Así como los pintores usan sus pinceles y sus pinturas para crear un cuadro, los administradores, cual artistas, convierten sus números y cuentas en figuras con las que logran a través de sus cálculos y resultados la expresión de su capacidad administrativa.
Sus informes, sus planeamientos, sus programas de trabajo y desarrollo, todo cuanto pasa por sus manos es manejado con capacidad artística para crear y desarrollar el propósito de la empresa. La administración se afianza a través de la naturaleza humana del administrador en acción.
A través de los años aprendemos que muchas veces el éxito de la empresa se logra gracias al buen administrador que la dirige.
Hombres y mujeres que han sabido interpretar correctamente el rol que la sociedad les demanda y actúan en forma eficiente y responsable, logrando el cumplimiento de los objetivos que la empresa desea alcanzar.
Cuando el administrador se identifica plenamente con la empresa, se erige en educador, orientando y capacitando a su personal y aprovechando a cada empleado según su capacidad para lograr que brinde cada día más y mejor servicio a la empresa que lo tiene contratado.
Humaniza a la empresa y la saca del ámbito del materialismo para hacerla cumplir una función social. Un buen administrador debe conocer el “derecho del personal”:
1. A ser tratado como un individuo y respetado como persona.
2. A tener voz en sus propios asuntos, incluyendo su derecho a contribuir con lo mejor de sus conocimientos para la solución de los problemas comunes.
3. A gozar de un reconocimiento por su contribución a la causa común de la empresa.
4. A desarrollar y hacer uso de sus mejores capacidades para beneficio de la organización.
5. A gozar como todo ser humano de equidad y justicia en sus relaciones con los superiores.
Cuando el administrador logra esta identificación plena entre empresa, objetivos y personal, alcanzará los mejores éxitos pues se verá apoyado por aquellos con quienes comparte la tarea todos los días.
Luego vendrá el capital económico y sus intereses. Muchos dirán “No, es al revés, primero es el capital económico, luego todo lo demás. ¿La gente? La gente no nos interesa, la conseguimos fácilmente.
Cuanto más baja sea nuestra remuneración al capital humano estaremos en mejores condiciones de competir y de reconocer intereses más elevados a los préstamos del capital económico”. Esta es la forma de pensar de quienes con deseos de usura menosprecian la necesidad y el bienestar de su capital humano.
Se requiere de los administradores que no sólo sean hábiles en el manejo de los asuntos contable-administrativos, sino que también humanicen su forma de trabajo para que la empresa pueda cumplir su función social en el mundo en el que nos movemos. Que deje de ser solo un ente mercantil para convertirse en un ámbito de trabajo y progreso para los seres humanos que la integran.
La organización que se preocupa en utilizar el poder creador de sus empleados encontrará soluciones factibles a sus problemas. Hallará nuevas y mejores maneras de llevar a cabo sus tareas. La productividad de la organización se verá aumentada como resultado de ella.
Principios cristianos de administración
Cada iglesia y/u organismo del cuerpo de Cristo es una empresa y cuando la administramos como obra del Señor, los principios que deben regir nuestra gestión difieren de los que corresponden a una empresa secular.
No estamos diciendo que renunciamos a los principios básicos de la administración empresarial, al contrario, ellos deben ser respetados si queremos tener éxito en nuestros negocios.
Tampoco creemos que por ser una empresa con carácter misionero, debemos confiar solamente en que el “Señor nos ayudará”.
Lo que queremos señalar es que para cumplir con el ministerio que nos proponemos, debemos administrar nuestra empresa como un negocio. En esto no podemos improvisar.
Este artículo ha sido tomado del libro:
Administración -Principios gerenciales para líderes cristianos
por Natalio Aldo Broda
Editorial Unilit