Asia Menor: Como en el primer viaje, Antioquia de Siria fue el punto de partida de esta nueva misión evangelizadora. Sin embargo esta vez Pablo, acompañado por Silas se dirigió al norte por tierra para ir a Asia Menor.
Entrando en Cilicia (Hechos 15:41), Pablo siguió camino a Tarso, su ciudad natal. De allí viajó al noroeste a la llanura de Licaonia visitando las ciudades de Derbe y Listra, donde había fundado iglesias en su primer viaje. Timoteo, el hijo en la fe y compañero de Pablo, se unió a la partida evangelizadora en Listra (Hechos 16:1-4).
Después Pablo y Silas viajando al oeste, llegaron a Troas (Hechos 16:6-8). Es probable que Pablo estableciera una iglesia en esta ciudad porque allí se unió a él Lucas el médico amado. Aquí Pablo vio la visión del varón macedonio que pedía ayuda. La respuesta de Pablo a la misma, marcó el inicio del ministerio cristiano en Europa.
Europa. Desde Troas, Pablo viajó por barco a Macedonia, la provincia al norte de Grecia. Después de pasar una noche en Samotracia, Pablo y sus compañeros anclaron en el puerto de Neápolis, y continuaron a pie hasta la misma ciudad de Filipos (Hechos 16:21).
En su ministerio a la congregación judía en Filipos, Pablo pudo guiar a Cristo a su primer convertido europeo, Lidia, una mujer negociante de Filipos (Hechos 14:14).Pablo y Silas fueron puestos en la cárcel en Filipos después de haber echado fuera de una joven un espíritu de adivinación.
El resultado fue que el carcelero de Filipos y su familia creyeron en Cristo (Hechos 16:25), y al llegar a la mañana los oficiales de la ciudad se estremecieron al saber que habían tratado con violencia a un ciudadano de Roma.
Al salir de Filipos, Pablo y sus colegas misioneros viajaron al sudoeste de Filipos y se detuvieron un día en Anfípolis, situada junto al río Estrimón. Luego el grupo de Pablo llegó a Apolonia, al sudoeste de Anfípolis (Hechos 17:1). Allí posiblemente pasaron la noche en su camino a Tesalónica (Hechos 17:6-8)
Pablo halló en Tesalónica un grupo de judíos influyentes. No sólo tenían una sinagoga propia, sino que también habían atraído para sí un número considerable de griegos.
El ministerio de Pablo no fue carente de resultados. En tres semanas había ganado algunos convertidos de entre los judíos, gran número de adeptos entre los griegos piadosos y no pocas mujeres nobles (Hechos 17:4).
Debido a la presión por parte de los judíos incrédulos, las autoridades obligaron a Pablo a abandonar la ciudad. Viajando al sudoeste de Tesalónica, Pablo se detuvo en Berea, donde había otra sinagoga judía cuyos miembros escucharon atentamente el mensaje de Pablo y escudriñaron las Escrituras para comprobar sus afirmaciones.
Muchos bereenses aceptaron el evangelio y, cuando los judíos de Tesalónica vinieron para provocar problemas, los bereenses ayudaron a Pablo a llegar a Atenas con seguridad. Al partir de Berea, Pablo y sus acompañantes salieron de Macedonia rumbo sur con destino a Acaya, el nombre que daban los romanos a Grecia.
Estaba conectada con su puerto, El Pirineo. Mientras Pablo viajaba los tres kilómetros por el camino que conducía de El Pirineo a Atenas, se fijó en los altares dedicados al dios no conocido, los cuales le sirvieron de base para su sermón en el Areópago (Hechos 17:15-34).
Pablo atacó el politeísmo, basándose en la naturaleza espiritual de Dios y el derecho que Él tiene sobre la vida de todos los hombres. Hubo un número considerable de convertidos, incluyendo a Dionisio, un miembro del concilio del Areópago.
Luego Pablo, habiendo viajado al oeste de Atenas, entró en Corinto, la capital de la provincia romana de Acaya. Pablo encontró en Corinto un prometedor campo misionero. Valiéndose de su oficio de hacer tiendas a fin de tener para sus gastos, pasó un año y medio en Corinto, hospedándose con Aquila y Priscila, los cuales habían sido expulsados de Roma, por el edicto antijudío de Claudio (Hechos 18:2).
En Corinto, Pablo influyó en individuos de todos los niveles de la sociedad. Aunque él mismo fue expulsado de la sinagoga, pudo guiar al Señor a Crispo, el dirigente principal de la sinagoga. Otro convertido, un romano llamado Justo, abrió su casa para las reuniones de la primera iglesia en Corinto. Erasto, el tesorero de la ciudad, era otro convertido.
Los judíos corintios acusaron a Pablo de persuadir a los hombres a honrar a Dios contra la ley y lo llevaron ante el procónsul Galión quien rehusó tomar en serio la acusación de los judíos contra Pablo. No halló ningún agravio ni crimen enorme (Hechos 18:14) en el apóstol, y despidió el caso.
De allí Pablo zarpó del puerto de Cencrea para Éfeso, en Asia Menor, pero posteriormente volvió a Corinto. No sabemos de ningún ministerio público en Cencrea, sin embargo la carta de Pablo a los Romanos habla de una diaconisa de Cencrea (Romanos 16:1-2).
El viaje de regreso. En el viaje de regreso de Corinto a Antioquía los misioneros se detuvieron en Éfeso, Cesarea y Jerusalén (Hechos 18:18-22).
Viajando directamente hacia el este, al otro lado del mar Egeo, Pablo llegó a la ciudad de Éfeso, allí el templo de Diana era considerado como una de las maravillas del mundo antiguo. La prostitución religiosa y la veneración superticiosa de imágenes constituían el lado más sórdido del culto a Diana.
La primera visita de Pablo a Éfeso fue de corta duración. Los judíos a los cuales ministraba deseaban que permaneciera más tiempo con ellos, pero él, ansioso de continuar su viaje, partió asegurándoles que pensaba regresar. Pablo dejó tras sí muchos afectuosos amigos.
De Éfeso, Pablo navegó a Cesarea, la sede gubernamental y puerto de la Palestina romana. Continuando por tierra viajó al sudeste hasta la ciudad de Jerusalén. De allí, Pablo volvió a su base estratégica en Antioquía. La iglesia allí lo había enviado en sus viajes misioneros, y parece que Pablo había fijado allí su residencia.