Mi estimado señor, en primer lugar, es importante que Dios lo perdone a usted y también a mí, porque ninguno de nosotros es digno de Dios.
Santiago, el viejo escritor bíblico pregunta así en el capítulo 4 del libro de la Biblia que lleva su nombre: "¿Por qué hay enemistades y riñas entre ustedes? ¿Será que en el fondo del alma tienen un ejército de malos deseos?" Y en Romanos capítulo 7, dice San Pablo: "Yo no me entiendo a mí mismo, porque quiero sinceramente hacer lo bueno pero no puedo.
Hago lo que no quiero hacer, lo que aborrezco." Es decir, no somos dignos de Dios porque El es perfecto, y por eso necesitamos su perdón. Si Dios no me perdonara a mí, El me condenaría al infierno, y yo merecería el infierno, porque mi corazón es rebelde y egoísta como todos los seres humanos.
Segundo, Jesucristo es el único Ser digno ante los ojos de Dios. Los demás, necesitamos el perdón. Jesús fue digno por el sacrificio de su vida, sacrificio que hizo en aquella sangrienta cruz del calvario por causa de nuestros pecados. Por eso es digno ante los ojos de Dios. Demasiados seres humanos procuran ser aceptados por Dios en base a sacrificios o hechos propios o en base a promesas que ellos hacen.
El ser humano contamina todo lo que toca. ¿Por qué? Porque somos egoístas. El único sacrificio que vale es el de Cristo en la cruz, y aquél que se entrega a Cristo, aquél que pone su fe sólo en Jesús, aquél que recibe a Cristo por la fe en su corazón, es perdonado por Dios y es aceptado por Dios. Como dice San Pablo en Colosenses capítulo 1:
"El los ha reconciliado por medio de la muerte que sufrió en su cuerpo humano. Ahora puede presentarlos santos, inmaculados y absolutamente irreprensibles ante la misma presencia de Dios".
Tercero, necesitamos recibir el perdón que El nos ofrece y que compró hace dos mil años en una cruz, por medio de la confesión del pecado directo a Dios y dándole gracias a Dios. En 2a. Corintios capítulo 5 también San Pablo señala:
"Porque Dios tomó a Cristo que no tenía pecado, y arrojó sobre El nuestros pecados, y luego para colmo de maravilla nos declaró justos; nos justificó".
Por último, Satanás tratará de seguir acusándolo a usted de ser pecador, pero si usted ha recibido a Cristo en su corazón, El le ayudará. No le tenga miedo a Satanás ni a sus tentaciones, ataques y dudas. Aquél a quien Dios perdona está perdonado por toda la eternidad. "Feliz el hombre a quien Dios perdona su pecado", dice el salmista en el capítulo 32. ¿Es usted uno de ellos?