Transformaciones en la vida intima de la pareja
La reformulación de los roles de los hombres y las mujeres en nuestra sociedad ha provocado cambios en todos los órdenes de la vida pero fundamentalmente en las relaciones familiares. Si hace unas décadas atrás el cuidado de los niños era responsabilidad exclusiva de las madres, hoy esta función dista de ser únicamente de las mujeres.
Por este motivo, ante la llegada de un niño los padres y las madres deben resolver cómo se repartirán el cuidado del bebé, ajustando y adaptando, en la medida de lo posible, sus horarios.
Junto con los cambios profundos en el estilo de vida de la pareja que conlleva la llegada del bebé, aparecen otras modificaciones en la cotidianidad, como las alteraciones en el sueño, los cambios en los ritmos de las comidas y la frecuencia de las relaciones sexuales, que muchas veces serán interrumpidas por “sus urgencias”.
La sexualidad alterada
Según el Colegio Americano de Obstetricia y Ginecología, la reanudación de las relaciones sexuales puede realizarse, en líneas generales, después de cinco a seis semanas.
De todas formas, cada caso es diferente y la pareja debe consultar al ginecólogo para evitar problemas de salud o de seguridad. Cuando la familia pasa de dos a tres, la pareja ya no puede hacer el amor cuando quiere. En lugar de ello, deberá aprovechar la oportunidad cuando se presente o bien establecer un programa bien planificado”.
Los momentos de absoluta y completa intimidad se verán drásticamente reducidos con la llegada del bebé a la familia y por ello el idilio podrá ser menos espontáneo, pero esto no indica que la calidad del vínculo se vea deteriorada.
Además, los expertos sugieren que se busquen formas alternativas de gratificación que incluyan besos, caricias, diálogos y redescubrir el placer de estar juntos, sobre todo en los primeros meses, hasta que los ritmos se reajusten a la nueva vida familiar. Lo deseable es que no se pierda nunca el contacto sexual, incluso antes y después del parto.
“Síndrome del tercero”
En algunas parejas la llegada del hijo provoca el llamado “Síndrome del tercero”, es decir, entre la pareja aparece una tercera persona que puede modificar la relación. Algunos esposos sienten que se les desplaza, ciertas mujeres consideran que el varón no se preocupa por el hijo y todos estos sentimientos pueden provocar que se resienta la vida sexual de la pareja.
Todas las transformaciones que conllevan el parto y el cuidado del bebé -trabajos, preocupaciones, actitud de protección- generan un cambio enorme que debe ser conversado entre los padres. Generalmente, los primeros meses el hombre se va a trabajar y la mujer se queda al cuidado del niño y esto puede provocar problemas de pareja, pero ello depende de cómo se resuelva la situación. Un hijo puede reforzar la relación en función de cómo se viva su nacimiento.
Para evitar conflictos, lo recomendable es el diálogo: cada uno tiene que preocuparse de comunicar a la pareja lo que siente y comunicarse mejor. Lo fundamental es hablar porque con la llegada de un bebé las parejas reaccionan de formas muy diversas según la personalidad de los padres, la historia familiar y la historia de la relación.
Siempre son “herencia de Dios”
Debemos recordar que todo hijo es un “don de Dios”, por lo tanto por sobre toda preparación psicológica y social de la pareja, debe haber en los padres una preparación espiritual para recibir ese presente del Señor.