Por último, les dijo a los soldados que no extorsionaran ni calumniaran a nadie, y que estuvieran satisfechos con su paga (Lc 3.7-14).
Nadie le había preguntado sobre el dinero y las posesiones. Sin embargo, las respuestas de Juan demostraron que no podía hablar sobre el cambio espiritual sin referirse a cómo la gente manejaba las cosas materiales.
Si Juan el Bautista nos visitara hoy, ¿qué conclusiones sacaría de nuestra manera de ver y usar el dinero y las posesiones? ¿Pensaría que somos verdaderos seguidores de Jesús, o nos vería como materialistas y egocéntricos?
A veces, se puede tener la impresión de que la Biblia es extremista en lo que enseña sobre el dinero; en ocasiones, incluso, nos deja aterrados. Acudimos a la Sagrada Escritura en busca de consuelo, no de ataque por nuestros puntos de vista, ¿no es verdad? Dejemos que Dios hable de amor y gracia, pero hablemos nosotros de dinero y posesiones, y hagamos con ellos lo que nos haga sentir cómodos. Lamentablemente, eso es lo que diríamos muchos.
Algunos creyentes hacen preguntas como: “¿Has estado dedicando tiempo a la lectura de la Biblia? ¿Estás compartiendo tu fe? ¿Estás preservando tu pureza?” Pero ¿cuántas veces preguntan: “¿Estás ganando la batalla contra el materialismo?”
Las personas están más dispuestas a hablar de sus luchas con el sexo, que de su batalla con el materialismo. Algunas iglesias animan a salir de las deudas, y aplaudo eso. Pero aunque usted esté libre de deudas, puede todavía ser mezquino y codicioso. No necesitamos convertirnos en materialistas más inteligentes; necesitamos arrepentirnos del materialismo y convertirnos en mayordomos inteligentes.
Su tesoro, su corazón
Lo que hacemos con nuestro dinero no indica dónde está realmente nuestro corazón. De acuerdo con Jesús, determina a dónde va realmente nuestro corazón. Si nuestro corazón está donde está nuestro tesoro (Mt 6.19-21), entonces cuando llevamos nuestro tesoro a otro lugar, nuestro corazón lo sigue. Esta es una verdad importante. Si yo quiero que mi corazón esté en algún lugar, necesito poner mi dinero allí.
Jesús ve nuestro corazón y nos conoce bien. Él no llama a todos los discípulos a regalar lo que poseen. Pero sí a tomar medidas radicales que pongan fin a nuestra esclavitud al dinero y a las posesiones, liberándonos para que vivamos bajo su señorío. Nos llama a destronar a todos los tesoros secundarios, con el fin de que lo elevemos a Él como nuestro tesoro especial. Si valoramos algo o alguien más de lo que valoramos a Jesús, no estamos viviendo como deben hacerlo sus discípulos.
Me gusta la definición de la mayordomía de Tricia Mayer, una ejecutiva de Microsoft: “Se trata de lo que hacemos con cada recurso que nos ha sido dado, cada día que caminamos en este mundo y con cada persona que nos relacionamos. Lo difícil de la mayordomía es armarse de disciplina y de voluntad para manejar a ese niño problemático llamado dinero”.
Un mayordomo es alguien a quien se le han confiado bienes o propiedades que no le pertenecen a él. Su responsabilidad es administrar ese patrimonio de la manera más conveniente para el dueño, y de acuerdo con sus deseos. El mayordomo recibe del dueño los recursos y la autoridad para cumplir con sus responsabilidades.
Teniendo esto presente, piense en lo que significa ser mayordomo de cada aspecto de su vida. Si reconocemos que somos mayordomos (en vez de dueños) de todo lo que Dios nos ha confiado —tiempo, habilidades, dinero, bienes y relaciones—, podemos verlos de una manera diferente.
Cuando se trata de la mayordomía del dinero, Dios no nos ha dado una lista de oficios que debemos cumplir. En vez de eso, nos ha dado su Palabra con preceptos que nos indican cómo ser buenos mayordomos del dinero, principios con los que debemos luchar. Así como el mayordomo responsable consulta la opinión del dueño, nosotros debemos buscar la dirección del Señor para saber específicamente la manera en que quiere que administremos lo que nos ha confiado.
¿Desea usted realmente la dirección de Dios al tener que tomar decisiones? Él no le dejará en la ignorancia (Stg 1.5). Le ha dado su Palabra y su Espíritu para guiarle.
El predicador del siglo XIX, John Wesley, dijo que debemos hacernos cuatro preguntas a la hora de decidir cómo gastar el dinero:
1. ¿Al gastar este dinero estoy actuando como si me perteneciera, o como administrador del Señor?
2. ¿Qué parte de la Biblia me obliga a gastar este dinero de esta manera?
3. ¿Puedo ofrendar esta compra como un sacrificio al Señor?
4. ¿Me premiará Dios por este gasto en la resurrección de los justos?
Si creemos realmente que Dios es el dueño de todo, ¿no deberíamos preguntarle: “¿Qué quieres que haga con tu dinero y con tus bienes? ¿Y no deberíamos estar abiertos a la posibilidad de que es posible que Él quiera que compartamos gran parte de sus recursos con aquellos que tienen necesidades más grandes que las nuestras?
Hace un par de años me di cuenta de lo que significa “no puedes llevártelo contigo”. Lo descubrí mientras estaba tendido en una zanja al costado de una carretera rural, cubierto de barro y sangre, y con la tibia de la pierna derecha asomándose por el costado de mis pantalones, como la rama de un árbol derribado en una tormenta.
Tenía una tarjeta de crédito en mi cartera, pero cuando uno está tirado en una zanja, nadie acepta una MasterCard… Venimos a este mundo desnudos y sin un centavo. Todo el dinero que usted gane, todos las inversiones —todo eso son espejismos. Por eso, quiero que usted considere la posibilidad de hacer que su vida sea un regalo imperecedero para los demás. ¿Y por qué no? Todo lo que usted tiene es un préstamo, al fin y al cabo. Lo único que permanece es lo que usted reparte.
Una vez hablé con un hombre que tiene un lucrativo negocio y, por primera vez en su vida, cree saber por qué Dios lo ha bendecido financieramente. No es para que pueda conducir coches más bonitos y vivir en una casa más preciosa.
Es para dar dinero y hacer crecer el reino de Dios. A petición suya, le hablé de varias oportunidades diferentes para dar, y desearía que usted hubiera podido oír la emoción que había en sus palabras mientras se alejaba decidido a liquidar más activos terrenales para aumentar su cartera de inversiones eterna.
Si el Espíritu Santo le está hablando a usted en cuanto a dar más, escúchelo. Un momento de convicción puede ser fugaz, y los cuidados y las distracciones de la vida eclipsan fácilmente cualquier recuerdo de la experiencia. Cuando se trate de la obediencia, nunca deje las cosas para después. Una vez que estemos ante el trono celestial, será demasiado tarde para volver atrás y recuperar una vida de oportunidades desperdiciadas.
Al estar cara a cara con Dios y mirar fijamente sus ojos, sabremos exactamente cómo debíamos de haber vivido valorando lo que le pertenecía a Él. No tenemos que esperar morir para descubrirlo. Su Espíritu nos da el poder para vivir de esa manera desde este mismo momento.