de servicios que ofrecen.
7. Oren por la persona para que tenga el valor y la fortaleza para vencer el dolor, para que se entregue a Cristo, quien llevó nuestros dolores y nuestras tristezas.
Citas Bíblicas
Juan 14:1-6.
Salmo 23.
1 Tesalonicences 4:13-18.
Filipenses 1:21.