Este comentario me hizo recordar un artículo de la revista National Geographic de marzo de 1996, intitulado “Emperador del Hielo”.
El artículo hacía una afirmación increíble: “En el frío riguroso del invierno Antártico, esos pájaros reales alimentan a sus crías enfrentando implacables nevadas, oscuridad opresiva y meses de frío mortal, que llega hasta los 70 grados Fahrenheit negativos” (Especialistas aseguran que eso es muy, ¡muy frío!!)
El pingüino hembra pone un huevo en la superficie del hielo. Entonces, inmediatamente ella sale para alimentarse y visitar a sus amigas, pero después que el macho, el emperador, se coloque sobre el huevo, asumiendo instantáneamente, total responsabilidad por la incubación del huevo y su contenido.
Y ahí se queda sentado. El emperador se queda agachado sobre el huevo nueve semanas enteras, enfrentando dos meses de las condiciones más ásperas conocidas sobre la faz de la tierra.
El pingüino hembra espera instintivamente, sin saber exactamente porque, teniendo solo su instinto para guiarla. Más de 400.000 pingüinos – emperadores hacen lo mismo todos los años; ellos se sientan y se sientan y se sientan sobre aquel huevo del tamaño de una bola de tenis, por 65 días.
Durante este tiempo, dice el artículo, él pierde entre un tercio y la mitad de su peso corporal.
Pero la resistencia del pájaro compensa. Finalmente, su amada emperatriz retorna “sobre la mirada del padre hambriento, la madre alimenta a la cría con todo lo necesario, pero no da ni un bocado para el papá.
Él necesita encontrar su propia comida, lo que puede exigir una travesía sobre los campos helados de cincuenta a cien millas de distancia y eso sin un abrazo o un beso de despedida para el pobre emperador. “Su velocidad máxima de “crucero?” Media milla (cerca de 650 metros) por hora. ¡La comida no será servida tan temprano!
Tal vez las severas condiciones enfrentadas por el pingüino emperador no tengan nada que ver con nosotros, pero cada uno de nosotros sabe lo que significa estar sentado sobre nuestra propia versión de huevo y hielo. Pueden ser aquellas buenas ideas, planes y acciones creativas que solo pueden ser “incubados” gastándose el tiempo necesario agachados sobre el “huevo”.
Hay un principio maravilloso que podemos aprender con estas sorprendentes aves que ejercitan tal perseverancia por no saber hacer nada mejor. Encontré este principio en este pasaje de la Biblia: "Porque la paciencia os es necesaria; para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Pero nosotros no somos tales que nos retiremos para perdición, sino fieles para ganancia del alma.” (Hebreos 10.36, 39)
Vivimos en una sociedad y en un mundo que valoriza la capacidad de mantenerse ocupado. Cuanto mas atareados estamos, cuanto más aparentamos estar involucrados en muchos proyectos simultáneamente, más productivos somos – prosigue la idea – y por tanto, debemos ser los mejores hombres de negocios y profesionales.
Esto suena bien y parece verdad, pero si estuvimos atentos a la lección del pingüino emperador, sabemos que esto no es necesariamente verdad. Sea cauteloso contra la esterilidad del exceso de actividad.
Cierta vez vi un joven apurado, con la cabeza obviamente ocupada por muchos proyectos e ideas. “Para donde vas?” Le pregunté, “No se”, fue su respuesta, “pero voy a llegar bien rápido!” Yo escuché a otra persona afirmando esto de otra manera: “Cuanto mas apurado estoy, mas me atraso.”
No se deje seducir por esta trampa. Actividad no significa necesariamente productividad, especialmente cuando es frenética y casi fuera de control.