¡No importa cual es el nombre de la moneda! El foco de gran parte de nuestro tiempo, energía y atención, se llama dinero.
Los medios nos proporcionan relatorios del tipo de cambio en las bolsas de valores, análisis económicos, índices de precios y proyecciones de la inflación. Oficinas financieras desarrollan presupuestos y mantienen vigilancia sobre las tendencias de la recaudación y de los gastos públicos.
En la esfera personal examinamos nuestros talones de cheques, cuentas de ahorros e inversiones, tratando de determinar si tendremos o no suficientes fondos para satisfacer las necesidades presentes y futuras.
El dinero en si no es bueno ni malo. Sin embargo, todos conocemos ejemplos de la fuerza dominadora que el dinero puede ejercer en la vida de las personas. Matrimonios han sido destruidos por la preocupación con la riqueza y con los bienes materiales.
Carreras han sido arruinadas por la búsqueda insaciable de recompensa financiera. Instituciones han sacrificados misiones nobles, curvándose a las extravagancias e influencias de benefactores con substanciales contribuciones.
La Biblia habla sobre el dinero tanto como sobre cualquier otro tópico y recomienda, con insistencia que seamos extremamente precavidos en cuanto al poder que él puede ejercer sobre nuestras vidas. Ella enseña: "Porque raíz de todos los males es el amor al dinero..." (I Timoteo 6:10) .
Esto no significa que el dinero en sí sea necesariamente malo, pero sin duda, puede traer consecuencias destructivas para cualquiera que se torne obcecado por adquirirlo y acumularlo. El libro de Proverbios habla mucho sobre el dinero. Veamos una pequeña muestra de muchos pasajes que el libro ofrece, exhortándonos para ser sabios en cuanto al uso de nuestro dinero.
· El dinero puede corromper. Alguien dijo: "El dinero es buen siervo, pero es un patrón peligroso." Dedicar nuestras vidas en busca de riquezas, no siempre puede producir, como resultado, la alegría y realización que esperamos. "El impío hace obra falsa; Mas el que siembra justicia tendrá galardón firme." (Proverbios 11:18).
· El dinero no compra un carácter moral fuerte. Cuando la riqueza se transforma en nuestro objetivo, se torna fácil hacer concesiones morales para alcanzar nuestras metas. De repente "el fin justifica los medios." Trazos de carácter como integridad, generosidad, amor, compasión, lealtad y honestidad no tienen precio. "El que confía en sus riquezas caerá; Mas los justos reverdecerán como ramas." (Proverbios 11:28).
· El dinero no significa necesariamente riqueza. Las personas más ricas no siempre son las que alardean sus bienes. La riqueza no necesita ser pretenciosa y existen riquezas, en términos de obras sociales, bondad y servicio abnegado, que no pueden ser evaluadas en una hoja de balance contable. "Hay quienes pretenden ser ricos, y no tienen nada; Y hay quienes pretenden ser pobres, y tienen muchas riquezas." (Proverbios 13:7).
· El dinero no permanece. Cuando muramos, ¿cuánta riqueza dejaremos? ¡Toda! Si confiamos en la riqueza material, inevitablemente traicionará nuestra confianza. Cuando acabe nuestro tiempo sobre la tierra, no podremos llevarla con nosotros. "Cuando muere el hombre impío, perece su esperanza; Y la expectación de los malos perecerá." (Proverbios 11:7).
· El dinero no resuelve todos los problemas. La falta de dinero pueda acarrear muchas dificultades, mas poseerlo ni siempre las resuelve. La verdad es que poseer riquezas puede representar un conjunto de problemas totalmente diferente.
Podemos sentirnos agonizados solo de pensar como evitar la pérdida de lo que poseemos. Podemos perder el sueño, preocupándonos en como ganar más. "Mejor es lo poco con el temor de Jehová, que el gran tesoro donde hay turbación." (Proverbios 15:16).