El deseo del apóstol Pablo de ganar al mundo para Jesucristo, siempre ha representado un desafío para mí. A pesar de que Pablo fue apedreado, golpeado y sufrió otras muchas dificultades, siempre buscó reavivar las llamas del avivamiento.
Pablo usó de la estrategia para llevar a cabo su ministerio. Sus viajes misioneros fueron cuidadosamente planeados a fin de poder saturar ciudades importantes y provincias enteras con el evangelio de Jesucristo. El no creyó que un plan estratégico fuese carnal o indigno. Aunque Pablo contaba con una estrategia definida para ganar a su generación para Cristo, no era esclavo de sus planes.
Permaneció sensible a la guía del Espíritu. Recuerde, por ejemplo, cómo el Espíritu Santo lo envió a Macedonia aunque Pablo tenía otros proyectos (Hechos 16). Para mí es un concepto extraordinario. Por un lado, Dios espera de nosotros un planeamiento lógico y estratégico para poner en práctica la gran comisión.
Por otro lado, si permanecemos sensibles a la dirección del Espíritu, cuando sea necesario Dios podrá reencauzar nuestros planes. Una cosa no invalida la otra necesariamente. Como Pablo, tenemos que pensar de manera estratégica si esperamos que todo el mundo oiga la voz de Dios. Debemos trabajar y orar no sólo para la salvación de individuos específicos sino también para la salvación de las multitudes en grandes metrópolis y naciones.
¿Qué se necesitaría, qué habría que hacer para que determinado pueblo oiga la voz de Dios y crea en el mensaje divino? Luego de estudiar las vidas de Pablo y de otros grandes evangelistas en la historia de la iglesia, estoy convencido de que el Señor está usando misiones o campañas de evangelización para tocar millones de vidas y traer a millares y millares al reino de Dios. Y asimismo estoy convencido de que Dios también se vale de otros métodos.
La idea de que una forma de evangelismo sea superior a otra a los ojos de Dios, es una grave falla teológica sostenida por algunos críticos del siglo XX. Pablo afirmó: "A todos me hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos" (1 Corintios 9:22). Testificar a un amigo no es ni más ni menos importante que predicar a una multitud. Dios hace la obra; no importa el método que usemos. La gente se salva a través del poder del Espíritu Santo y la gracia de Dios.
Repetidas veces las Escrituras testifican que Dios mueve tanto a individuos como a multitudes de individuos--por lo general después de que la iglesia experimenta un fresco toque de la mano de Dios.
La historia de la iglesia lo confirma. Pero ¿por qué razón siempre tenemos que leer sobre avivamientos pasados? ¿Por qué no podemos vivir un avivamiento en carne propia? Cada vez que el pastor Roberts, predicador del gran avivamiento escocés, se dirigía a sus oyentes, les decía que Dios derramaría el fuego de la renovación espiritual sólo cuando hubiera cuatro cosas:
1. Confesión pública de Jesucristo como Salvador.
2. Confesión de todos los pecados de que uno es consciente.
3. Abandono de toda actividad dudosa.
4. Pronta y total obediencia al Espíritu.
Si en nuestra tierra tienen lugar estas cuatro cosas, los fuegos del avivamiento podrían esparcirse por todo el mundo. Ahora bien, ¿qué debe suceder en su vida antes que comience el avivamiento? Medítelo, sea sincero consigo mismo y luego actúe.