Hay un «club» que día a día gana más integrantes. La condición para entrar no es pagar una cuota, inscribirse o hacer mérito.
De un día para el otro uno pasa a ser parte sin siquiera buscarlo. ¿Cómo se les llama a los «afiliados»? «Hijos de padres separados». Y yo soy uno de ellos. Sí, así es. En 1985 mi padre se separó de mi mamá, y desde entonces tanto mi hermano Ezequiel como yo hemos pasado estos dieciséis años sin él.
Existe una gran cantidad de escritos que tratan sobre el matrimonio, otro tanto sobre cómo resolver los problemas que ocurren dentro de esa relación y algunos sobre la separación y el divorcio. No voy a ocupar estas líneas para hablar acerca del matrimonio, o si es bíblico o no divorciarse. Lo que sí haré es conversar contigo de corazón.
Porque... ¿quién nos habla a nosotros, los que sufrimos de «segunda mano»? No hay mucha orientación cristiana al respecto. Se condena mucho, se aconseja poco y la tristeza inunda el corazón de miles, que cantan con sus labios pero lloran en su interior.
Y tal vez tú seas un hijo o una hija cuyos padres han roto su relación matrimonial. Pues bien, quiero ponerme a tu lado y hablarte desde el alma, como alguien que a los 24 años se sienta a reflexionar sobre el pasado, el presente y el futuro sin tener a papá y a mamá juntos.
Tres Lágrimas Inevitables.
Cuando tus padres se separan pasan tres cosas inevitables dentro tuyo:
1).- «NO PUEDO MÁS, ¿POR QUÉ TUVO QUE PASARME A MÍ?» (TRISTEZA).
De pronto se fue. Ya no está. Papá o mamá dejó el hogar... ¿por qué? «Todos tienen a su papá, ¿y yo? ¿Por qué esto tiene que pasarme a mí?» La tristeza y la depresión te visitan apenas comienzan los problemas en casa y se adueñan de tu corazón cuando ocurre la separación. Cuidado, es normal ponerse triste, porque uno ama a sus padres. Pero el problema es dejarse dominar por la tristeza, y muchas veces lo hacemos.
2).- «POR MI CULPA... POR TU CULPA... POR NUESTRA CULPA PASÓ ESTO» (CULPA).
Otra cosa que sucede es que te sientes culpable. «Se fueron por mí», «Yo podría haber hecho algo para evitar que se divorciaran». O tal vez le echas la culpa a tus padres: «Mamá no lo cuidó, por eso él se fue con su secretaria. Papá no amaba a mamá, ¿para qué se casó con ella?» Y así elaboramos una lista sin fin de culpables, y mentalmente establecemos un juicio sin piedad contra todos, buscando aliviar la carga de enojo que tenemos adentro. Pero te puedo asegurar que esto no resuelve para nada las cosas.
3).- «¡YO LOS VOY A VOLVER A JUNTAR!» (MESIANISMO).
Apenas ocurre la separación, y también en varias ocasiones más, te sientes responsable de hacer algo para unir nuevamente a tus padres, como si fueras el salvador (el mesías). Esto es muy común entre los que somos hijos de Dios.
Nos creemos los delegados por el Señor para restaurar las cosas, lograr que nuestros padres vuelvan a amarse y así tener una familia exitosa. Y entonces empieza nuestro plan: hablarle bien a papá de mamá y viceversa, concretar salidas, decirles qué lindos son, pedirles que se unan por nuestro bien (el de sus hijos). Algunos llegan a decir: «¡arrepiéntanse porque se van al infierno!»
Ahora, si bien es cierto que Dios puede usarte como instrumento de reconciliación (y de hecho ha ocurrido en muchos hogares), no somos nosotros ni nuestros esfuerzos los que cambiarán sus corazones. Sólo Dios puede hacerlo.
Cómo Volver a Sonreír.
¡Hay esperanza! Dios está presente en nuestra vida y no nos abandona.
«...Aunque ustedes estén tristes, su tristeza se convertirá en gozo» (Juan 16.20b).
Quiero compartir contigo tres cosas que me devolvieron la alegría en medio de mi propia experiencia como hijo de padres separados. Te las comparto a corazón abierto:
1).- «LOS PERDONO» (EL PODER DEL PERDÓN).
Tienes que perdonar. Así de sencillo y así de directo. Perdona a tu papá por haberte dejado solo, quizás sin sostén económico, tal vez sin visitarte. Perdona a tu mamá por haberte descuidado debido a su depresión. Perdónalos a ambos por sus errores, pecados y descuidos. No te pido que te hagas el tonto y les des una sonrisa prefabricada, diciendo: «todo está OK», pasando por alto la situación.
Eso no es perdón. El perdón lo damos por amor, aunque el otro no lo merezca (¿no hace Dios así con nosotros?).
Perdonar quizás no hará que tus padres se vuelvan a unir, pero tú experimentarás libertad y paz en tu vida.
2).- «SEAMOS AMIGOS» (LA BENDICIÓN DE LA AMISTAD).
Arrímate al fogón... Un carbón separado de los demás se apaga pronto... Tener amigos es una gran bendición. Algunos evitan la amistad por temor a ser rechazados, y entonces se aíslan. No tengas miedo. Ante todo Dios está a tu lado, y Él es el mejor amigo. Y también desea que compartamos nuestras vidas con otros.
Sólo aquellos que tienen a Jesús como su mejor amigo pueden ser buenos amigos («el hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo, y amigo hay más unido que un hermano» – Proverbios 18.24). Dios creó a los amigos para compartir con ellos las alegrías y las tristezas, los buenos y los malos momentos. No pienses que eres el único que sufre, también hay otros que experimentan situaciones difíciles.
Una vez que encuentres amigos verdaderos disfrutarás lo que significa compartir la carga. Como dice un pastor amigo: «Una carga compartida pesa menos».
3).- «TÚ ERES MI PADRE» (DIOS: UN PADRE PERFECTO).
Y lo mejor de todo: Dios es tu Padre. Él se convierte en tu papá o tu mamá cuando éstos te faltan. Y Él es un Padre que no te falla. Muchos, al pensar en Dios como Padre, inconscientemente proyectan la imagen de sus padres terrenales a Él, y por eso no pueden relacionarse bien o le tienen miedo.
La Biblia dice que Dios es amor. Él te ama. Por eso, la mayor alegría que puedes tener (y lo digo por experiencia propia) es saber que «aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo Dios me levantará» (Salmo 27.10).
Él va contigo a la escuela. Está en las gradas mirando y aplaudiendo las jugadas que haces. Te acompaña en las horas de la noche mientras estudias para el examen. Te conoce por nombre aunque estés rodeado por una multitud.
La Mejor Decisión de la Vida.
Hace dieciséis años que no tengo papá: Juan José. Hace más de dieciséis años que sí tengo Papá: Dios. ¿Y todo gracias a qué? Un día recibí a Cristo en mi corazón, lo reconocí como Señor y Salvador de mi vida, creí que murió por mí en la cruz y que resucitó de entre los muertos con poder. Entonces la vida comenzó, y nunca estoy solo.
¿Le has dicho sí a Jesús? ¿Es Dios tu Padre? Si tu respuesta es afirmativa, avanza con todas tus fuerzas para adelante, porque siempre hay esperanza, aunque seas hijo o hija de padres separados. Pero si nunca le abriste la puerta de tu corazón, hoy es el día. Sé valiente. Habla con Él, aunque no entiendas todas las cosas. Pídele que llene tu vida con su presencia. Y te puedo garantizar algo: ¡Él nunca te fallará!
El autor, Cristian Franco, argentino, es miembro de la Asociación Evangelística Luis Palau y vive en Buenos Aires.