Mi esposo y yo nos estamos alejando el uno del otro. No es que él me haya sido infiel o que tengamos problemas demasiado profundos. El es responsable
en su trabajo y en el hogar, pero nuestras relaciones se han enfriado mucho, y esto me desespera.
Reconozco que siempre me ha costado mucho sujetarme a mi marido. Por esta razón hemos tenido muchas desavenencias. Temo mucho que nuestro matrimonio se vaya a destruir. ¿Qué me aconseja?
Cuando dos o más personas viven bajo el mismo techo o quieren trabajar juntas, una de ellas tiene que ser la cabeza, el responsable, el que toma la
decisión final, a fin de que haya orden, paz y armonía.
En su caso, señora, usted debe ser la que se sujeta a su marido y en esto ha fallado. Es cierto que en estos días de "liberación femenina" estamos de acuerdo en que la mujer está a un mismo nivel que el hombre en lo que respecta a dignidad, potencial y derechos ante la ley.
Sin embargo, esto no refuta el hecho de que en el matrimonio el hombre es cabeza de la mujer, así como Cristo es Cabeza de la Iglesia, como dice la Biblia. Y para que haya armonía y amor en el hogar, el plan de Dios, nuestro Creador, es que la mujer se sujete a su marido. Psicológicamente, este es un principio muy sano y espiritualmente es perfecto.
Le recomiendo que lea 1a. San Pedro capítulo 3, donde la Biblia nos explica las obligaciones de los cónyuges.
La mujer debe conducirse de tal manera que su marido tenga plena confianza en ella y a él le dé gusto ser la cabeza del hogar. Su conducta, como dice la Biblia, debe ser intachable y respetuosa.
¿Respeta usted a su marido? ¿Lo reconoce como Cabeza de su hogar? Cuando tienen problemas que
tratar, ¿los estudian concienzuda y amigablemente antes de tomar una decisión, y deja usted que su esposo sea el responsable de tal decisión?
Para salvar su matrimonio, le recomiendo que sin demora le pida perdón a su marido por su obstinación en hacer su propia voluntad durante todos estos años de casados. Pregúntele si hay algo más que le molesta en su comportamiento como esposa, y dígale que usted desea que los dos establezcan comunicación abierta y sincera en todos los aspectos de sus vidas.
Decídase a cambiar su comportamiento por uno de más comprensión y paciencia. No se irrite con su esposo, y si no tiene un argumento lo suficientemente convincente, manténgase en silencio.
Pídale a Cristo que venga a morar a su corazón y le dé la paciencia y el amor que usted necesita para mantener su hogar unido. Cristo es el poder que necesita para resolver su problema. Deje que Cristo controle su mente y corazón y así obtendrá la sabiduría que toda esposa necesita.
Luis Palau