Cuando Blake Coffee dejó su bufete de abogados después de diez años, no estaba seguro exactamente de lo que Dios tenía en mente para él. Sin embargo, sabía que su esposa Cappie y él sentían un fuerte llamamiento a prepararse para algo muy diferente.
Entonces recibió una llamada de la Convención Bautista Sureña de Texas, para preguntarle si estaría interesado en recibir una formación básica para convertirse en un mediador de conflictos de iglesias. Como hijo de pastor, Blake había estado en iglesias durante toda su vida, y la experiencia como abogado lo había involucrado en asuntos de conciliación con regularidad.
Años atrás, la iglesia en la que se congregaba había sufrido una grave división, pero Blake ya casi había olvidado lo doloroso que puede ser un conflicto interno —el dolor, los malentendidos y el abuso verbal. Pero ahora, como un mediador neutral enviado al campo de batalla para tratar de minimizar el daño, los recuerdos comenzaron a inundar de nuevo su mente. Era ahora la persona a la que acudirían todos esperando que resolviera su problema.
Con los años, lo que comenzó como un trabajo a tiempo parcial, se convirtió en todo un ministerio. La necesidad era grande; iglesias y organizaciones de todo tamaño y denominación estaban solicitando sus servicios.
La revista En Contacto habló con Blake sobre cómo resolver los conflictos dentro de los círculos cristianos, y por qué para Dios la unidad no es negociable.
En Contacto: Según su experiencia, ¿cuál es la raíz de la mayoría de los problemas que encuentra?
Blake Coffee: La mayoría de los conflictos tienen que ver con cuestiones de relaciones interpersonales. Las personas tienen sentimientos heridos: por las ofensas o las palabras desconsideradas de los demás; porque alguien no las toma en cuenta; porque el pastor no las visitó en el hospital. De alguna manera han sido lastimadas, o se sienten heridas por alguien en su iglesia.
Ya se trate de abuso sexual, o de sentimientos heridos públicamente, el dolor es el mismo. Se tiene la sensación de haber sido traicionado. Esta herida está acompañada de la persistente sensación de: "Yo pensé que podía confiar en fulano(a). No puedo creer que esa persona pudiera hacerme esto".
De manera que, terminamos disparándole a nuestra herida para intentar desaparecer el problema. No estamos seguros de cómo lidiar con personas que han sido heridas, y por eso las ignoramos o las etiquetamos de problemáticas, hasta que las hacemos a un lado.
EC: Algunas personas se sienten heridas por simples malentendidos o por diferencias de personalidad, pero ¿qué de aquellos que han sido víctimas de despiadadas campañas de difamación y de ataques verbales? ¿Qué pueden hacer para hacer frente a la situación de una manera que agrade a Dios?
BC: ¿No se parecen esas personas a José? Nadie fue tan víctima como él; no hizo nada para merecer lo que le sucedió. Fue vendido como esclavo por sus envidiosos hermanos, hostigado y luego falsamente acusado de violación por la esposa de su amo, echado en la cárcel y después olvidado por aquellos a los que había ayudado.
A la hora de ayudar a personas que han sido maltratadas, les hablamos con todo detalle de lo que es el perdón. Muchas veces, no quieren cambiar de opinión porque desean que se diga la verdad, o se aferran a cualquier otra cosa como su "bandera de batalla". Pero ellas tienen que entregar esos sentimientos al Señor y preguntarse a sí mismas cuán importante es su relación con los hermanos de la iglesia. Una vez que tienen la perspectiva de Dios y comienzan a verla como algo por lo cual vale la pena luchar, la gente se enfoca más en la necesidad de perdonar.
EC: ¿Hay un momento adecuado para que alguien deje una iglesia a causa de un conflicto?
BC: Si llega ese momento, es porque la persona ha entendido claramente que Dios tiene otra tarea para ella, que no es ya compatible con lo que la iglesia cree que es su trabajo. Pero esa separación debe producirse sólo después de que haya agotado todos los esfuerzos e invertido tiempo y energías para lograr la reconciliación. Pensemos en lo que sucedió con Pablo y Bernabé en Hechos 15:36-41.
La Biblia no lo dice así explícitamente, pero sabemos por inferencia (por ej. Col. 4:10), que antes de separarse en su ministerio para trabajar con iglesias diferentes, trataron de resolver su conflicto y al final lo hicieron. Pero, en cierto momento, debieron de haber llegado a esta conclusión: Tú y yo tenemos mucho trabajo que hacer. Yo tengo una tarea que hacer, y tú también. La verdad es que no tenemos tiempo para concentrarnos en nosotros mismos. Es mucho el trabajo que tú y yo tenemos que realizar. Por tanto, marchémonos cada uno por su lado. Nos dedicaremos al trabajo que Dios nos mandó hacer, y en algún punto del camino entenderemos por qué sucedió esto. Eso fue lo que hicieron y posteriormente se reconciliaron.
EC: Aunque hay un momento justificado para dejar una iglesia, ¿cuáles son algunas de las razones por las que alguien no debe hacerlo, a pesar del doloroso conflicto?
BC: Una de las razones para quedarse, es porque eso honra al Señor y protege el testimonio de la iglesia. Cuando uno se propone trabajar para resolver el conflicto, en vez de retirarse, le envía a la comunidad el mensaje de que Dios tiene las respuestas a los problemas de nuestra vida real. Es comunicarle que podemos resolver las cosas a la manera de Dios, lo cual hará que los demás tomen nota y vean cómo manejamos el asunto. La iglesia puede mostrar que hay una manera diferente a la que tiene el mundo para resolver los conflictos
Por desgracia, los cristianos suelen responder a los conflictos de la misma manera que lo hacen las personas que están fuera de la iglesia: o pelean o huyen. Para lograr que otros no nos hieran, o bien infligimos dolor a quienes percibimos como nuestros enemigos, o huimos del conflicto. Decimos creer la Palabra de Dios, pero muchas veces no vivimos en realidad la vida que ella nos manda.
La Biblia nos dice mucho acerca de la manera práctica de manejar las relaciones y de resolver los conflictos, y nosotros tenemos que decidir si lo creemos o no. Sabemos lo que ella dice, pero simplemente no creemos que funcionará, y por eso tiramos la toalla.
Pero sí reconozco que hay un límite. Puede llegar el momento en que usted tenga que decir: "Traté lo más que pude; hice mis mejores esfuerzos para remediar la situación, pero el problema no se resolverá aunque me quede".
EC: Hay muchos cristianos que no son parte de una iglesia, porque fueron heridos en el pasado. ¿Qué consejo les daría usted?
BC: Es posible que no quieran someterse al proceso de sanidad, porque quizás piensan: En realidad, estoy bien con este golpe. Sé que voy a sobrevivir. Sin embargo, si uno se quiebra una pierna, no dice: "No quiero volver a caminar, porque se me quebró. Me siento bien dejándola así rota". Sí, el proceso de sanidad puede ser muchas veces doloroso, como lo es volver a poner en su sitio un hueso roto, pero es un proceso necesario. Podemos huir de él, pero el dolor no desaparecerá hasta que decidamos pasar por la curación.
EC: ¿Con qué medida concreta se podría empezar? ¿Es suficiente con volver a congregarse en una iglesia y estar dispuesto a entablar nuevas relaciones?
BC: ¡Sin duda alguna! La persona tiene que ocuparse de esas relaciones fracturadas del pasado, traerlas al Señor y decirle. ¿Qué quieres que haga en cuanto a esto? Dime lo que yo pudiera hacer para honrarte".
EC: Usted dice en su libro que la música del culto es un área frecuente de conflicto que, muchas veces, se transforme en crueles críticas a espaldas de los demás, y que produce divisiones en las iglesias. ¿Cómo debe una iglesia manejar este tipo de problema?
BC: La generación más adulta se crió con una música que representa todo un lenguaje para ella. No se trata sólo de un estilo de música; es como esa generación se expresa musicalmente en la adoración. Luego está la generación más joven, que habla un lenguaje completamente diferente en cuanto a la música, y que tiene la misma necesidad de expresarse en la adoración. Entonces, ¿qué se puede hacer? Hay que aprender a "traducir". Hay que decidir amar a los demás lo suficiente para aprender el lenguaje del otro.
EC: ¿Cómo funciona esto en la vida real? ¿Cómo podrían las dos generaciones hallar la manera práctica de dialogar sobre estas cosas de una manera madura?
BC: Unas de las ideas más efectivas que he visto en acción, fue en el oeste de Texas, donde una iglesia estaba teniendo un conflicto por la música del culto. La clase de jóvenes adultos de la Escuela Dominical se dio cuenta de que ellos podían romper las barreras generacionales en su iglesia, con simplemente cultivar relaciones con la generación de más edad. Todos se presentaron un día en la Escuela Dominical de los mayores y les invitaron formalmente a tener algunos juegos en una de sus casas. Les dijeron: "Queremos que vengan y nos enseñen sus juegos favoritos. Nosotros nunca hemos jugado dominó, pero sabemos que ustedes sí, y por eso queremos que nos enseñen a jugarlo".
Los jóvenes entendieron el verdadero problema: no había en realidad una relación transgeneracional en su iglesia, y necesitaban hacer de manera intencional verdadera amistad con sus hermanos y hermanas de más edad. El hecho es que, si los creyentes no arreglan antes las relaciones interpersonales en su iglesia, no importará el estilo de adoración que elijan.
Ser iglesia significa siempre tener relaciones. Tenemos que aprender el idioma de los demás, y mostrarles amor de una manera que sea significativa en medio de nuestra diversidad. Así seremos más la iglesia que Cristo quiso que seamos cuando pensó en ella.
3 pruebas de fuego en el proceso de sanidad
Reconsagración. Llévele su dolor a Dios. Deje que el Señor le atraiga más a Él, Permita que Él le enseñe algo a través de la herida, y que le haga un seguidor más maduro de Cristo.
Reconciliación. Esté un tiempo a solas con el Señor, y pídale que le diga lo que Él quiere que usted haga en cuanto a las relaciones rotas que dejó cuando se marchó de la iglesia. Lo demás tendrá que ver con su obediencia a Su dirección, creyendo que Él honrará sus esfuerzos y su trabajo sanándole, cualquiera que sea el resultado posterior.
Reingreso. Respire hondo y actúe. Deje que Dios le dé la valentía para volver a su antigua iglesia (o a otra, si es necesario), tome sus herramientas, y póngase en actividad de nuevo.
Los 5 principios de unidad
El principio del Espíritu
Hay una sola Cabeza de la iglesia, y Él vive en todos nosotros los creyentes. Conocer este principio me ayuda a encontrar a Cristo en mi hermano y relacionarme con Cristo mediante mi hermano.
El principio del Enemigo
Tenemos sólo un Enemigo de la iglesia, y ése no es usted ni soy yo. Satanás odia la unidad, por lo que debemos reconocer que cuando hay divisiones y desacuerdos, estas cosas no provienen de Dios. Son la obra del Enemigo.
El principio de la Percepción
Tenemos que asumir la responsabilidad de cómo la gente nos percibe. Tenemos que dejar de decir acerca de nuestros hermanos y hermanas de la iglesia: "No me importa lo que fulano o zutano piense de mí". Debemos simplemente ponernos en los zapatos de los demás y ver su punto de vista.
El principio de la Responsabilidad Si usted y yo somos miembros de la misma iglesia, ambos estamos llamados a servir, y tenemos la responsabilidad mutua de velar el uno por el otro. Esta responsabilidad nos ayudará a evitar muchos conflictos que hay en las iglesias.
El principio del enfoque
Debemos mantener nuestra mirada puesta en Jesús. A menudo las iglesias tienen tiempos de conflictos porque han quitado su mirada de Jesús; sólo están pensando en tener la razón, en vez de pensar en Él.