Así como nuestros padres viajaron del campo a la ciudad o se mudaron de Europa al Nuevo Continente, nosotros estamos luchando por un futuro mejor para nuestras familias y las de nuestros hijos.Por eso trabajamos como trabajamos.
Por eso sufrimos lo que sufrimos. Por eso nos hemos comprometido a enviar dinero a nuestros padres y familiares que todavía viven en Latinoamérica. (El dinero que giran a su propio país los mejicanos que viven en Estados Unidos es, después del petróleo, la segunda fuente más importante de recursos económicos de esa nación fronteriza.)
Sin embargo, a pesar de las circunstancias difíciles en que nos encontramos, los hispanos cristianos en este país no tenemos un problema que deba ser revisado por un oculista... Tenemos problemas cardíacos.
El Señor Jesucristo nos dice: "Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón" (Mateo 6:21), y me da la impresión de que nosotros, como cristianos de habla hispana en Estados Unidos, todavía estamos a la búsqueda de nuestro corazón.
Cuando me decidí a estudiar a fondo este versículo, me pregunté qué quiere decir Jesucristo con la palabra “tesoro”. Porque seguramente, si puedo descubrir dónde está mi "tesoro", allí también encontraré mi corazón y entenderé qué me está pidiendo Jesucristo. Para aquellos que tenemos hijos (e hijas), el concepto es, quizás, un poco más fácil de entender porque nuestros niños son nuestro "tesoro".
La Biblia declara que nuestros niños son "herencia de Jehová" y que son "cosa de estima", muy especiales para nosotros (Salmo 127:3-4). Por nuestros niños daríamos cualquier cosa. Cuando se enferman, nos quedamos orando junto a sus camitas y ¡hasta rogamos a Dios que nos permita sufrir por ellos! Los hombres no lloramos ¿verdad?... hasta que vemos caer una lágrima de dolor por las mejillas de alguna de nuestras niñas.
Nuestros hijos son nuestro tesoro. Cuando van creciendo, compartimos con ellos nuestros conocimientos.
La madre le dice a la niña: ¡Acércate, que te voy a enseñar cómo se hacen los pastelitos que hacía tu abuela! O puede que el padre mire al niño y le diga: Ven conmigo, que te voy a mostrar cómo se cambia el aceite del auto. ¡Pero si tiene sólo tres años! grita la madre desde el cuarto. No importa responde el papá, ¡tiene que aprender desde chico! Los niños son nuestro tesoro.
Nos gusta pasar tiempo con ellos. Sabemos que cuando menos imaginemos, vamos a parpadear y nos hallaremos en medio de una ceremonia religiosa. Mamá quiere conversar con sus hijas; papá quiere jugar a la pelota con los muchachos. Son nuestro tesoro.
Allí está nuestro corazón. Ahí es donde invertimos nuestro tiempo, nuestro esfuerzo, nuestras capacidades personales, nuestra energía y, si tenemos adolescentes, ¡también nuestro dinero! Ahora, la pregunta para nuestra vida de cristianos es: ¿dónde está nuestro tesoro?
*¿Dónde estamos poniendo nuestro tiempo?
*¿Dónde estamos poniendo nuestro esfuerzo?
*¿Dónde estamos poniendo nuestras capacidades personales?
*¿Dónde estamos poniendo nuestra energía?
*¿Dónde estamos poniendo nuestro dinero?
Donde lo pongamos, allí está nuestro tesoro en la vida. Lamentablemente, en muchos casos, la respuesta a estas preguntas es "trabajo", "carrera", "hogar", "posición económica". Jesucristo, sin embargo, nos desafía hoy a que hagamos de El nuestro tesoro. El nos llama a descubrirlo nuevamente.
Si el pueblo cristiano hispano de Estados Unidos, con el potencial de recursos que posee, hace de la cruz de Cristo su tesoro y clava en el Calvario su corazón, no sólo podremos reanimar nuestros alicaídos ministerios, sino que además podremos llegar a impactar la vida espiritual de todo el continente.