Oración: Hábito piadoso
Los buenos hábitos son difíciles de lograr. Requieren esfuerzo e involucran intención y perseverancia, así que si quiero comenzar un programa de ejercicios, debo ejercitarme durante un par de meses con el fin de establecer un buen hábito. Pero hasta los buenos hábitos son difíciles de mantener cuando tienen poco tiempo. Por eso, el año pasado comenzamos a orar en familia cada noche durante quince a treinta minutos, algunas veces más.
Era un momento para estar juntos en familia antes de ir a dormir y para orar formalmente. Fue una disciplina maravillosa que mantuvimos durante más o menos un año, y después empecé a dejar que la abandonáramos. No hacer nada es mucho más fácil que hacer algo. Ahora tal vez oramos una vez a la semana o una vez cada dos semanas. Y detesto haber empezado a abandonar algo tan bueno.
La Oración es una disciplina que debo restaurar por mi bien y el de ellos. Es un buen hábito; una buena disciplina que no solo beneficia a mis hijos sino a mí también, y fortalece nuestra comunión con Cristo y de los unos con los otros.
Pero es difícil de hacer cuando tengo otra cosa que debo hacer. Es difícil ser consistente en un trabajo como en la oración cuando súbitamente aparece un problema en la familia, cuando hay interrupciones, o cuando alguna responsabilidad recae sobre mí.
En otras palabras, es difícil ser fiel a este tipo de disciplina piadosa, este buen trabajo, precisamente cuando más lo necesito. Es posible que resulte más difícil simplemente porque estoy cansado.
Y sin embargo, es en este cansancio que una disciplina piadosa como esa puede ser un ancla para mí y mi familia, o un salvavidas para que nos aferremos a él cuando estemos perdidos en el océano. Ciertamente, no es en esos momentos que es sabio abandonar esas disciplinas en nuestra vida.
De hecho, es probablemente en esos momentos en que las necesitamos más. Es para momentos como esos que establecemos estas buenas disciplinas, para que se conviertan en raíces tan firmes en nosotros que estén presentes cuando se necesitan en momentos de desesperación y que sean un bálsamo. Así que podría ser que usted haya sido negligente en alguna disciplina que haya adoptado.
Quizás ha descuidado sus oraciones o su tiempo con las Escrituras. No se dé por vencido. Comience otra vez. Programe tiempo para ellas.
Estas disciplinas piadosas son necesarias para nosotros. Cuando nuestra fortaleza es puesta a prueba es cuando más necesitamos refrescarnos, ya sea con el sueño o agua u oración.
Cuando somos desafiados emocionalmente o espiritualmente, si algo está ocurriendo en nuestra familia, alguien está enfermo o ha caído en pecado, es en ese momento que necesitamos mayor fortaleza, cuando más necesitamos estos momentos regulares de renovación espiritual y sustento.
Es en esos momentos que no deberíamos abandonar esas actividades que son buenas para nuestra salud espiritual, porque es en esos tiempos en que dependemos más de ellas y dependemos de esos buenos hábitos para sustentarnos.
Porque somos humanos, hay un punto común entre lo material y lo inmaterial. De manera que si estoy en una lucha espiritual o bajo presión emocional, entonces necesito sustento físico apropiado y más horas de sueño de las que normalmente me permitiría.
Y no debo abandonar el ejemplo espiritual que nos dio nuestro Señor, quien «muchas veces se alejaba al desierto para orar» (Lucas 5:16; ver también Marcos 1:35; 6:45-46). Examinemos su ejemplo y aprendamos de él. Animémonos los unos a los otros a hacerlo. Y oremos los unos por los otros.