De ahí que la evangelización sea uno de los requisitos de una iglesia dinámica y pujante. Una iglesia sin un programa de evangelización formal, permanecerá estancada o irá muriendo poco a poco.
Si embargo, hay algo más; al evangelizar cumplimos con un mandato del Señor Jesucristo: el de ir por todo el mundo predicando el Evangelio y haciendo discípulos.
Cuando Jesús les dijo a sus discípulos que serían sus testigos después de que el Espíritu Santo descendiera sobre ellos, les dijo también que primero serían sus testigos en Jerusalén, en su propio lugar, ahí en donde vivían. Sólo después de haber evangelizado a Jerusalén, llegaron hasta judea y Samaria y, por último, a todos los confines de la tierra.
Es necesario que cada una de nuestras iglesias participe en un programa, de evangelización similar.
Necesitamos la evangelización que comienza en nuestros propios barrios, en nuestras ciudades y aldeas, doquiera el Señor nos haya colocado. Esa es la evangelización que nosotros practicamos en la Iglesia Central del Evangelio Completo de Seúl, y a ella se debe el crecimiento espectacular que hemos experimentado.
No obstante, en nuestra iglesia no se sigue el conocido sistema de la evangelización de puerta en puerta. En muchos aspectos, ese tipo de evangelización conlleva una confrontación, ya que da pie a que la persona se resista, de la misma manera que un cristiano se resiste cuando un miembro de los Testigos de Jehová 0 de los Mormones toca a su puerta. No hay que negar que muchas personas se salvan por medio del testimonio cristiano de puerta en puerta, y que en ocasiones el Espíritu Santo induce a los cristianos a que se dediquen a la evangelización de esa índole en los sectores donde El ya ha preparado los corazones de los incrédulos. Pero en general, la evangelización de puerta en puerta frustra al testigo cristiano debido al poco fruto que éste obtiene de ella.
Nuestra iglesia lleva a cabo la evangelización, ante todo, mediante el sistema de los grupos familiares. Cada grupo se convierte en un núcleo de avivamiento en su propio barrio, porque es en el grupo donde se puede encontrar verdadera vida dentro del vecindario. Cuando una reunión de grupo familiar está llena de vida, y cuando las personas están contentas, comparten su fe y dan testimonio de lo que el Señor ha realizado en su vida, las demás personas se sienten atraídas hacia ellas. Los incrédulos sienten curiosidad. Desean saber por qué ese pequeño grupo de cristianos está tan alegre a pesar de los muchos problemas que le rodean.
Ahora bien, aunque esos grupos se conviertan en imanes en sus propios barrios, nuestros miembros tienen aún necesidad de realizar su labor de evangelización. Los incrédulos rara vez tocan a la puerta para enterarse de lo que sucede. Nuestros miembros tienen que salir a buscar a los posibles conversos. Sin embargo, nosotros tenemos otros medios de ayudarles a convertirse en evangelistas interesados en sus semejantes.
Uno de esos medios es el que nosotros llaman os "indiscreción santa". Nuestros dirigentes de grupo les indican a sus miembros que estén alerta, a la búsqueda de personas con problemas. Muchos de nosotros escuchamos a diario conversaciones en las cuales las personas hablan de sus problemas. Siempre que escuchemos esas conversaciones, debemos apresurarnos a preguntarle al Espíritu Santo: - ¿De qué manera puedo dar testimonio ante esta persona? ¿Qué puedo hacer para que conozca a Jesús, que es en realidad quien puede resolverle sus problemas?
A mis oídos llegó el caso de una hermana de nuestra congregación que le testificó a una señora que había conocido en el mercado del barrio. Habla oído a aquella señora, que no era creyente, contarle sus problemas matrimoniales a una amiga. Estaba a punto de divorciarse. Era el caso que nuestra hermana había tenido problemas similares, pero el Señor Jesús había salvado su matrimonio por medio de la oración y del ministerio del grupo familiar.
Al salir del mercado, la hermana le dio alcance a la otra señora y le dijo: - No pude e escucharla cuando hablaba de su menos problema con su amiga. Yo tuve un problema muy parecido . ¿Desearía venir a tomar el té conmigo mientras le relato cómo lo superé y salvé mi matrimonio?
Se sorprendió de que la señora aceptara al instante.
Durante el tiempo que compartieron experiencias, la hermana le confió cómo ella y su esposo sus habían estado a punto de
divorciarse, pero habían encontrado a Señor, y su vida había cambiado por completo. No la quiso presionar para que en aquel momento aceptara a Cristo como su Salvador, pero sí le dijo cuánto significaban para ella las reuniones de los grupos familiares, y la invitó a que la acompañara a la siguiente reunión. Le aseguró que había en el grupo un gran número de señoras comprensivas del barrio, que podrían identificarse con sus problemas, por haber, tenido otros similares.
Al venir por primera vez a la reunión del grupo, la señora quedó muy bien impresionado. A pesar de que el canto emotivo, las palmadas, y cosas así no fueron del todo de su agrado, pudo observar que aquellas. señoras se parecían a ella. Sin embargo, demostraban tener la serenidad que ella añoraba. En aquella primera reunión, no le entregó su corazón a Jesús, pero se sintió atraída y con deseos de regresar. Luego de haber asistido a unas cuantas reuniones, le entregó su vida al Señor, y no tardó en unirse a la iglesia. Poco tiempo después, su esposo también venía con ella a la iglesia. Con el tiempo, él también encontró al Señor, y el matrimonio pudo salvarse.
Este relato es un ejemplo de la importancia de la evangelización de mujer a mujer en nuestra iglesia. Tenemos más mujeres que hombres, característica de la mayoría de las iglesias cristianas. A pesar de no ser esa la razón por la cual hacemos hincapié en la evangelización de mujer a mujer, hemos podido observar que cuando una mujer se hace cristiana y entra en la comunión de la iglesia, pronto la siguen sus hijos. Esto es casi una ley natural. Dondequiera que van las mujeres a recibir alimento espiritual, allí llevan a sus hijos.
Convengo en que los hombres son los llamados a ser los jefes espirituales de sus hogares, pero por regla general, entre los incrédulos, los hombres no son los primeros en interesarse en las cosas espirituales. En la mayoría de los casos, la mujer es la primera en aceptar la evangelización, como también es la primera en entregar su vida a Cristo Jesús. A menudo, el esposo es el último en venir a la iglesia. Observa a su mujer y a sus hijos cuando salen del hogar para asistir a los servicios, y observa además, que parecen sacar algo de ello. Con el tiempo, termina por acompañarlos, aunque sólo sea con el propósito de averiguar de qué se trata. En nuestra iglesia hemos observado que si se logra atraer al hombre a una de las reuniones del grupo familiar, pronto se entusiasma tanto como el resto de la familia
En la actualidad, una de las necesidades más apremiantes de la Iglesia es evangelizar nuestras ciudades. No es cierto que las iglesias de las grandes urbes están llamadas a desaparecer. Me doy cuenta de que, a causa del materialismo que hoy impera, muchas personas no asisten a la iglesia y tienen el corazón y la mente cerrados al Evangelio. Sin embargo, nuestra iglesia ha tenido mucho éxito en su labor de evangelización en el centro de una de las urbes más grandes del mundo.
Seúl tiene más de ocho millones de habitantes. No obstante, durante los últimos siete años hemos ganado ciento cuarenta mil miembros, y también hemos traído otros miles al Señor y los hemos enviado a otras iglesias. El número de miembros de nuestra iglesia es quince veces mayor de lo que era en 1973, cuando nos trasladamos a la isla Yoido.
En nuestra labor de evangelizar a Seúl, encontramos los mismos problemas que encuentra cualquier otra iglesia urbana. Seúl tiene muchos edificios de apartamentos y, por consiguiente, es difícil hacer nuevas amistades. Los cristianos no pueden ir tocando de puerta en puerta en un edificio de apartamentos. Además, nosotros no solemos evangelizar de esa manera.
A una de las dirigentes de los grupos familiares se le ocurrió. una idea muy feliz. Cada domingo pasaba unas cuantas horas subiendo y, bajando en el elevador de su edificio. En muchas de esas ocasiones se le presentó la manera de ofrecer ayuda a algunas personas. Una madre necesitaba una persona que le cargara su bebé; una anciana necesitaba quien le ayudara a llevar sus compras hasta su apartamento. En esos casos, nuestra dirigente de grupo estaba siempre dispuesta a ofrecer su ayuda.
Poco a poco, esa dirigente llena de iniciativa se hizo amiga de muchas de las personas a quienes ayudaba en el elevador. Mientras tanto, 66 sembraba" en secreto una reunión de grupo familiar en su edificio de apartamentos. Cuando estaba ayudando a aquellas personas y hacía amistad con ellas, oraba por ellas en silencio. Pasado algún tiempo, obtuvo sus números de teléfono y las llamó para invitarlas a una reunión de grupo en su apartamento.
La dirigente tuvo tal éxito que, en la actualidad, si usted visita uno de los edificios de apartamentos que se hallan cerca de nuestra iglesia el sábado por la tarde, encontrará a nuestras dirigentes de grupo subiendo y bajando, subiendo y bajando en los elevadores.
- ¿Desea que le ayude a cargar sus compras? - Por favor, permítame detenerle la puerta. - ¿Que la llave del agua no funciona bien y el agua gotea constantemente? Mi esposo es experto en arreglar grifos.
Y así sucesivamente; mientras tanto, se van sembrando las semillas de los grupos familiares.
Nuestros miembros están tan entusiasmados con la evangelización de esta índole, que cuando se mudan fuera de Seúl, se niegan a abandonar nuestra iglesia y nuestro sistema de grupos familiares. Hace unos cuatro años, un matrimonio se trasladó a Inchón, que se encuentra a más de treinta kilómetros de Seúl. La esposa era una de nuestras dirigentes de grupo. Cuando me habló de su mudada, le dije: -Bien, creo que usted debe hacerse miembro de una buena iglesia en Inchón.
Oh, no, Pastor Cho. Eso no es lo que deseamos hacer - replicó la mujer -- Creo que abriremos nuestro hogar para una reunión de grupo. Luego, nos reuniremos el domingo y vendremos todos a Seúl para los servicios.
Ya había empezado a soñar con el maravilloso grupo familiar que tendría en Inchón.
Bueno, eso es cosa suya -le dije y le di mi autorización.
Una vez que el matrimonio se hubo trasladado a Inchón, procedió a actuar tal como lo había planeado. No tardó en tener un floreciente grupo fa ¡liar Los domingos en la mañana ellos y su grupo venían a la iglesia en un autobús alquilado. De eso hace cuatro años. Hoy, ese grupo familiar de Inchón se ha convertido en ciento treinta grupos con dos mil miembros. Todos los domingos alquilan autobuses para asistir a la iglesia.
Debido a que uno de los grupos comenzó a dividirse y a pro pagarse, hoy día Inchón es un distrito reconocido de nuestra iglesia, con un pastor auxiliar al frente del mismo.
Eso es algo extraordinario. Sin lanzar una campaña de evangelización, sin "re uniones de avivamiento", sin gran alboroto, sino sólo con el entusiasmo de un joven matrimonio coreano y hoy tenemos dos mil miembros en Inchón. En todo ese tiempo, yo jamás he ido a Inchón a predicar personalmente; todos los miembros han venido a Seúl para escuchar mis prédicas. Dos mil hombres, mujeres, jóvenes y niños encontraron a Crist6 Jesús como resultado del entusiasmo de aquel matrimonio.
En la actualidad, unos cien autobuses traen a los miembros a nuestra iglesia todos los domingos. 41 contemplar el espectáculo, muchas personas que visitan Seúl dicen: -Yonggí Cho tiene un negocio de autobuses. Ese debe ser el secreto de su éxito. ¡Observen el número de autobuses que tiene!
No, yo no alquilo ni un solo autobús. Los grupos familiares se encargan de hacerlo ellos mismos, es decir, de traer a la iglesia a todos los miembros y a los que vienen por primera vez. Yo no tengo nada que ver con eso. Sin embargo, confieso que me halaga lo que está sucediendo.
Eso se llama evangelización. Eso se llama crecimiento de la iglesia. Para fines de 1980 teníamos diez mil grupos familiares. Tengo la firme opinión de que, cuando una iglesia adopta el sistema de los grupos familiares, no puede menos que crecer. Cuando la congregación ya es numerosa, los miembros tienen imprescindible necesidad de los grupos familiares; de lo contrario, el pastor sufrirá un colapso nervioso al tratar de ministrar a toda su congregación, sobre todo si ésta tiene más de dos mil miembros. En realidad, alguien me ha preguntado a cuántos miembros creo que podría ministrar de manera adecuada sin el sistema de los grupos familiares.
Confieso que a no más de quinientos. En estos momentos sólo tengo que tratar con un número relativamente pequeño de dirigentes. Esos dirigentes tienen a su vez a otras personas bajo su dirección, y éstas son las que pastorean a los dirigentes de grupo. Esos dirigentes son los que realizan la mayor parte del trabajo ministerial de nuestra iglesia.
La Iglesia Central del Evangelio Completo no se compone tan sólo del edificio donde están sus oficinas y su santuario. Nuestra iglesia está fuera, en las casas y en los edificios de apartamentos, en las oficinas y en las fábricas de Seúl y de sus suburbios. El ministerio se realiza allí. La evangelización se realiza allí. El edificio de la Iglesia Central es el centro donde se llevan a cabo los cultos, donde las personas vienen los domingos y en otras ocasiones, a alabar y adorar a Dios; donde reciben aliento, instrucción y enseñanza.
Nuestra iglesia se ha convertido en un organismo viviente. Los grupos familiares son grupos vivos, y funcionan poco más o menos como pueden funcionan las células del cuerpo humano. En un organismo vivo, las células crecen y se dividen. Donde antes había una sola célula, ésta se convierte en dos. Luego hay cuatro, después ocho, dieciséis, y así sucesivamente. Las células no se van sumando al cuerpo, sino que se multiplican por progresión geométrico.
Eso es precisamente lo que sucede con nuestros grupos familiares. Cuando el número de familias pasa de quince, el grupo se divide en dos. Luego, los dos grupos nuevos invitan a otras personas hasta que de nuevo cada uno tiene quince familias; entonces se dividen en cuatro.
Ya he mencionado que a principios' de nuestro ministerio de grupos familiares, muchas personas estaban renuentes a dividir el grupo. Por consiguiente, la división tuvo que hacerse obligatoria. Eso sucede aún de vez en cuando; sin embargo, la mayoría de los miembros de la Iglesia Central del Evangelio Completo, comprenden que la vida del grupo y de la iglesia depende de la división constante de los grupos. En ocasiones, nos vemos obligados a enviar a uno de los pastores p ara que persuada a un grupo familiar a que se divida, pero por regla general la división se realiza de manera espontánea cuando el grupo tiene más de quince familias. Es una regla de nuestra iglesia, y la mayoría de los miembros la obedecen sin protestar.
Hay que admitir que a menudo corren las lágrimas cuando los amigos se ven obligados a separarse, para asistir a otras reuniones; no obstante, no es un problema de vida o muerte. Todos los grupos familiares están limitados a sectores geográficos determinados. Cuando los amigos no pueden verse en la reunión del grupo y continúan reuniéndose en otras ocasiones durante la semana, al igual que lo hacen todos los amigos. Además, son frecuentes las actividades de distrito, en las que cierto número de grupos familiares se reúnen para disfrutar de un almuerzo al aire libre, de una gran reunión de oración, o de algún otro acontecimiento.
Hay algo más que debe mencionarse en cuanto a la evangelización. El reverso de la moneda en cuanto a la evangelización, es "la puerta trasera" de la iglesia. Muchas iglesias se quejan d e que la congregación pierde por la puerta del fondo tantos miembros, como gana en las reuniones de avivamiento. Por supuesto, esas iglesias no crecen. En nuestra iglesia podríamos decir que no hay "puerta trasera".
Eso se debe a que cada grupo podría considerarse un círculo familiar. Mediante esos círculos familiares, las personas llegan a sentirse parte integrante de la iglesia, y permanecen en ella. Además, cada dirigente de grupo cuida de su pequeño rebaño, al igual que una gallina cuida de sus polluelos.
El dirigente se ocupa constantemente de las necesidades de su rebaño. Al mismo tiempo, si algún miembro de su grupo familiar no asiste a la iglesia, al día siguiente el dirigente de su grupo lo llama para preguntarle si le ocurre algo. Si hay algún problema, el dirigente va a verlo y se ocupa del asunto sin pérdida de tiempo. Quizá la persona esté enferma o tenga cualquier otro problema que pueda resolverse mediante la oración y el ministerio. Y si fuera que está comenzando a deslizarse hacía el mundo de nuevo, el dirigente puede discernir el origen del problema y hablarlo con la persona.
Por tanto, una vez que una persona se une a nuestra iglesia mediante el sistema de los grupos, es poco factible que la perdamos. Siempre hay quien vele por ella, se ocupe de ella y la ayude.
Cierto día un hombre y su esposa me visitaron en mi despacho. Se presentaron como nuevos miembros de la iglesia. Luego, el esposo rió, movió la cabeza y dijo: - Es imposible escapar de esta iglesia.
- ¿Qué quiere decir? - le pregunté.
El esposo procedió a relatarme la historia de cómo su hijo se había vuelto hippie. - Estábamos muy preocupados por él - dijo Pero entonces una señora muy simpática, miembro de esta iglesia y vecina nuestra, vino a nuestra casa y empezó a tratar a mi hijo; le hablaba y oraba con él, y pasado algún tiempo, se operó un cambio radical en mi hijo.
-Como es natural, nosotros le estábamos muy agradecidos por lo que ella había hecho. Era muy buena y compasiva.
- Luego nos invitó a visitarla en su hogar y nos dijo: "Tenemos una reunión maravillosa todas las semanas en nuestra casa. Es un momento precioso de fraternidad; servimos té y galletitas y hablamos de religión. ¿Les gustaría venir?"
Fuimos por agradecimiento. Debo confesar que también lo pasamos muy bien. Escuchamos los cantos y los testimonios, que eran muy emocionantes. El mensaje fue bueno, y hasta nos sentimos muy agradecidos por el interés de los allí presentes cuando oraron por nosotros Y por nuestro hijo.
Sin embargo, al retirarnos, no volvimos a pensar en la reunión con demasiada frecuencia. Pensamos que sólo se trataba de una noche agradable con algunos de nuestros vecinos.
No obstante, a la semana siguiente la señora nos volvió a invitar. Creímos que sería bueno regresar, puesto que lo habíamos pasado tan bien la primera vez. jamás se nos pasó por la mente comprometernos de manera constante.
Luego, nos volvió a llamar el sábado y nos dijo: "Mañana es domingo. ¿Por qué no vienen conmigo a la Iglesia Central? Tenemos un pastor excelente. Siempre tiene un buen mensaje. ¡Acompáñenme!
Al día siguiente vino en su automóvil, nos tocó la bocina y fuimos con ella.
Debo decirle con toda sinceridad que nos sentimos sobrecogidos cuando llegamos a la iglesia. jamás habíamos visto un lugar semejante. Su gran tamaño nos intimidaba. Sin embargo, lo que más nos alarmó fue el ruido. jamás habíamos visto que las personas oraran y alabaran a Dios en voz alta, y que dieran palmadas.
Una vez terminado el servicio, cuando ya habíamos regresado a casa, le dije a mi esposa: "Creo que es una magnífica iglesia, pero demasiado ruidosa. Además, me pareció que algunas de las personas estaban histéricas; no creo que debamos regresar allí."
Aunque no se daban cuenta en aquel momento, ya nuestro sistema de grupos familiares los había hecho "morder el anzuelo". A la semana siguiente, la dirigente del grupo fue a su casa y los invitó de nuevo a que fueran a la reunión. Luego añadió: -Los volveré a recoger el domingo para ir a la iglesia.
-Tratamos de excusarnos -dijo el esposo -, pero de manera muy fina ella se negó a aceptar nuestras excusas. Por consiguiente, todas las semanas íbamos a las reuniones del grupo y a la iglesia con la dirigente. Sin embargo, no dejábamos de sentirnos acorralados e incómodos. Nos sentíamos tan acosados, que decidimos vender la casa y trasladarnos a otro lugar.
Llamaron a un agente de bienes raíces, vendieron su casa y salieron del barrio sin que la dirigente del grupo lo supiera. Fueron a vivir a un lugar apartado de la ciudad, y el marido le dijo a su esposa: -Por fin nos veremos libres de esa señora.
A la semana siguiente, cuando la dirigente fue a invitarlos a la reunión del grupo, se encontró con una casa vacía. No obstante, no se dio por vencida. Fue al ayuntamiento y buscó la nueva dirección, la copió y se la llevó al departamento pastoral de la iglesia. Los empleados ubicaron la nueva dirección y se la pasaron a la dirigente del grupo de ese sector.
-No podía creerlo -me dijo el esposo-. Allí estábamos el viernes por la noche disfrutando de nuestra libertad, cuando tocaron a la
puerta. La abrí, y me encontré con una señora que me dijo: "Bienvenidos a nuestra zona. Soy la dirigente del grupo familiar de la Iglesia Central del Evangelio Completo, y ustedes han sido transferidos a mi zona. Esta noche vendremos a su casa para celebrar."
Vinieron y celebraron un servicio en nuestra casa. Una vez más cantamos y oramos y el grupo oró por nosotros en nuestra nueva casa. Una vez terminado el servicio, cuando todos se habían retirado, le dije a mi esposa: "¿Qué vamos a hacer? ¡Para escaparnos de esa iglesia tendremos que emigrar a América o al cielo!"
-Entonces me dijo mi esposa: "Bien, si no podemos esquivarlos, nuestra única alternativa es unirnos a ellos."
Así fue como al domingo siguiente vinimos a la iglesia, y batimos las palmas y gritamos, como todo el mundo. Ahora somos verdaderos miembros de la iglesia.
Desde entonces ese matrimonio se ha convertido en un verdadero pilar de nuestra congregación, y eso sólo se debió a la perseverancia de las dirigentes de grupo. (Debo añadir que todo se hizo de manera muy delicada, y que en ningún momento se sintieron ofendidos en lo más mínimo. En realidad, estoy convencido de que durante todo ese tiempo se hallaban bajo la convicción del Espíritu Santo. No sólo trataban de abandonar nuestra iglesia o a nuestra dirigente de grupo, sino que, en realidad, trataban de escapar de Dios. Cuando se dieron cuenta de que les era imposible escapar de El, se dieron por vencidos.)
No todas las dirigentes son tan perseverantes, por supuesto, y no todas tienen tanto éxito en persuadir a los incrédulos a que vayan a las reuniones. No obstante, tenemos suficiente éxito para que nuestra iglesia continúe creciendo.
Debemos hacer que los pecadores vengan a nuestras iglesias y conozcan a Cristo Jesús; necesitamos que sean salvos. Una vez que hayan venido, nunca los debemos dejar ir. Como único puede un miembro abandonar la iglesia es si se hace miembro de otra, o si pasa a mejor vida.
En nuestra iglesia, me es imposible establecer contacto personal con los ciento cincuenta mil miembros. Sin embargo, por medio de los dirigentes de grupo, me mantengo en comunicación con ellos y puedo cerciorarme de que todos reciban la atención, la disciplina y el alimento espiritual que necesitan, y de que se les corrija de manera adecuada en caso necesario.
Esa es la razón por la cual en nuestra iglesia tenemos una verdadera evangelización. Nuestros entusiastas dirigentes traen a diario personas sin fe a la iglesia, y una vez que las han atraído, satisfacen sus necesidades de tal manera que son pocas las que se pierden por la puerta trasera".