EL MANDATO REQUIERE ENTREGA
Para poder hacer esto, Cristo tiene que ser nuestra primera prioridad. El llevar a cabo esa tarea requiere dejar que alguien tenga el control de nuestras vidas. Los verdaderos discípulos dejan que Cristo viva Su vida a través de ellos.
Jesús advirtió que esta opción tenía un alto costo, y por eso aconsejó a Sus seguidores que pensaran antes lo que eso involucraba (Lucas 14:28-32). En realidad, el Señor habló claramente de un gran “precio”. “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26).
La palabra griega traducida como “aborrecer” significa en realidad “amar menos”. Es decir, somos capaces de ser discípulos de Jesús sólo cuando nuestro amor por Él sea mayor que nuestro apego a las cosas más preciosas para nosotros, y que le obedezcamos aun a costa de ser incomprendidos.
La Biblia no da a entender en ninguna parte que la vida cristiana sea fácil, o que nuestros amigos o parientes estarán de acuerdo con nosotros. En realidad, nuestra vida de fe puede ser un proceso doloroso.
Notemos lo que Jesús necesitó de Sus seguidores: los llamó a dejar su actividad para que le siguieran (Mateo 4:20; 9:9). ¿Qué cree usted que pensaron los padres de Mateo, Andrés o Pedro en cuanto a eso? Probablemente no se sintieron muy entusiasmados.
Muchos padres cristianos me han dicho: “Quiero que mis hijos obedezcan al Señor, siempre y cuando no tengan que servirle en el extranjero”, o “Quiero que Dios use a mis hijos, pero de ninguna manera que los llame al ministerio”.
Desde el punto de vista de Jesús, no hay ninguna condición que sea aceptable; no hay ningún “si…”, “pero…” o “a menos que…” que podamos agregar a nuestra decidida lealtad a Él. Es decir, nuestra lealtad tiene que poner a Cristo por encima de todas las personas y de todas las cosas, cueste lo que cueste.
EL MANDATO REQUIERE SERVICIO
Mucho del mundo cristiano se ha vuelto tan opulento, y la iglesia ha caído en una debilidad tal, que el discipulado simplemente no coincide con nuestra manera de pensar. Pero recordemos que Dios nunca nos pedirá que hagamos algo que contradiga las Escrituras o que no sea consistente con la vida de Jesús. La tarea que Él nos da puede parecer ridícula ante los ojos del mundo, pero será totalmente compatible con las enseñanzas de la Biblia.
Si usted le ha dicho alguna vez a Dios que quiere obedecerle, pero le pone condiciones a esa obediencia, Él no bendecirá su disposición. Ya sea que usted vacile por no querer herir los sentimientos de alguien, o por temor a la persecución, mientras usted se mantenga en el lado equivocado de la obediencia no será un seguidor leal de Jesucristo, y Dios no podrá desarrollar al máximo el potencial de su vida. Sólo cuando decimos finalmente: “De acuerdo, Señor, estoy dispuesto”, Él nos devuelve la paz.
Cuando Jesucristo utiliza la palabra “discípulo”, está hablando de seguirle a Él, lo cual involucra la disposición de dar cualquier paso que el Señor requiera, incluso si las consecuencias resultan severas. En Lucas 14:27, Jesús dice: “El que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo”. La gente muchas veces se refiere a alguna enfermedad física o sufrimiento como su “cruz”, pero eso no es lo que este versículo significa.
En el primer siglo, la cruz era un instrumento de ejecución; uno entendería muy fácilmente el significado, si el versículo dijera: “El que no lleva su ataúd…” Lo que Jesús está diciendo es que sus discípulos tienen que escoger a la muerte por encima de su propia vida, y unirse a Él. Llevar nuestra cruz habla también de la disposición a sufrir dolor, persecuciones y el oprobio por causa de Cristo. No se refiere a sufrir críticas y reproches por nuestro pecado, sino más bien a soportar el rechazo que glorifica al Dios vivo.
Hágase esta pregunta: ¿A qué estoy apegado? No hay nada de malo en disfrutar de relaciones o de las cosas que tenemos, siempre y cuando las cosas materiales y los apegos emocionales no sean más importantes que el Señor. Un genuino seguidor de Jesucristo hunde muy superficialmente sus raíces en el mundo. Usted y yo debemos estar dispuestos a hacer todo lo que Dios diga, e ir donde Él nos dirija, no importa lo que el Señor decida.
Para ser discípulos del Señor, debemos desprendernos de este mundo y unirnos a Cristo, no a las posesiones materiales, a las ideologías o las relaciones. Debemos seguir a Jesús sin importar el costo, aunque eso signifique no aceptar un ascenso profesional o la ruptura de una relación. Si usted no es promovido en su trabajo por obediencia a Dios, sin duda alguna el Señor le promoverá en el momento que Él tenga decidido hacerlo. Y cuando lo haga, el resultado será mucho mejor.
Lucas 14:33 dice: “Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”. Debe haber un momento en su vida, cuando diga: “Señor, todo es Tuyo. Haz con mi vida lo que Tú quieras”. La verdadera pregunta no es: ¿Cuánto tiene usted? sino: ¿Cuánto tiene Dios?
Los discípulos del Señor no pueden contemporizar con el mundo; vivir practicando el pecado y seguir la cruz de Cristo son extremos totalmente opuestos del espectro. ¿Desea usted ser un discípulo del Señor? La Biblia muestra una forma de proceder muy clara: esté dispuesto a obedecer Su sagrada tarea, apártese de sus preocupaciones mundanas y únase a sus hermanos y hermanas en Cristo en la Gran Comisión.
La tecnología nos ha dado medios sin precedentes para la difusión del Evangelio de Jesucristo, y tenemos el claro mandato de hacerlo. Nuestro mundo ha cambiado mucho, pero nuestro mensaje sigue siendo el mismo. La orden de Mateo 28:19 de “id, y haced discípulos a todas las naciones” es tan pertinente hoy como lo fue hace dos mil años.