“Angeles de misericordia”
En los siglos siguientes los cristianos mantuvieron la buena fama de interesarse verdaderamente en los enfermos y en los necesitados.
Durante una serie de plagas que azotaron a Alejandría, fueron los cristianos los que se quedaron para cuidar a los enfermos y sepultar a los muertos. Todos los demás huyeron. Esto aumentó la buena reputación del cristianismo como una religión de amor y devoción.
Desde el principio del período misionero moderno, la obra médica ha sido un aspecto importante del evangelismo mundial. Pero no fue sino hasta fines del siglo pasado y principios del actual cuando las misiones médicas se convirtieron en una especialidad.
En 1925 ya había más de 2000 médicos y enfermeras de Norteamérica y Europa esparcidos por todo el mundo. Los hospitales y clínicas de las misiones también iban aumentando con rapidez.
El ministerio de la medicina misionera durante el siglo veinte ha sido, sin duda, el mayor esfuerzo humanitario que el mundo haya conocido jamás. Esto, más que ningún otro argumento, ha servido para desarmar a los críticos de las misiones cristianas.
Muchas veces los especialistas médicos dejaron de ejercer una profesión lucrativa en establecimientos modernos en su patria, para trabajar largas horas a paso acelerado en condiciones primitivas.
Dedicaron su vida a elevar las normas de salud por todo el mundo. A menudo, fueron los líderes en la investigación de enfermedades en las cuales la mayoría de los médicos occidentales tenían poco interés.
También construyeron hospitales y facultades de medicina. Algunas de sus obras se cuentan entre las mejores del mundo, de lo cual son ejemplo la Facultad de Medicina y Hospital de Velore, India.
No obstante su buena voluntad, los misioneros médicos tuvieron que hacerles frente a los mismos obstáculos que sus colegas que no lo eran. Su obra los ponía en competencia directa con los brujos y curanderos.
Los conceptos médicos que introducían a veces chocaban con tradiciones culturales muy arraigadas.
En otras ocasiones la oposición era muy seria, pero, fuera de las hostilidades directas, los misioneros médicos tenían que contender con la superstición, el temor y la ignorancia, todo lo cual era un gran impedimento a sus esfuerzos por mejorar las condiciones sanitarias.
Un médico misionero en África tuvo que esperar ocho largos años antes de tratar su primer paciente indígena. En China, los médicos cristianos eran objeto del odio que se les tenía a los extranjeros; sin embargo, en 1935, más de la mitad de los hospitales de ese país eran administrados por misiones.
Aunque los médicos son los que han recibido más elogios por su obra en las misiones médicas, los dentistas y el personal médico menos preparado también han hecho notables contribuciones a la causa del evangelio.
Asimismo algunos misioneros, casi sin ninguna preparación en medicina, aprendieron por necesidad a tratar enfermedades, para evitar el sufrimiento o la muerte de sus pacientes, y prepararon así el camino a un ministerio evangelístico.
El primer misionero médico notable del período moderno fue el Doctor Juan Thomas. Llegó a la India antes que Guillermo Carey y después trabajó con él.
Aunque Thomas padecía de inestabilidad emocional, Carey elogiaba su obra y decía que “las curaciones efectuadas por él le hubieran granjeado a cualquier médico o cirujano de Europa la más extensa fama”.
El doctor Juan Scudder fue el primer misionero de Estados Unidos especializado en medicina, y fue el patriarca de toda una serie de médicos misioneros que sirvieron en la India y en otras partes del mundo. Otros misioneros preparados en medicina, como David Livingstone y Hudson Taylor, sólo la usaron de modo marginal.
Uno de los misioneros médicos más notorios de todas las épocas fue el famoso Alberto Schweitezer: médico, músico, teólogo y erudito bíblico. En su libro La búsqueda del Jesús histórico presentó ideas teológicas de carácter muy polémico y liberales.
Su carrera como misionero médico comenzó en el África Occidental en 1913. Allí estableció un hospital en Lambarene. Dedicó toda su vida a la obra médica en África, con la excepción de un tiempo que pasó como prisionero de los franceses durante la Primera Guerra Mundial.
Aunque era muy solicitado como autor, conferencista y concertista de órgano, y pudo haber disfrutado de una vida entre la gente célebre, decidió invertir sus energías en la prolongación de la vida del “hermano por quien Cristo murió”.
¿Por qué? La razón que daba a los que él servía fue la misma que impulsó a millares de otros especialistas médicos a ayudar a sus hermanos desamparados: “Fue el propio Señor Jesús quien les dijo al médico y a su esposa que vinieran…”
Aunque el campo de la medicina misionera estuvo dominado por varones durante los primeros años, las mujeres comenzaron a ingresar en ese campo a fines del siglo diecinueve. Muy pronto sus realizaciones eran famosas por todo el mundo.
Clara Swain, misionera de la iglesia metodista, fue la primera médica misionera de Estados Unidos. Llegó a la India en 1870. A los cuatro años ya había abierto su primer hospital. La primera enfermera misionera fue la señorita E.M.McKechnie, quien llegó a Shangai en 1884 y después fundó un hospital allí.
A mediados del siglo veinte, acontecimientos importantes en el Tercer Mundo afectaron el papel tradicional del misionero médico. Al recibir la independencia, los países subdesarrollados establecieron sus propios programas de salud pública.
El misionero médico pionero ya no desempeñaba el papel indispensable que había tenido antes. Con los cambios sociales y políticos, las misiones médicas han pasado de la obra pionera a una concentración mayor en la medicina preventiva, en los consultorios ambulantes, en la obra hospitalaria y en las facultades de medicina.
Otra tendencia reciente en las misiones médicas es el aumento de las organizaciones de apoyo, tales como los Programas de Asistencia médica (PAM) que se fundaron en la década de los cincuenta.
En la actualidad esta organización distribuye más de diez millones de dólares en suplementos médicos, cada año, a hospitales y clínicas de misiones cristianas. Una organización semejante,
comenzada en el estado de Washington por Ethel Miller, envía medicinas e instrumentos a médicos misioneros en África y Asia. Es administrada, casi en su totalidad, por obreros voluntarios jubilados.
Tomado del libro: Hasta lo último de la tierra