En el invierno de 1998, Ellison habló en la conferencia anual de la TED en Monterey, California. Las letras significan "Tecnología, Entretenimiento y Diseño", pero la agenda es básicamente lo que pueda pasar por la mente del anfitrión, Richar Saul Wurman, un intelectual que se parece un poco al actor Wilford Brimley.
Wurman cobra miles de dólares a los asistentes, que vienen a escuchar una extraña mezcla oradores que en 1998 comprendió al director de cine Oliver Stone, al coleccionista de animales Jim Fowler, al responsable de noticiarios de TV Forrest Sawyer, a la cantante Hazel Miller y a Ben Cohen de Ben & Jerry's Ice Cream.
La pareja más extraña la constituyeron los oradores del final, Larry Ellison y el reverendo Billy Graham. "El oráculo y El Oráculo."* ¿Se entiende?
Eliison se explayó con su temática habitual: la computación por red, los demonios de Microsoft, la importancia de la educación, e introdujo algunas lineas sobre su avión y su helicóptero.
Cuando Ellison finalizó con sus treinta minutos, se hizo cargo de la escena Graham. Visiblemente vacilante y verbalmente atrapante, emitió palabras amables sobre Ellison y luego reflexionó sobre las eras tecnológicas de la antigüedad, remontándose hasta la época del rey David.
"Pero al final", dijo casi amargamente Graham, de 79 años, ninguna tecnología había alguna vez resuelto los "tres grandes problemas" que enfrenta la humanidad —el mal humano, el sufrimiento de la humanidad y la muerte.
"La tecnología perpetúa el mito del control de nuestra propia mentalidad." Pero no lo debería hacer, dijo, porque "la ciencia y la religión no son antagonistas, sino hermanas". Graham cerró su locución observando que, aunque el no vivirá lo suficiente como para presenciar la época que sus oyentes familiarizados con la alta tecnología se hallaron tan fervorosamente prediciendo, esperaba que ellos pensaran además sobre la espiritualidad y las verdades más profundas.
Fue una presentación conmovedora y digna de contemplación para todos, pero especialmente para alguien que había expresado estar todavía creciendo a la edad de cincuenta y cuatro años.
Desafortunadamente, Ellion no escuchó una sola palabra de la alocución. Se había marchado apenas terminó de hablar sobre sí mismo.
Tomado del Libro "Los Silicon Boys"