Me encanta hacer compras en Navidad, especialmente desde que encontré por casualidad un catálogo de regalos benéficos. Mientras lo hojeaba, descubrí que con 25 dólares se podía enviar a una joven a la escuela en la China.
Yo podía hacer este regalo en nombre de mi hermana maestra. ¡Perfecto! Con $60 podía comprar semillas de arroz para que un campesino en Camboya pudiera alimentar a su familia y generar unos ingresos. ¿Qué mejor regalo para mi hijo agrónomo y de mentalidad ambientalista? Y con sólo $25 podía comprar unos cabritos para sacar a una familia de Senegal de la pobreza. ¿Quién iba a decir que no a un regalo así en Navidad?
Me sentía muy contenta dando para cada persona que tenía en mi lista de regalos. Pero después, al comenzar a ver más y más las estadísticas referentes a los fondos mal administrados por las organizaciones sin fines de lucro, comencé a preguntarme: ¿En realidad el dinero que tanto trabajo me costó ganar le llegó a esa niñita de la escuela? ¿Recibió el campesino toda la semilla? ¿Y qué de la familia y de su negocio de cabras? ¿Estaban teniendo, en realidad, los donativos destinados a las personas, el efecto esperado? Si yo me hacía esas preguntas, tenía la seguridad de que otras personas también se las hacían.
Por tanto, por el bien de todos, me propuse averiguar "el resto de la historia". Le haría seguimiento a cada donación, hasta la persona destinada a recibirlo.
Ya que el catálogo que me atrapó primero fue Partners International’s Harvest of Hope [Cosecha de esperanza de Partners Internacional], les pedí permiso para hacer un seguimiento a sus proyectos, y estuvieron de acuerdo. Por tanto, armada con una cámara y una grabadora viajé al norte de África, Senegal, Sudán, la India, Camboya, Indonesia y China. ¡Oh, las cosas que vi!
$25 - El marranito para la Familia en Cambodia
En realidad, cuando Min Panyaa y sus tres hijas recibieron su cerda de Partners Internacional, ya había crecido mucho y estaba lista para tener sus cerditos. Las hijas de Min Panyaa insistían en comer menos arroz para tener más comida para alimentar a la cerda –"de esa manera podría tener muchos cerditos", me dijo la mayor de ellas.
Eso fue precisamente lo que sucedió; nacieron ocho. Pero, por estar muy urgidos de dinero, Min Panyaa vendió las crías. Pero a la siguiente camada -¡de doce! – sí les permitió crecer lo suficiente y las vendió al mejor precio. Le pregunté qué estaba haciendo con el dinero, y me respondió con mucho orgullo: "¡Mando a mis hijas a la escuela! ¡Y ahora me están enseñando a leer la Biblia!"
$50 - Agua limpia para una familia en áfrica
"No se puede venir de trabajar con los animales y luego hacer la cena sin lavarse las manos", le dijeron a los padres de Jala los trabajadores de la salud preparados por World Vision (Visión Mundial). "Las manos sucias enferman a los niños". Ya habían visto morir a cuatro de sus pequeños hijos. Luego, uno de los trabajadores sacó un cepillo de dientes rosado y una pasta de dientes y le mostró a Jala como cepillárselos. "Si los mantienes limpios", le explicó, "no tendrán que sacártelos".
El papá de Jala se pasó la lengua por sobre los pocos dientes que le quedaban. "Antes no podíamos hacer estas cosas", me dijo maravillado, "porque no había suficiente agua". Pero gracias a un bondadoso donante de Minnesota, la familia de Jala tiene ahora suficiente agua, que les llega directamente a la casa. "Quizás ahora mis hijos no se morirán", dijo la mamá de Jala con una tímida sonrisa.
$100 - El inicio en la India de un pequeño negocio de mujeres
"Yo no sé nada que no sea trabajar en el campo. Pero ahora que se perdieron las cosechas, me moriré de hambre con mis hijos". Jagrity estaba desesperada, cansada y deprimida. Pero la Bible Faith Mission (Misión de Fe Bíblica) le proporcionó a ella y a sus hijos albergue y comida. Además, una donante de Oregón dio una ofrenda para enseñarla a hacer hermosos tejidos de punto de costura. Jagrity también aprendió a leer y escribir, de modo que pudo iniciar un negocio de venta de artesanías.
Hoy, ella sostiene a su familia, y también dirige un estudio bíblico para otras mujeres. "Nadie me había dicho antes que mi vida tenía algún valor", dice. "Por eso quiero que otras mujeres sepan que son valiosas; quiero que tengan esperanza".
También conocí a Mouloud y Saida quienes, a pesar de su pobreza, pintaron su casa para mi visita y me prepararon una cena que les costó el salario de una semana. Pero lo hicieron por la gratitud que sienten por la ayuda que recibieron para su hija minusválida Yasmeen. "Pero yo no hice nada", les dije. Mouloud insistió: "Hable con las personas que lo hicieron. Dígales que nos devolvieron a nuestra hija. Dígales que con su amor por nuestra pequeña, nos mostraron a Dios".
Por esto es que me encanta comprar en Navidades. Porque cuesta tan poco dar a otros esperanza y un futuro en el nombre de Jesús –de Aquél cuyo nacimiento celebramos.
Porque a alguien le importó
Deng, de seis años, camina a la escuela por caminos montañosos, llevando una provisión de fríjol, arroz y agua para dos semanas. Cuando se le acaba, hace de nuevo la fatigosa marcha de seis horas a la casa de bambú de su familia en lo alto de la montaña, para llenar otra vez sus baldes. Y después de pasar un día con sus padres, comienza el largo viaje de regreso a la escuela.
¿Cómo es que una niña tan pequeña atraviesa esos caminos tan peligrosos? "Es mejor ahora", dijo su maestra. "La persona que la sostiene le regaló unos zapatos".
Nadie en su aislada aldea del sur de la China sabe leer ni escribir. Pero ahora Deng, junto con otros 200 niños de otras aldeas, va a la escuela Jia He. Y todo porque alguien la sostiene con 25 dólares cada mes. Sostener financieramente significa educar y atacar la desesperante pobreza que esclaviza a su comunidad. Y significa que una niña más sabrá del amor de Jesús por ella.
Muy pronto Deng no tendrá que seguir llevando toda esa agua, porque otros donantes están financiando un reservorio para la escuela. Al lado de éste hay un aviso que dice: "Cristo es la fuente del agua de vida". Y todo eso, porque a alguien le importó.
Compañeros por la eternidad
Cuando Colleen Sullivan llegue al cielo, una fila de personas de la comunidad tribal wolof la estará esperando para darles las gracias por haber ayudado a llevarles el evangelio. No, Colleen no es una misionera, no en el sentido tradicional, en todo caso. Es una señora jubilada que vive con recursos limitados en California. Pero también es una donante que envía ayuda a Rene Mbongo.
Como brillante estudiante de ingeniería de la República Centroafricana, a Rene la esperaba un futuro seguro: dinero, prestigio e incluso poder. Pero cuando conoció a Jesús, renunció a todo para servir a su Salvador ministrando a los pobres y maltratados.
Hoy, él es el director de Partners International para África Occidental, y sirve en varios países musulmanes azotados por el hambre y el sida. Muchas personas harían cualquier cosa por escapar, me dice René. "Preferirían arriesgarse a morir en el mar, antes que vivir aquí en medio de la miseria y la pobreza".
Colleen celebró una vez el cumpleaños de una amiga haciendo un cheque –para Rene. El año pasado, las dos damas hicieron planes para viajar a Irlanda juntas, pero en el último minuto Colleen no pudo hacer el viaje; por tanto, tomó el dinero que había ahorrado con tanto sacrificio para enviarlo a Rene.
Esa contribución está ayudando a Rene Mbongo a hacer lo que pocos misioneros pueden. El próximo año, 50 iglesias habrán sido plantadas en Senegal, Mauritania, Níger, Malí y Ghana, con más de 35.000 personas tocadas por el evangelio.
¿Cuántas vidas han sido impactadas por las donaciones de Colleen? Sólo Dios lo sabe.