Desafortunadamente muchas parejas comienzan una relación íntima con muy poco o ningún conocimiento de cómo debiera funcionar tal relación. --Sólo me casé para irme de casa, para tener mi propio hogar y ser independiente--admitió una joven de nombre Juanita-
Mis padres trataron de evitarlo, pero uno siempre cree saber más que ellos. Juanita pensó que al fin se estaba separando de sus padres. Sin embargo, su matrimonio sólo fue la pugna para probar que estaba haciendo lo correcto. La cuestión es que no pudo lograr una buena relación con su esposo. --Después de seis meses supe que había cometido un error--nos confesó--; lo supe aun antes de que naciera mi bebé. Al poco tiempo se divorció de su marido.
Los nombres pueden cambiar y las circunstancias variar, pero la tragedia sigue siendo la misma: muchos matrimonios acaban en divorcio.
Un consejero cristiano me confesó que, de acuerdo a su experiencia, los problemas matrimoniales podrían dividirse en tres categorías: * No dejar a los padres * No unirse al compañero * No desarrollar una relación de unidad Moisés (en Génesis), el Señor Jesús (en los Evangelios) y luego el apóstol Pablo (en sus epístolas) usan esos mismos tres conceptos para describir el ideal de Dios en el matrimonio: "El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a la mujer con quien se casa para poder ser una sola carne" (BD).
El matrimonio incluye dejar a los padres y unirse al cónyuge. Es una unión total, íntima y excluyente entre un hombre y su mujer. Pero esto no es todo. El matrimonio cristiano en realidad es un triángulo: el marido, la mujer y Cristo. Patricia, mi esposa, entregó su corazón al Señor Jesús cuando tenía 8 años. Yo lo hice a los 12. Cuando unimos nuestras vidas, lo hicimos ante el Señor.
El es la tercera persona en nuestro matrimonio. El es quien nos acerca como pareja a medida que nos acercamos más a El. Dios ha creado al hombre y a la mujer para que se complementen de manera mutua en la relación matrimonial--espiritual, intelectual, emocional, social y físicamente. La intimidad comienza con la unidad espiritual en Cristo, y a partir de allí va uniendo a la pareja en todos los aspectos de la vida.
Esto lleva tiempo y dedicación. Pero la recompensa de esa intimidad y unidad por cierto vale la pena. --Pero Luis--me dice usted--, mi cónyuge y yo no tenemos esa unidad en nuestro matrimonio. En realidad, a veces pareciera que somos dos desconocidos. A menudo estamos en desacuerdo y cada uno hace lo suyo.
¿Qué nos aconseja? Cuando aparecen problemas maritales, no se aleje de Dios; acuda a El. Vaya a Cristo. Junto con su cónyuge deje el problema ante El. Arrodíllense ambos junto a la cama, abrazados. Abran la Biblia, lean una porción y coméntenla. Traten de descubrir lo que dice la Palabra de Dios en cuanto a la situación que están viviendo. Luego compartan motivos de oración y hablen con Dios los dos juntos.
Haciendo esto aprenderán a conocerse más, y Dios les ha de mostrar cómo podrán convertirse en uno--y cómo estar más unidos en El cada día. El quiere que los esposos sean una sola cosa, y desea ayudarnos con su guía para que vivamos felices de esa manera.