Comencé siendo un cristiano alegre y feliz. Tres años después de convertirme, siento haber perdido esa emoción. Me encuentro desganado, decaído, débil frente a las tentaciones. Hasta han perdido significado para mi la Biblia y la oración. ¿Qué me ocurre?
Respuesta
Por cierto usted es muy sincero. Su aparente decadencia espiritual no esresultado de vivir en pecado. Ansía gozar de la vida cristiana, pero no lologra aunque está seguro de su salvación.
Primero, a los veinte años de edad hay factores físico‑sexuales que producen durante ciertas temporadas reacciones de desgano, decaimiento e indiferencia. Creo que éste es su caso. Tiene que comprender y aceptar ese hecho. Por tanto, no se culpe a sí mismo de decaimiento espiritual cuando el origen de su confusión es física y emocional. Su estado físico afecta su clima emocional.
Segundo, usted tiene el Espíritu Santo morando en su corazón. Isaías ll:2 dice: "Y sobre El reposará el espíritu del Señor, el espíritu de sabiduría, entendimiento, consejo y poder: el Espíritu de entendimiento y temor del Señor". Por El podemos vencer espiritualmente sobre las influencias físicas, sexuales y emotivas que nos acosan, particularmente cuando nos encontramos decaídos. Los ataques satánicos son más peligrosos durante las temporadas de desgano.
Tercero, acérquese ahora mismo a Dios meditando en Santiago 4:5 al 8, donde dice: "¡Por algo las Escrituras dicen que el Espíritu Santo que Dios ha puesto en nosotros nos ama celosamente! Pero El nos ofrece fortaleza para resistir nuestros más perversos anhelos. Dicen las Escrituras que 'Dios da fuerzas al humilde y se opone a los orgullosos y soberbios'.
Sométanse humildemente a Dios. Resistan al diablo y huirá de ustedes. Acérquense a Dios y El se acercará a ustedes. Lávense las manos, pecadores; dejen que el corazón se les llene de Dios y se vuelva puro y fiel a El".
Practique de rodillas la demanda de cada frase de esos versículos. Luego experimente lo mismo con Hebreos 4:14‑16, frase tras frase. Dice lo siguiente: "Pero en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que subió al mismo cielo a ayudarnos. Nunca dejemos de confiar en El.
Nuestro sumo sacerdote entiende nuestras debilidades, porque un día pasó por las tentaciones que a diario pasamos, si bien es cierto que nunca cedió a las mismas y por lo tanto nunca cometió pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de Dios y hallemos allí misericordia y gracia para el momento en que lo necesitamos".
Alabe a Dios a pesar del decaimiento físico y emotivo. Repentinamente descubrirá una nueva relación personal entre usted y su Dios Salvador.
Cristo, quien mora en su corazón será nuevamente real e íntimo. Casi sin darse cuenta el "fruto del Espíritu" florecerá en su alma. Explorar la Biblia será un placer renovado. Conversar con Dios le proporcionará una experiencia constante, normal y efectiva. ¡Adelante joven!