Parece que no puedo obtener la disciplina que deseo en mi hogar. En primer lugar hay que amar mucho a Dios y a los hijos para que la disciplina funcione.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que es muy provechoso tener reglas o normas en la casa, que los hijos deben respetar y obedecer, teniendo
presente que si desobedecen, van a recibir el debido castigo. La Biblia en el libro de los Proverbios, capítulo l9 dice:
"Castiga a tu hijo mientras hay esperanza".
Y en el capítulo 13 del mismo libro dice:
"El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige".
La disciplina, por lo tanto, hay que hacerla funcionar en base a reglas y normas pero nunca bajo arranques de ira. Como me dijera un señor: "Mire
señor Palau, cuando mis hijos me desobedecen, yo reviento".
Este comportamiento de parte de los padres no establece disciplina pues el estado nervioso y alterado de una persona refleja falta de control.
En tercer lugar, una manera muy eficaz de obtener disciplina de los hijos, es haciéndoles saber las consecuencias de sus acciones.
Sus hijos deben comprender que si obedecen, todo les va a resultar bien y a la vez van a ser recompensados; bien sea con un paseo, un regalo, la sonrisa de sus padres o las palabras de estímulo de los mismos. Asimismo, deben saber que si desobedecen habrá castigo, ya sea físico o de restricción de privilegios.
El hecho es que toda la familia debe reconocer que tanto la obediencia como la desobediencia traen sus consecuencias, y al experimentar las mismas es como se obtiene la disciplina en el hogar.
En cuarto lugar, no olvide usted que la Biblia enseña que todos los seres humanos recibimos disciplina de Dios. En especial nos damos cuenta de esto los que somos llamados hijos de Dios, esto es, los que hemos recibido a Cristo en el corazón. Si no recibimos disciplina de Dios, quiere decir que no somos verdaderos hijos suyos.
En el libro de los Hebreos, capítulo 12 se nos dice lo siguiente:
"Habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por El; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos".
Y si Dios, que es nuestro Padre Celestial, nos disciplina, ¿no debemos también nosotros disciplinar a nuestros hijos?
Por último, amable lector, no olvide que Dios quiere lo mejor para nosotros, y por lo tanto exige amor y respeto a su Palabra.
En Deuteronomio, capítulo 6 leemos:
"Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes".
Que Dios le ayude en la disciplina de sus hijos.
Luis Palau
www.luispalau.net