Cuando revisamos la historia de tomar prestado y prestar, se hace claro que nos ha tocado vivir en un período de tiempo único en lo que se refiere al crédito. Antes de este siglo, el acreedor tenía casi absoluta autoridad sobre el deudor.
Si un préstamo no era pagado exactamente conforme a lo programado, el deudor perdía todo lo que poseía a manos del prestamista. Si la deuda no era satisfecha en su totalidad el deudor era echado en la cárcel y se convertía en un esclavo hasta que el último centavo de la deuda fuera pagado.
En la actualidad, el deudor dispone de medios legales para evitar el pago de casi cualquier deuda, sin importar con cuánta frivolidad se gastó el dinero. A la larga, el deudor descubrirá que la autoridad del prestamista no ha sido anulada, ya que ésta es establecida por Dios. La mismo ha sido por un tiempo meramente desviada. A la larga serán los acreedores los que saldrán ganando.
Recientemente hice una encuesta de varios grupos que dan seminarios, para determinar si ellos pensaban que tomar prestado era bíblicamente prohibido, y más del setenta por ciento respondieron que ellos creían que la Biblia prohibía tomar prestado. Quizás sería mucho más fácil si la Palabra de Dios le prohibiera a un cristiano tomar prestado. Pero no lo dice.
No hay un solo versículo que guíe al pueblo de Dios a no tomar prestado, (ni aún Romanos 13:8. “No debaís a nadie nada...”) Sin embargo la Biblia tampoco estimula el tomar prestado. El tomar prestado siempre es discutido en la Biblia como un principio más bien negativo que positivo.
Parecería como si fuera una consecuencia de desobedecer los estatutos de Dios o Su reglamento acerca de la economía. “El te prestará, pero tú no le prestarás a él; y él será la cabeza y tú serás la cola. Y todas estas maldiciones vendrán sobre ti y te perseguirán y te alcanzarán hasta que seas destruido, porque tú no escuchaste la voz del Señor tu Dios, no guardando los mandamientos y estatutos que Él te mandó. Deuteronomio 28:44-45.
El mínimo de Dios
El mínimo absoluto que la Palabra de Dios establece para cualquiera que toma prestado se encuentra en el Salmo 37:21: “El impío pide prestado y no paga, mas el justo es compasivo y da”. Si no queremos ser contados entre los impíos, debemos pagar cualquier deuda que tengamos.
Sabiendo esto debería cualquier cristiano evitar tomar préstamos innecesarios, sea cual fuere la razón para ello. No importa si las “circunstancias” están más allá de nuestro control. Si contraemos una deuda estamos obligados a pagarla.
Las promesas de Dios
Desafortunadamente, la mayoría de nosotros vivimos más por vista que por fe. Aquellos que están abrumados por sus deudas deben tener fe en que Dios conoce sus necesidades y les proveerá. Yo he visto que Dios ha provisto para aquellos que, por fe, confiaron en Él hasta el punto de perder todas sus posesiones materiales. En muchos casos, la provisión de Dios viene de una fuente totalmente inesperada y solamente después que nos hemos encomendado a Él.
Recuerdo a un cristiano que negociaba en desarrollo urbano, que perdió todos sus bienes durante una declinación económica. Sus tres socios “cristianos” presentaron declaración de quiebra y él fue dejado con la deuda total de alrededor de seiscientos mil dólares.
Después de buscar consejo, él y su esposa determinaron que ellos no podían declararse en quiebra, y de acuerdo a Mateo 5:40, “...y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa...” entregaron todas sus posesiones excepto su ropa, y pidieron a sus acreedores (mayormente bancos) que no les obligaran a declararse en quiebra, prometiendo pagarles tanto como ellos pudieran por encima de sus gastos básicos para su sustento.
A la vuelta de dos años ellos pudieron pagar veinte mil dólares a cuenta de la deuda lo cual aun no cubría ni veinte por ciento de los intereses. Sin embargo, tuvieron oportunidad de dar testimonio y aconsejar a docenas de familias que estaban teniendo dificultades financieras y espirituales.
Sus dos hijos que estaban en estudios pre-universitarios cuando se presentó la crisis, abandonaron la escuela por un año para ayudar en el aspecto financiero y continuar luego sus estudios con becas. En el tercer año la economía se recuperó rápidamente, y las propiedades que avalaban las deudas comenzaron a venderse.
Algunas vendidas con ganancias muy modestas redujeron las deudas a unos cuatrocientos mil dólares. La última y mayor de las propiedades fue vendida por más de cuatrocientos mil dólares por encima de los préstamos pendientes, y el banco les devolvió el excedente, aún cuando no tenía obligación legal de hacerlo.
En menos de tres años Dios había provisto un medio para pagar todas las deudas junto con una gran ganancia. Los ex socios le reclamaron “la parte” de la ganancia que les correspondía. Su respuesta fue correcta: “Si ustedes no participaron de las pérdidas, tampoco van a participar de las ganancias”.
La única manera bíblica de tomar préstamos
Quizás el principio financiero más abusado y menos entendido de la Palabra de Dios es la “fianza”. La fianza es asumir la obligación de pagar una deuda sin un modo “seguro” para liquidarla.
Significa que nosotros jugamos un albur con el futuro. Si todas las cosas se desarrollan como esperamos, podremos pagar el préstamo; pero si las cosas van mal, como muchas veces sucede, podemos quedar endeudados. Un ejemplo común de fianza es un préstamo para la compra de un automóvil.
Cuando tomamos un préstamo para comprar un automóvil, el auto queda comprometido como garantía. Pero como la deuda muchas veces excede el valor de venta del automóvil, el que toma el préstamo debe también personalmente endosar el pagaré. Si no se efectúan los pagos y el automóvil es reposeído y vendido, el que tomó el préstamo es responsable de lo que falta.
Ya que no existe una manera cierta de pagar la deuda, la fianza entra en vigor. Solamente si el valor de la propiedad que sirve de garantía es mayor que el préstamo podrás evitar la fianza.
Si los cristianos observaran estas advertencias relacionadas con la compra a crédito, lo más que podrían perder sería el valor de la propiedad que ellos han comprometido en garantía del préstamo.- “No estés entre los que dan fianza, entre los que salen de fiadores de préstamos. Si no tienes con qué pagar, ¿por qué han de quitarte la cama debajo de ti? Proverbios 22:26-27.
Prestamos “necesarios”
En nuestra sociedad, es casi imposible para una pareja joven comprar una casa sin tomar un préstamos. Sin embargo, con los préstamos para las casas ha llegado también una mentalidad de deuda de por vida que hace pensar a las pareja en términos de lo que ellos van a pagar por mes en vez de pensar cuál es el costo total de la deuda.
Desafortunadamente, la mayoría de las parejas ni siguieran reconocen la necesidad de poseerla sin gravámenes. Yo he oído muchas veces a algunos decir: “está bien tomar prestado con tal que el artículo comprado suba de valor”. Esto es buen sentido común pero no es un buen principio bíblico.
Primero, la palabra de Dios no establece en que debe usarse el dinero prestado. Segundo, nada tiene un valor permanente ni aun el dinero mismo. Las casas aumentan de valor artificialmente como consecuencia de la disponibilidad de crédito fácil.
La mayoría de los negocios operan hoy día basándose en crédito.
En efecto, está tan generalizado el uso de capital tomado prestado que muchos hombres de negocio (incluyendo a los cristianos) creen que no pueden operar basándose en dinero efectivo. Esto no es cierto, es un engaño de Satanás. Obviamente, el negocio libre de deudas no se hunde tan rápidamente.
Una meta de largo alcance de todos los hombres de negocios cristianos debería ser hallarse libre de deudas algún día. Dios nunca promete el crecimiento rápido. Él promete un fundamento sólido.
Tomado del libro: Usando su dinero sabiamente
Editorial: Unilit